Más allá de cómo vaya a terminar la crisis misionera, es una primera señal de alerta sobre el clima social en la Argentina. ¿Acaso no era cierto que la gente estaba teniendo paciencia y que no reclamaba porque comprendía que “no hay plata”? Pues ese siempre fue un argumento de patas cortas, ya que tarde o temprano se impacienta el más calmo y toda tolerancia de recorte de gastos tiene un límite, mucho más en una sociedad con un fuerte aspiracional como la argentina.
En primer lugar, la crisis se desata en una provincia que tenía las finanzas relativamente ordenadas (en la mitad de la tabla). La mitad de los distritos está en una peor situación.
En segundo término, Misiones es una provincia con una larga estabilidad política de la mano de la jefatura de Carlos Rovira, aquel que no pudo reformar la constitución provincial en 2006. Es decir, hace mucho que está ordenada políticamente, lo cual evita situaciones que puedan generar suspicacias. En otros términos, los conflictos no tendrían un fogoneo político extra más allá de los legítimos reclamos.
En tercer lugar, es la típica situación donde se armó el clásico efecto dominó en donde comienza por reclamar un sector y, ante alguna disposición a conceder, se produce el natural contagio hacia los otros gremios estatales. Iba a suceder tarde o temprano. El punto era cuándo. El efecto dominó agranda la crisis y obliga a repensar todo el cuadro.
La cuarta cuestión es la preocupación que tienen otros gobernadores de la zona respecto a que Misiones sea un efecto demostración para sus congéneres colindantes. Eso haría que el problema deje de ser exclusivamente de Hugo Passalacqua, para pasar a ser un ítem nacional.
Hasta acá los funcionarios de Milei hicieron lo esperado: dijeron que el problema es provincial y que no se pueden meter. El presidente no quiere saber nada con comprarse problemas ajenos, sobre todo si su solución implicase girar más dinero. Si el gobernador le hiciese algún reclamo, en aras del “no hay plata”, no podría aceptar abrir la billetera, mucho menos a cuenta de recursos que no sabe si tendrá (por ejemplo, el impuesto a las ganancias). En todo caso, le da el pie para reclamar que se apruebe el paquete fiscal en el Senado lo más rápido posible: “Ven, sin ley, pasa esto. Denme la ley y se acaban los problemas”. En todo caso puede adelantar recursos coparticipables, pero esto es pan para hoy, hambre para mañana. Lo que reciban de más hoy, será un déficit más grande el mes siguiente.
Como se sabe, el ajuste está recayendo en el recorte de las jubilaciones, los salarios estatales, la casi ausencia de obras públicas y la poda a la transferencia de recursos corrientes a las provincias (que está significando el 6 % del total ajustado). Se invirtió la taba respecto a lo que sucedía hasta el año pasado, en donde las provincias estaban relativamente cómodas en sus finanzas. Las que tenían mejores espaldas, aguantaron mejor estos primeros cinco meses, pero hay muchos gobernadores nuevos que recibieron un agujero negro muy difícil de sostener (Entre Ríos, Santa Fe, Santa Cruz, San Juan y San Luis, entre ellos).
Sin reactivación
Por otro lado, si la economía no se reactiva _lo cual parece muy difícil en los próximos meses_ no tendrá impacto sobre el IVA (coparticipable) que mejore las arcas de los 24 distritos. Sin ir más lejos, la CABA tuvo que derogar el límite de aumento que se le había fijado al ABL porque el tesoro local estará extenuado, en tanto y en cuanto el gobierno nacional no le restituya los fondos que le sacó Alberto en 2020.
El presidente deja trascender una frase que repite en su intimidad respecto a los mandatarios provinciales: “Los tengo agarrados de las bolas”. Esto es así, pero solo con los gobernadores no alcanza para inclinar la balanza a su favor, porque hay senadores “sin tierra” (sin jefe político que los ordene) y obviamente hacen valer su peso estratégico en el peor momento.
Dos legisladores complejos son Martín Lousteau (que responde a sí mismo y a sus socios políticos) y Lucila Crexell (que llegó por Juntos por el Cambio en 2019, pero responde al nuevo gobernador neuquino).
Si no se logra resolver la cuestión Misiones en el corto plazo, el riesgo de contagio crecerá. El gobernador Passalacqua está en su segundo mandato, siendo reelegido nada menos que por el 64 % de los votos. No tiene un problema de legitimidad de origen. Todo lo contrario. Sin embargo, puede estar frente a una crisis descomunal porque le ha tocado el infierno tan temido.