Una vez más la ortodoxia económica echa raíces en el gobierno nacional y busca combatir la inflación y el déficit fiscal con un diagnóstico equivocado, infinitamente probado y completamente falible.
Una vez más la ortodoxia económica echa raíces en el gobierno nacional y busca combatir la inflación y el déficit fiscal con un diagnóstico equivocado, infinitamente probado y completamente falible.
Así como el ya clásico derechista “el presupuesto del Estado es como el de una casa”, la discusión sobre el déficit fiscal es un hit de todo gobierno conservador y, al parecer, más aún de aquellos que se dicen liberales libertarios, anarcocapitalistas, minarquistas o conducidos por las fuerzas de los astros.
A pesar de ser un cliché de la ortodoxia, el ordenamiento de las cuentas públicas es necesario y bien hace un dirigente en ocuparse de él. Pero no existe un único camino para llegar a Roma, es decir, las penurias que exige el gobierno no son estrictamente necesarias.
En este sentido, Hernan Letcher, magíster Economía Política (Flacso) y director del CEPA, se preguntó en la ex plataforma Twitter: “¿Por qué no aplican el Impuesto a los Bienes Personales a los inmuebles rurales del exterior en lugar de reducir jubilaciones o revertir ganancias a los trabajadores?
En otras palabras, pagar el ajuste macroeconómico con sangre, sudor y lágrimas no les corresponde a los jubilados, ni a los trabajadores informales, ni a los trabajadores formales pobres, esta es la posición que exige ser discutida.
Bajo el halo leonino del “no hay plata” el ministro de economía, Luis Caputo, presentó su nuevo ciclo al frente de la política pública augurando una serie de recortes que hoy ya empiezan a lastimar tanto a individuos como instituciones bajo la promesa de que en un futuro, y tras haber cruzado el valle de lágrimas, llegará el paraíso. Pero todas las luces esconden sus sombras.
El ministro estrenó su mandato a todo trapo puesto que conjuró la devaluación más grande de la historia nacional, un 118%. La historia ya conocida, la medida lejos de combatir la inflación no hizo más que duplicarla, en diciembre llegó a 25,5% y en consecuencia los salarios entraron en su fase de licuación acelerada.
La Diputada Nacional Julia Strada hizo el cálculo, “en diciembre de 2023, se produce la mayor caída de poder adquisitivo. El Índice de Precios al Consumidor (IPC) nacional subió 25,5% mientras que los salarios de RIPTE (registrados de públicos y privados) sólo se movieron 8,3%. Ello supuso una pérdida de 13,7%”.
Este casi 14% de pérdida del poder adquisitivo solo corresponde al último mes del año, con el 20,6% de inflación de enero se registrara una pérdida real de 18,2% de los salarios, medición que se reduce a aquellos trabajadores registrados, para los informales, la historia siempre es mucho peor.
Bajo la óptica oficial, la licuación salarial y la merma del gasto público equilibrarán las cuentas estatales pero, una vez más, las luces esconden sombras. La retracción de la actividad amenaza a la recaudación fiscal y pone en jaqué la tan públicitada reducción del deficit. Pero la amenaza a las metas del gobierno no provienen únicamente de la caída en la actividad económica sino también que resulta víctima de la misma inflación que el gobierno alimenta.
A este ritmo incontrolable, el aumento de precios retrasa el tipo de cambio y vuelve inminente una nueva devaluación, la cual muchos economistas esperan llegará el mes de marzo, la misma volverá a encender la espiral inflacionaria, a retraer la actividad económica a comerse los salarios y a disminuir la recaudación estatal.
¡No me pises! señala la bandera libertaria, y no se hará porque la espiral descendente rompe todos los pisos posibles cuando el falso liberalismo económico se aplica únicamente algunos precios de bienes y servicios.
¿Acaso los salarios no son precios? Si, lo son y resultan estar pisados. El invento de la inflación deprimida parece dar un giro de 360 grados y esconder un gran elefante blanco.
Los salarios, las jubilaciones y los gastos provinciales deberán recomponer su poder de compra y de seguro lo harán. Indefectiblemente ello traerá aparejada otra pulseada de precios que calentará sus aumentos.
De otra manera, resulta imposible pensar un país en que los asalariados puedan enfrentar y absorber aumentos descomunales como los acumulados en apenas tres meses, a modo de ejemplo: la electricidad acumula aumentos del orden del 140% en adelante y universidades.
y hospitales,los combustibles subieron 140% entre noviembre 2023 y febrero 2024, los Medicamentos incrementaron su precio 101,2% y la harina de trigo registró un incremento de 89% llevando el precio del pan a niveles indigeribles, entre otros valores.
Por ello, el gobierno acelera su plan suicida: La dolarización. La misma permitirá congelar la foto de redistribución regresiva al día de su implementación y que obturaría cualquier nueva decisión de gasto o recomposición salarial a la provisión de una moneda que este país no
genera y de la que sufre una escasez crónica. Cualquier variación en el nivel de vida de la población estaría signada sólo por el rendimiento de las mercanciás que pueden ser exportadas, es decir, que pueden traer dólares frescos.
Argentina exporta principalmente bienes primarios, productos del suelo a merced del clima y los buenos tiempos. eliminar la propia moneda, es convertir a los argentinos en una tribu que convoque con danzas a las lluvias para aliviar sus penurias.
Por Lucas Ameriso