El grupo rosarino La Sanata Equipo Escénico tomó a su cargo “Neva”, una obra escrita por el chileno Guillermo Calderón en la que el conflicto toma forma a través de un accidentado ensayo teatral durante la Rusia prerrevolucionaria. El trabajo cuenta con la actuación de Claudia Capella, Nora Silva y Rodrigo Frías, bajo dirección de Gabriel Romanelli, y se estrenará pasado mañana, a las 21, en La Orilla Infinita (Colón 2148).
La acción, basada en hechos y personajes reales, transcurre en el invierno de 1905 en San Petersburgo, mientras las tropas militares reprimen a los manifestantes en las calles. En ese ambiente de la Rusia del Zar Nicolás II, dos actrices y un actor ensayan en su teatro, ubicado frente al río Neva.
Una de ellos es Olga Knipper, actriz del Teatro de Arte de Moscú dirigido por Konstantin Stanislavsky y esposa del recientemente fallecido dramaturgo Antón Chejov. Olga se culpa de haber vivido lejos de su esposo durante sus últimos años mientras él escribía aislado en el clima cálido de Yalta para curar su tuberculosis y ella estrenaba sus obras en Moscú.
Los otros actores, Masha y Aleko, tratan de ayudarla a ensayar la obra “El Jardín de los Cerezos”, de Chejov, soportando con admiración sus aires de diva y tratando de ignorar el terrible hecho de que el resto de los actores no ha llegado. Para ayudarla a recobrar el talento para actuar que ella cree haber perdido, Masha y Aleko recrean absurdamente las circunstancias reales de la muerte de Chejov en un sanatorio de Alemania. La situación se vuelve irónica e hilarante cuando los actores discuten acerca de la técnica de actuación y la belleza del teatro en el contexto de la histórica matanza del Domingo Sangriento en las calles de la ciudad.
En el momento de su estreno, en Chile en 2006, “Neva” fue considerada por Calderón como “una reflexión crítica y sarcástica acerca del teatro, la actuación y sus limitaciones para dar cuenta del drama privado de la muerte y del drama público de la violencia política”.
“Lo interesante del texto es que es simple”, señaló por su parte Romanelli, y añadió: “Justamente esta cualidad hace que las profundidades a explorar desde lo escénico sean inconmensurables, siempre pensando lo escénico con el actor y la actriz como centro, apoyado en los demás signos de la puesta que tienen un fuerte significante, pero que siempre están puestos al servicio de lo que pasa actoralmente”.
En ese sentido, añadió: “En este caso particular, no sólo me interesó a mí, que en este momento dirijo, sino que es un texto que al grupo en su conjunto logra interpelarlo, y en esa forma de encuentro con el material está la decisión de abordarlo. Es una obra que tuvo varias instancias, distintas formaciones, cambio de roles, hasta llegar a esta composición grupal. En definitiva es una obra que nos permite decir en la voz de esos actores o esos personajes, como más te guste, cosas a las que suscribimos en mayor o menor medida, pero que no queremos dejar de decir así, con crudeza, poéticamente”.
Estos tres personajes encerrados intentan por todos los medios a su alcance, hacer lugar a sus necesidades más íntimas, usando como excusa el teatro. “Teatro dentro del teatro, desde el melodrama, pasando por la comedia y yendo inevitablemente hacia la tragedia, los personajes son pinturas tragicómicas de sí mismos y de quienes quisieran ser”, explicó el director.
“De este modo, la sucesión de hechos va mostrando diferentes variantes de lo que pareciera ser un mismo conflicto, ¿qué es hacer teatro? ¿qué decir? ¿cuál es la forma?, y así los personajes se van aferrando a un posicionamiento personal acerca de ello, van planteando sus modos de hacer la escena, aprovechando para sentar posición ética y política en los casos en que las tuvieran”.
Sobre los vínculos entre la actualidad y su relación con el momento histórico en el que se desarrolla “Neva”, Romanelli, explicó: “No sé si podríamos aseverar que los contextos sean parecidos; sí podríamos decir que la época histórica que plantea el autor es válida para hacer la analogía y permite que podamos pensar la ficción como si estuviéramos hablando de nuestra Argentina del 2023. Sin embargo no creemos estar ni cerca de una revolución como la de aquella Rusia del fin de los zares en 1917, pero sí creemos, como nos gusta decir, que muchas pequeñas revoluciones también pueden tener grandes efectos”.
En esa línea, añadió: “Ocuparse de un otro u otra, escucharlo, acompañarlo tanto en el hecho público como el privado, es hoy día un acto revolucionario; percibir a quien se tiene al lado es vital y hacer algo con ello nos pone del lado más humano de la existencia. ¿Vale la pena hacer teatro? Encerrarse en una sala a hacer teatro o a ver teatro, es cuanto menos un acto egoísta, según la perspectiva con que se lo mire, a esto nos enfrenta «Neva», a los innumerables cristales con los que puede verse la realidad y lo hace tanto con propios como con extraños. Dejamos lanzada la pregunta, nos la hacemos repetidas veces, esperamos estar a la altura, y que la respuesta nos encuentre menos solos y solas, actuando, haciendo teatro o vaya a saber qué otra cosa”.