Vivir y morir en Ludueña Sur. Historias que aparecieron a la vista de un cronista que buscando la escena de un homicidio transitó por el hartazgo de un grupo de vecinos que retuvo a un delincuente armado al que a base de golpes de todo tipo mandaron al hospital. Este lunes en un lapso de tres horas y cinco cuadras de distancia, las calles de ese barrio fueron escenario de una golpiza a la manera de un linchamiento y de un asesinato atravesado por la narcocriminalidad. Dos postales de un mismo barrio. En una los vecinos contaron su versión de un día de furia. En el otro, los residentes decidieron callar sobre una ejecución que buena parte de esa barriada presenció.
Al caer la tarde del lunes del lunes Marcelo R. quedó en una encerrona cuando al querer escapar después de robar un celular en una carnicería su moto no arrancó. El joven de 27 años fue corrido por los vecinos, que lo retuvieron y le dieron una paliza de antología. Tres horas más tarde, al filo de la medianoche, en Tupac Amarú (o pasaje Rafaela) y Navarro, Gregorio Sebastián Fernández fue corrido por dos hombres que lo ejecutaron en el ingreso a un pasillo. El cuerpo del muchacho de 25 años tenía once orificios de arma de fuego en cráneo, tórax, abdomen, ambas manos, ambos brazos y piernas con fracturas en los mismos.
Un muy mal día
La noche del lunes la muerte primero se dio una vuelta por Solís al 300, entre Navarro y Tucumán, en inmediaciones de los monoblocks. Cerca de las 20.30 un hombre armado ingresó a la carnicería, pollería y granja Bigote y le robó el celular a una de las hijas del dueño. Los vecinos del local aún estaban sensibilizados porque el negocio había sido atacado a balazos el domingo, balacera que tendría fines extorsivos y en la cual el carnicero resultó herido por las esquirlas de vidrios rotos.
El ladrón hizo una de manual. Robó el celular y fue decidido hasta la moto en la que había llegado. Pero la Honda Twister 250 blanca con detalles naranja metalizado y negro nunca arrancó. El ladrón no se achicó y cuando los vecinos comenzaron a acercarse exhibió una pistola.
Aprovechando el desconcierto generado por la presencia del arma salió corriendo hacia la cortada 1517. Pero no era su día. Al entrar al pasaje se encontró con un grupo de jóvenes vecinos que estaban tomando unas cervezas. No llegó a mitad de cuadra. A unos 60 metros de la pollería primero los vecinos lo alcanzaron, luego lo desarmaron y después lo golpearon sin contemplaciones.
“Como no le arrancaba la moto disparó siete u ocho tiros. Pero lo agarraron los vecinos y lo destrozaron a trompadas y botellazos”, contó a manera de cronista barrial un vecino que filmó la detención y posteriormente viralizó el video. “¿Sabés qué pasa? Ahora los malos de la película vamos a ser los vecinos. El tipo robó armado y nos apuntó con el arma. ¿Qué íbamos a hacer, darle las llaves de la ciudad? Ese antes de chorear por acá lo va a pensar dos veces”, dijo un joven residente.
“Le pegaron hasta que llegó la policía. No quería soltar el arma. Por eso le dieron la golpiza”, agregó otro vecino. “Todo esto es muy lamentable, pero la gente está muy cansada. No podés confiar en nadie. Esto es como una cloaca en la que todo lo que nos rodea es mierda”, confió otro.
“Los vecinos estamos cansados. Hartos. ¿Qué pasa si esta lacra mata a un vecino o alguno de los pibitos que jugaban en el pasaje? ¿Lo van a pagar los políticos? No te dejan otra opción que hacer justicia”, aportó otro residente. Una lucha entre un delincuente armado y un grupo de vecinos enardecidos.
>>Leer más: Ludueña: robó un celular en una carnicería, los vecinos lo atraparon y lo golpearon
Marcelo R. fue a parar al Hospital de Emergencias Clemente Alvarez donde quedó en observación y con custodia. Le secuestraron una pistola Bersa calibre 9 milímetros negra con su numeración suprimida, una munición en su recámara y nueve en su cargador. Se incautaron cuatro vainas servidas en el lugar. La moto que no le había arrancado tenía pedido de captura por haber sido robada de levante el 17 de noviembre pasado en Vera Mujica al 1200.
La historia de ese robo no terminó allí. Cuando la hija del carnicero fue a buscar su celular hasta la comisaría 12ª, ubicada a 350 metros del otro lado de las vías, se topó con una moto Honda XR 250 Tornado negra. Rápidamente reconoció el rodado y a su conductor como quien había atacado a balazos el frente del negocio de su padre el día anterior.
De inmediato la joven dio alerta a los policías que estaban frente a la seccional de Ludueña. Una dotación del Comando Radioeléctrico lo interceptó y cuando lo estaban identificando el motociclista intentó sacar un arma que llevaba en la cintura. “Por eso se tuvo que realizar un disparo disuasorio de escopeta con munición antitumulto”, explicó una fuente policial consultada. El hombre apuntado como quien el domingo disparó contra “Bigote” quedó detenido.
Presa de la muerte
Pero la muerte siguió dando vueltas por Ludueña hasta que consiguió una presa. Al 5400 Tupac Amarú es una callejuela que se confunde con el pasaje Rafaela. Y cuando se hace un angosto pasillo choca con Navarro, buscando una salida imposible en medio de dos vías que terminan delineando a Ludueña Sur en un triángulo. Una vía corre paralela a Tupac Amarú y la otra describe una parábola a la par de calle Cuba. Un territorio bajo fuego y miedo a 500 metros del patio trasero del complejo Cinépolis (ex Village).
A esa altura de Ludueña conviven dos realidades separadas por una o dos cuadras. Una de casas precarias de todo tipo y otra de clase media trabajadora. Tupac (o Rafaela) al 5400 está bajo la disputa de dos pesos pesados pero los vecinos sólo se animan a mencionar a uno: el Flaco Mariano.
“El otro es un tipo que hace poco salió de Piñero, usurpó un par de casas y empezó a vender. Y ahí saltó la bronca. Pero esto es Vietnam. Aunque para serlo le falta el napalm (gel inflamable usado en bombas incendiarias). Acá se agarran en cualquier momento. No tienen problemas los muchachos”, explicó un vecino de la zona.
Del diálogo con media decena de vecinos el cronista pudo deducir, a dura penas, el lugar donde quedó el cuerpo inerte de Gregorio Sebastián Fernández. “Nadie te va a hablar. La gente tiene mucho miedo. Esto no es joda. No sabíamos que había muerto. Se escucharon un montón de disparos. Pero no te puedo contar más porque nadie se quiere ocupar de ese muerte una vez que vos te vayas”, explicó una joven vecina.
“Este pibe tiene una muerte”, deslizó otro residente en alusión a que la víctima habría matado a alguien. Oficialmente pudo saberse que los testigos que presenciaron la ejecución de Fernández relataron que al hombre lo corrieron dos hombres al menos tres cuadras antes de ejecutarlo.
Amigos del joven muerto aportaron que el asesinato estuvo dado en un intento de robo de su celular. Tenía once orificios de arma de fuego en cráneo, tórax, abdomen, ambas manos y los brazos y piernas fracturados. Lesiones que, además de la lluvia de plomo a la que fue sometido, lleva a inferir que Fernández pudo haber sido embestido por un vehículo. Agonizante al hombre lo subieron a un auto particular que lo trasladó al hospital Centenario. El crimen es investigado por la fiscal Gastón Avila, aunque en las próximas horas será girado a la oficina de su par Georgina Pairola.