Aquellos largos veranos de diciembre a marzo, de silencio profundo y luces apagas en el Palacio Legislativo, con la (burocracia) política de vacaciones y alejada de Buenos Aires son parte de la historia de otro siglo. Desde la explosión del verano que se inició justo hace 20 años, el Congreso nacional ya casi no tuvo vacaciones prolongadas; y la temporada que se inició este 10 de diciembre no será la excepción. En la semana que terminó se reconfiguraron los elencos en ambas cámaras, se agudizó un clima de “empate hegemónico”, aunque con leve mayoría favorable al gobierno, y no hay respuesta para casi ninguna pregunta sobre cómo terminará la película por el acuerdo con FMI.
Que, como gran novedad política, deberá necesariamente ventilarse en ambos recintos: palabra por palabra, puntos y comas. Nunca pasó antes.
En un primer round de una pelea que promete perdurar, el ministro de Economía Martín Guzmán arranca este lunes el Diputados exponiendo sobre la ley de leyes, el presupuesto 2022, que durmió un par de meses sin tratamiento – durante la campaña electoral-, pero que ahora se acelera y todo indica tendrá sanción definitiva en el Senado algunas horas antes de que suenen las campañas del año nuevo.
Un presupuesto para 2022 sin previo detalle sobre cómo sería un posible acuerdo (o no) con el FMI, será al cabo, una guía genérica y sujeta a modificaciones. O, en todo caso, la proyección de ingresos y gastos que imagina el gobierno, bajo una hipótesis benigna: 33 por ciento de inflación anual, dólar oficial a 131 pesos a fin de 2022, y crecimiento de la economía del 4 por ciento. Al menos un sector de la fragmentada oposición terminará votando en “general” el presupuesto, aunque con críticas, advertencias y descalificaciones previas. Ya es parte del espectáculo parlamentario argumentar negativamente, pero luego, “sólo por esta vez”, dar un apoyo genérico.
Al cabo, el punto sensible y más conflictivo de lo que vendrá en el Congreso no será el proyecto de ley de Presupuesto. Todos los ojos estarán puestos en el proyecto de ley de acuerdo con el FMI, el proyecto de desarrollo “plurianual” que diseña la Casa Rosada, y el intento por modificar el Consejo de la Magistratura, que ya fue redactado. Para estos temas, el Senado sería la puerta de entrada al Congreso. Donde el FdT tendrá que esforzarse para alcanzar quorum propio, y sumar a dos aliados (de bloques unipersonales de Río Negro y Misiones). Es la Casa que preside Cristina Kirchner, que viene de una semana política de alto voltaje, y renovada centralidad en la coyuntura nacional.
El último viernes, Cristina diseñó y protagonizó como actora principal, el acto callejero más importante del peronismo / kirchnerismo desde la Plaza de Mayo del 10 de diciembre de 2019, cuando el fervor del triunfo electoral reciente teñía todo de esperanza. Luego, se sabe, pasaron cosas (malas) para el frente gobernante, hasta la derrota electoral de septiembre y (morigerada) de noviembre. Pero Cristina lo hizo otra vez, puso a Alberto Fernández de cara a la multitud presente en la plaza (y a medio país mirando por TV) a ratificar un rumbo político muy preciso: no se firmará cualquier acuerdo con el FMI, no habrá ajuste, y la decisión se sostiene hasta el final, cueste lo que cueste.
Ahora, la pregunta es ¿cómo? La oposición de Juntos por el Cambio (JxC) que escaló posiciones en el Congreso (especialmente en el Senado), mira todo con desconfianza y se juramenta a sí misma no pecar nunca de debilidad ante la estrategia que consideran de cuneo kirchnerista, aunque sea Alberto Fernández quien la promueva. Pero, en simultaneo, y paradojalmente, JxC que mejoró su representación en la Cámaras sin conseguir el plan que más deseaba (quedarse con las mayorías, e ir por la presidencia en Diputados), vive un tiempo de zozobra, peleas, y fracturas, sobre todo entre los radicales. Habrá dos bloques de la UCR en Diputados, entre los siete que componen el interbloque que los contiene, JxC, con 116 miembros.
En el Senado, y a propósito del vértigo de la política, la oriunda de Rosario Carolina Losada, no sólo ganó la elección en Santa Fe: será la vicepresidenta del cuerpo, la número “3” de la Cámara alta a partir de febrero (detrás de la presidenta previsional), desplazando a Martin Lousteau del cargo que aún ocupa. El porteño, ahora bajo fuego por presunto rupturista, promovió el grupo de los “12” en Diputados, pero tuvo que ceder ante la rosarina en el Senado, avalada, por el resto del bloque. “Cuando baje la espuma vamos a estar todos en JxC, yo creo que no hay que expulsar a nadie y limar asperezas”, expresó Losada ante LaCapital, el día que juró por “la patria”, ante una Constitución nacional, y la mirada sostenida de Cristina Kirchner.
Lo que hasta ayer nomás parecía una guía fácil de ejecutar para la oposición de JxC, decirle siempre “no” a las iniciativas del FdT – negando el quorum- que no estuvieron bajo su propia órbita de conveniencia política, ahora empiezan a asomar las dudas. Sobre todo, como es claro, porque la fuerza política que pretende volver al gobierno en 2023, no tiene una conducción que ordene y conduzca, y desde ya, tampoco está claro el candidato.
Si el FdT trae una propuesta de acuerdo con el FMI, la discute de cara a la sociedad y la aprueba al interior de su frente político ¿qué conducta tomará JxC?; del igual modo, con el anunciado plan pluri anual, incluso con la propuesta de llevar de 13 a 17 los miembros del Consejo de la Magistratura. La fórmula de no conceder la iniciativa al oficialismo, de parte de la oposición en el Congreso, comienza sembrar dudas, incluso entre los propios dirigentes del espacio amarillo. La historia nunca se repite de mismo modo, pero a nadie se le escapa en qué terminó la recordada intransigencia del “grupo A”, opositor, que en 2010, bloqueó el funcionamiento legislativo del entonces Frente para la Victoria; en 2011, Cristina reeligió con el 54 por ciento.