Jorge Rojas es una estrella de la canción. Su nombre fulgura en las marquesinas de las salas más encumbradas del continente y su ascenso aún hoy, a diez años de haberse alejado de Los Nocheros, parece irresistible. Cruzó hace tiempo las fronteras que lo limitaban sólo al planeta folclore y ahora navega por una Vía Láctea en la que va encontrando autores y canciones disímiles que él, con su enorme talento, se dispone a interpretar. Empero, este compositor y cantante de 44 años dice que los recónditos secretos de su alma están en el Chaco salteño, en el paraje Marca Borrada, junto a los algarrobos, los ríos, el silencio y sus viejos amigos de la etnia de los chorotes. Allí regresaron sus padres un día desde el sur argentino, con el niño Jorge muy pequeño, y allí éste escuchó las primeras melodías de su tierra, esas que, con el tiempo, serían constitutivas de su personalidad: le dieron forma a su manera de escuchar, de decir. La de Rojas es una historia de desarraigo: unos pocos años entre Cutralcó (donde nació) y Neuquén, luego el Chaco salteño, parte del colegio secundario en Tartagal, después ciudad de Salta, finalmente probar suerte en Buenos Aires. "Cuando uno es chico se adapta a todo, pero sufrí mucho cuando tuve que dejar el Chaco salteño", recuerda. Siempre entusiasmado, dice que, con tanto éxito encima, lo que lo motiva es seguir cantando: "Le vamos a dar al canto hasta que se apague la vela".
Ahora vive en Córdoba, cerca de Villa Carlos Paz, y desde allí dialoga con Escenario de cara al mega show que dará esta noche, a las 21, en el Salón Metropolitano de Rosario. No será un concierto más ya que, durante todo 2016, Rojas está de festejos: celebra sus diez años de carrera solista con una profusión de recitales asombrosa y con la edición de cuatro discos: "Hoy", que lo muestra como intérprete, cantando canciones de un espectro variopinto de compositores (el mexicano Marco Antonio Solís, el colombiano Kike Santander, el español Alejandro Sanz y, por supuesto, Peteco Carabajal, entre otros); "Aniversario", un disco con sus temas, acompañado por su banda pop; un CD también con temas propios y arreglos sinfónicos que aparecerá en octubre venidero, y, para las fiestas de fin de año, un CD remasterizado de Los Rojas, el grupo que comparte con sus hermanos y que lo devuelve al folclore.
Cautiva el relato que hace Rojas de aquel regreso junto a sus padres desde Neuquén a Marca Borrada, hace casi treinta y siete años. Dice que tardaron casi un mes en llegar en esa estanciera acondicionada por su papá y que éste, sospecha él, seguramente sintió un gran placer al volver a su terruño y sentarse bajo la sombra de un algarrobo.
—Una vez te escuché decir que si tu padre aquel día no hubiese decidido regresar al Chaco salteño, quizás tu arte no hubiese sido lo que es, ¿podrías decirme algo más sobre eso? ¿por qué fue así?
—Siento que fue allí, en ese lugar, durante todos esos años de mi niñez y y mi adolescencia, donde adquirí mi esencia musical. En esa tierra se me despertó la vocación por la vida y el canto. El Chaco salteño es un lugar que está muy alejado de los centros urbanos, muy aislado. Nosotros vivíamos en un paraje, Marca Borrada, donde lo único que había cuando llegamos eran dos ranchos, y uno de ellos pertenecía a mi bisabuelo. En ese contexto, la única posibilidad que teníamos de escuchar música era cuando había músicos tocando, en vivo: alguna festividad, algún Día de la Virgen, alguna procesión religiosa, alguna fiesta familiar o alguna otra con los pobladores de la zona. Esos lindos encuentros ocurrían y pasaba que al otro día te quedabas tarareando o silbando alguna melodía que habías escuchado la noche anterior. También sucedía que en muchos de esos encuentros festivos había dos lugares para ocupar: el del baile en el patio o el del lado de los músicos. Y a mí me atraía el lado de los músicos.
—¿Es verdad que tu primera guitarra te la eligió el Chaqueño Palavecino?
—Sí. El Chaqueño por entonces era chofer de colectivos, todavía no cantaba profesionalmente. Fue así: cuando yo tenía nueve años intenté hacer una guitarra con unas maderas que había allí en mi casa de Marca Borrada, y las cuerdas las intenté hacer con unas líneas de tanza del equipo de pesca que tenía mi viejo; fue casi como un juego de chicos. Pero ocurrió que mi papá observó eso, vio mi interés, y al poco tiempo, un día que fue a Tartagal con el Chaqueño, que era su primo, me compró mi primera guitarra. Y sí, fue el Chaqueño el que eligió mi primera guitarra; como te dije antes, él aún era chofer de colectivos.
