En el mundo existen pocos países en los que se puede apreciar el fenómeno natural del desierto florido: Australia, Estados Unidos, Perú y Chile son algunos de ellos. Y sin embargo es en Chile donde este espectáculo de la naturaleza llama aún más la atención, mientras los abundantes mantos de flores de color violeta, amarillo o blanco cubren la superficie del lugar más árido del planeta: el desierto de Atacama.
Durante el fenómeno del desierto florido chileno, que puede apreciarse con especial intensidad en la zona costera de la región de Atacama, florecen cerca de 200 especies, muchas de ellas endémicas como la característica Garra de León (Bomarea ovallei) o la delicada Añuñuca Roja (Myostemma phycelloides). Pero este espectáculo no es pan de cada día. Para que ocurra la floración masiva de estas plantas en el desierto, es necesario que se produzcan condiciones de temperaturas y precipitaciones adecuadas para que las semillas germinen.
Cada cierto número de años, en el desierto más árido del mundo se producen lluvias invernales inusualmente abundantes asociadas por lo general al fenómeno de El Niño. Cuando estas precipitaciones alcanzan un mínimo de 15 milímetros de agua caída, en la fecha adecuada y con las temperaturas y humedad ideales, es cuando el desierto se transforma en un campo lleno de colores y vida durante la temporada de primavera.
Las semillas, bulbos o rizomas de plantas anuales y geófitas que antes permanecían bajo tierra en estado latente, comienzan a germinar para dar paso a flores de color violeta, blanco, azul o amarillo con especies tan únicas como el Huille (Leucocoryne vittata), el Azulillo (Pasithea caerulea), las Orejas de Zorro (Aristolochia chilensis) y la Pata de Guanaco (Cistanthe grandiflora).
Pero estas plantas del desierto no sólo cuentan con semillas u órganos subterráneos resistentes que pueden esperar muchos años bajo tierra a que las condiciones sean favorables para germinar o brotar, sino que también han debido adaptarse para sobrevivir en condiciones extremas. Algunas de ellas cuentan con la capacidad de almacenar agua en sus tejidos y sobre todo en sus hojas, y de captar la humedad de la neblina costera; otras han adquirido colores claros como blancos y grises para reflejar mejor la luz y no absorber tanto calor, o se han cubierto de ceras y pelos para evitar perder agua y protegerse del viento.
Muchos se preguntan cómo llegaron estas semillas al desierto más árido del planeta, y si bien no existe una explicación oficial, se cree que el fenómeno del desierto florido ocurre desde hace muchos años en el norte de Chile. Más de 500 años para ser exactos, ya que desde 1525 se registran evidencias de la existencia del fenómeno de El Niño, que resulta fundamental para la floración masiva del gran banco de semillas que se esconde bajo tierra.
Desde entonces estas semillas, que no germinan todas a la vez ?aun en eventos de lluvias extremas?, han dado paso a llamativas flores que a su vez producen cientos y miles de semillas que caen alrededor de la planta madre y continúan almacenándose en el suelo.
Dando vida al desierto
Más allá del espectáculo que este fenómeno puede significar para los visitantes, esta floración masiva e inusual además atrae a todo tipo de insectos y animales. Con las flores llegan polinizadores como las mariposas, que se concentran de a decenas en los manchones de flores, abejas o polillas, los que ayudan a fecundar las diversas especies y a su vez sirven de sustento para otros animales como reptiles, aves y mamíferos.
La gran cantidad de semillas en el suelo, también atrae a hormigas, aves y roedores que luego se convertirán en el alimento de carnívoros como los zorros. Incluso el guanaco, una especie protegida en la región, encuentra una mayor cantidad de alimento a su disposición ayudando así al desarrollo de la especie.
En definitiva, la vida en el desierto estalla en formas tan diversas y usualmente desapercibidas, que vale la pena tomarse el tiempo de visitar el norte de Chile durante este fenómeno para admirarlo.
¿Dónde ver el fenómeno?
Si bien la floración masiva de bulbos se da en extensas áreas de las regiones de Coquimbo y Atacama, es en los sectores costeros como Totoral Bajo, Carrizal Bajo, Huasco, Caleta Barco y el Parque Nacional Llanos del Challe en la región de Atacama, donde mejor se puede apreciar el fenómeno.
En Llanos del Challe, de hecho, es donde se concentra una mayor variedad de especies donde destacan las añañucas amarillas (Rhodophiala bagnoldii), una llamativa flor endémica de Chile que sólo crece entre las regiones de Atacama y Coquimbo; el borlón de alforja (Polyachyrus poeppigii), también endémico que sólo crece en llanos y quebradas entre la región de Antofagasta y Valparaíso; o la garra de león (Leontochir Ovallei), que puede encontrarse en las quebradas del parque y es considerada “la joya del desierto florido”, ya que es una especie endémica en peligro de extinción. En el camino C-440 que une Carrizal Bajo y la ruta 5, en el sector conocido como “Canto de Agua”, también puede encontrarse una gran variedad de especies.
Otros sectores en los que es posible encontrar prados de colores, es en Caleta de Hornos, Juan Soldado, Quebrada Honda, playa Temblador y Totoralillo Norte, donde destacan los lirios, suspiros y añañucas.
La recomendación es recorrer estos paisajes respetando el estado natural de las especies ya sea por la ruta costera que une Huasco con Puerto Viejo -que además de pasar por varios sectores con manchones de flores recorre diversas playas-, o tomar la ruta 5 que une Vallenar con Copiapó, donde pueden encontrarse extensos mantos de patas de guanaco (Cistanthe cachinalensis) de color fucsia, y malvillas (Cristaria calderana).