El largo y sinuoso camino del 2023 obligó al gobernador electo de Santa Fe a recalcular al menos tres veces su posicionamiento. Entre las Paso y las generales lo guió la táctica. Jugado a sostener el envión ganador de las primarias, Pullaro remarcó que en un eventual mano a mano entre Javier Milei y Sergio Massa se inclinaría por el libertario. Tenía sentido: los electorados de ambos se superponían y el antikirchnerismo duro rendía. Con la elección ganada, Pullaro privilegió las convicciones y las lealtades personales. El minarquista atacó a su viejo amigo Leandro Santoro y el exministro de Seguridad le colgó una etiqueta indeleble: autoritario. Pasada la primera vuelta, Pullaro se estacionó en la zona ni-ni. Allí esperan el desenlace del balotaje los sectores que no migraron hacia Milei y que tratan de sostener un perfil de oposición responsable.
En el fondo, Pullaro busca contener a dos públicos diferentes. Uno es el antiperonista recalcitrante. En esa tribuna votan cualquier opción —literalmente, cualquier opción— que enfrente al PJ. La otra platea está ocupada por simpatizantes y militantes radicales. Un grupo más pequeño, pero decisivo para sostener la estructura. Para ellos, un personaje que señala en la línea de tiempo el año 1916 como el comienzo de la decadencia y que usaba un muñeco con la cara de Raúl Alfonsín como punching ball para descargar tensiones es un sapo demasiado grande para tragar.
Con su posición prescindente, el sucesor de Omar Perotti no direcciona su caudal electoral hacia ninguno de los candidatos y abre el juego a la competencia. Si Milei y Massa quieren sus votos en la provincia, que se los ganen.
Por el momento, nadie del peronismo —que necesita elevar su techo en la franja central del país— pero tampoco ningún socio de Unidos le reclamó al futuro inquilino de la Casa Gris un posicionamiento contundente. El millón de votos que logró en septiembre disuade los ataques frontales. Tanto de los adversarios como de los aliados.
“Maxi está cumpliendo un rol de moderador, en sintonía con su postura después de las Paso y de las generales. Por respeto o por miedo, todos los jugadores se han expresado de manera respetuosa. Hacia adentro, está ejerciendo el liderazgo por las buenas y no por el látigo”, señalan desde su entorno.
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Mientras el sector del PRO santafesino ligado históricamente al fundador del partido se encolumnó con el nuevo eje Macri-Milei, el socialismo sorprendió con su apoyo explícito a Massa.
El campamento amarillo encabezado por Federico Angelini tiene varios motivos para alinearse con la nueva alianza, además de su relación de larga data con el exjefe de gobierno porteño. Representan a un electorado hostil a cualquier guiño al peronismo. No cuentan con territorio en la provincia donde replegarse. Integraron el bando de Carolina Losada, que lideró una ofensiva descarnada contra Pullaro en las primarias y hoy aparece en lugares periféricos de la futura gestión Pullaro. Para este grupo, un triunfo de Milei significa una vida extra en la política.
La posición del PS era más incómoda. De un lado, un candidato que llamó al socialismo “excremento”. Del otro, el peronismo, con lo que eso implica para un partido que tiene su base en los sectores medios refractarios al PJ y que es uno de los socios principales de la alianza que hace dos meses venció al justicialismo en Santa Fe.
Es una decisión que, reconocen en el partido de la rosa, no será gratuita. “Estamos convencidos, ir hacia Milei es enfilar hacia un autoritarismo que no sabés cómo termina. Probablemente paguemos costos políticos y electorales, pero el costo social e institucional es mucho más alto”, indican desde la conducción socialista.
Un hecho llamativo. En tiempos donde abundan las jugadas individuales o de tribu, el PS reunió a su dirección nacional y logró un documento conjunto, firmado por todas sus corrientes internas.
De todos modos, eso no significa que militantes o dirigentes del socialismo se sumen, al menos orgánicamente, a las volanteadas y actos de Unión por la Patria. La prioridad, tanto para el PS como para el resto de los integrantes de la alianza, es cuidar el pago chico. Gane quien gane, se viene una provincialización de la política, aunque la experiencia provincial podría servir como modelo a escala nacional.
“Con Massa o con Milei, Unidos va a tener un perfil bien santafesino. Si nos va bien, se puede convertir en una vidriera nacional para la oposición”, dicen desde el PS. No es sólo una perspectiva, sino que ya forma parte del balance de algunos sectores. Por ejemplo, con el escenario consumado los halcones del PRO también reconocen que un frente de frentes hubiera sido la mejor opción para no dividir el voto opositor.
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La experiencia santafesina también será una plataforma para Pullaro. El mandatario electo ya es una figura nacional, aunque le haga una mueca de fastidio a quienes se lo señalan desde su círculo más cercano.
Pullaro cubre todos los casilleros: gobernará el tercer distrito más importante del país, orilla los cincuenta años, pertenece a un partido nacional con anclaje territorial en todo el país, cuenta con la ambición necesaria para llegar a lo más alto y tiene un perfil moderado y de gestión. Y una cuestión no menor: viene de afuera del Amba.
Esos atributos ya lo convierten en un jugador clave de cara al reordenamiento de la UCR. Allí el gobernador correntino Gustavo Valdés y el porteño Martín Lousteau, referente nacional de Pullaro, asoman como los principales interesados en competir por la presidencia del partido.
Pero también lo ubica en un lugar expectante frente a un nuevo ciclo político donde el ganador del balotaje tendrá el desafío gigantesco de conducir un ajuste en medio de una profunda crisis de representación. Esa situación podría abrir la puerta grande de la política nacional a actores que se mueven, por ahora, en el circuito provincial.
Antes de eso, Massa y Milei pelean mano a mano en una competencia donde prácticamente todos los encuestadores los ubican en la franja del empate técnico. “Está palo a palo en serio. Hoy está arriba Milei pero cuando se prenda la maquinaria va a compensar”, dicen desde la usina PRO, donde están en alerta máxima frente al tigrense. “Va a usar todas las herramientas”, advierten.
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Aunque sobrevuela el interrogante de cuánto voto anticasta pierde por la virtual intervención de Macri de su campaña, Milei tiene ventaja en los dos grandes clivajes que estructuran el voto: peronismo/antiperonismo y continuidad/cambio. Para ganar, Massa necesita instalar otra línea divisoria, como autoritarismo/democracia o racionalidad/salto al vacío.
En cualquier caso, Pullaro y el resto de los gobernadores deberán negociar con el poder central. A priori, con Milei lo harán desde una posición de fuerza, en un escenario más turbulento. Con Massa, en una situación más previsible pero frente a un viejo zorro de la política que quiere sumar opositores a su gobierno de unidad nacional.
En ambos casos, en el pullarismo garantizan cooperación. “Nadie quiere que estalle todo y no podamos pagar los sueldos. Con uno o con otro hay que generar vínculos para la gobernabilidad”, anticipan. Igual, aseguran que la cuestión nacional no domina las reuniones del espacio, enfocadas en terminar de armar el gabinete y trazar las principales líneas de la gestión. “Nos atraviesa, pero no lo podemos conducir ni controlar. En ese plano, todo es incertidumbre”, reconocen.