—¿Volvés a Marca Borrada cada tanto?
—Sí, claro, tres o cuatro veces al año estamos allí haciendo actividades. Mi tierra, el Chaco salteño, es una de las zonas más postergadas de nuestro país. Y yo soy de ahí, siempre digo que nosotros somos el resultado de una mezcla. Por nuestras venas corre sangre de inmigrantes y también de los pueblos originarios.
—¿Y cuándo fue que empezaste a escuchar música que no estuviese tocada en vivo? ¿y qué música?
—Cuando era adolescente, en los atardeceres, mi abuelo escuchaba Radio Nacional. Por las tardes, Radio Nacional Salta pasaba a los grandes del folclore. Y entonces sí aparecieron en mi vida Los Chalchaleros, Los Fronterizos, Los Cantores del Alba, Mercedes Sosa, Los Manceros Santiagueños... Fue fascinante eso para mí. Pero siempre a través de la radio Yo me maravillaba con todo eso e intentaba sacar "punteos" con mi guitarra de aquello que había escuchado. Recién a los 14 años me fui a Tartagal, porque en nuestra zona no había colegio secundario para seguir estudiando, y luego completé mis estudios secundarios en la ciudad de Salta. Ahí es donde empiezo a cantar en las peñas y bueno, después vendrían Los Nocheros...
—Tu música ha sido compuesta siempre en situaciones de desarraigo: del sur al Chaco salteño, luego a Tartagal, después a Salta, finalmente Munro (donde te vas con Los Nocheros) y Buenos Aires. Parecen cambios traumáticos, pero así diste a luz a tu arte...
—Mi historia es muy particular en ese sentido. Cuando uno es chico se adapta a todo, en cambio si uno vivió muchos años en un lugar y debe cambiar es muy difícil. Yo hoy conozco mucho, la vida me ha llevado a eso. Conozco los lugares más lejanos y más pobres de mi país, y también las urbes más modernas. Por eso soy muy amplio en el sentido de apreciar una diversidad de matices, colores, ideologías. Pero mi lugar es mi país. Te diría que lo más triste, lo más fuerte para mí, fue dejar el Chaco salteño para ir a Tartagal. Eso sí lo sufrí: los árboles, la tierra, el silencio, la gente, los chorotes...
—¿Cómo es eso que decís que "una canción te cambia la vida"?
—La canción tiene esa capacidad de poder cruzar las fronteras y lograr una emoción, conectarte con cosas muy profundas. Una canción te puede hacer acordar a tu vieja, al momento en que conociste a tu pareja y ahora hace veinte años que estás con ella, a un ser querido que partió... Una canción puede atravesar el corazón. Y a quien está detrás de la canción también le pasan cosas. Yo jamás hubiese imaginado que aquella canción que hice solo, en una noche, encerrado un hotel de Santa Fe, se iba a transformar en lo que fue.
—Has llenado estadios, has conquistado a un público masivo que te ama, ¿cuáles son tus expectativas hoy?
—Seguir cantando. Cada cosa que hago me motiva y eso es lo que la gente nota y por eso viene reiteradamente a nuestros conciertos. Y tanto ellos como nosotros nos sentimos felices, compartimos esos momentos maravillosos y salimos plenos de esos lugares. Yo primero fui intérprete, luego experimenté emociones muy fuertes, como por ejemplo quedarme solo bailando y celebrando después de haber compuesto una canción. Y como productor ahora también disfruto mucho, es algo que me encanta. Todo me motiva mucho: le vamos a dar al canto hasta que se apague la vela.
—Ahora editaste un disco como intérprete, Hoy ¿cuáles son los compositores favoritos?
—Tengo muchos, tengo muchos... Allí aparecen Marco Antonio Solís, Kike Santander, el peruano Gian Marco o el uruguayo Tabaré Cardozo. Pero siempre hay una canción de Peteco (Carabajal) en mis discos. Sí, Peteco es un grande, Peteco es mi favorito.
—Los Nocheros estarán siempre presentes en tu vida y en estos diálogos. Dejaste hace tiempo el grupo, ¿cómo ves eso diez años después?
—Los Nocheros fueron la aventura más maravillosa que tuve en mi vida. Toqué doce años con esos changos. Hoy, después de todo lo vivido, me queda esa aventura. Imaginate que de la noche a la mañana todo cambió para mí de una manera increíble, fue todo muy fuerte y muy rápido. Si un día estaba escuchando Cosquín desde atrás del alambrado, a la edición siguiente estaba arriba del escenario, frente a la plaza llena de gente. Y después no paramos de girar por el país y el mundo. Los Nocheros fueron la base de lo que estoy haciendo ahora.