Siempre lo mismo, en el momento del eclipse lo que se viene encima es nada más que el recuerdo de la luz. Y Gerardo era una luz y brillaba como esos candelabros de los patios moros, que siempre terminan captando la atención sin importar donde uno esté parado. Y lo cuentan invariablemente los que lo conocieron antes de que fuera una celebridad nacional en el campo de la comunicación y de los medios. Era hablador, de ingenio fácil y chistoso en la Mariano Moreno, donde hizo la primaria, en Paraguay y 3 de Febrero. Era igual en el Superior de Comercio, donde hizo toda la secundaria a la tarde. También en la Facultad de Ciencia Política en la que estudió Comunicación Social, donde tenía a cada rato esos arrebatos chispeantes y donde, digamos todo, más de una vez lo quisimos cachetear por pasarse de canchero.
¡Cómo le daba a la lengua! Ayer contaba un compañero que hizo con él toda la secundaria que siempre hablaba en las asambleas del Superior. Había ingresado en el 83 que fue el último año de la dictadura y los colegios retomaban con pereza las rutinas de la participación democrática. Cuando estaba en cuarto año hubo una toma del colegio y los docentes estaban en la sala de profesores. Cuenta su compañero e íntimo amigo Gabriel Resels que los estudiantes fueron hasta allí, les pedían a los profes que salieran y en eso se escuchó la voz de Gerardo. "Estos son aires de democracia y más de un corazón se está oxidando". Al final de ese año se llevo cinco materias. Algunas merecidamente. Pero a un profesor le protestó la nota que para él injustamente lo mandaba a examen. "Todo tiene que ver con todo", recordaba que lo emparejó el docente rencoroso.
Carismático, sociable, encarador, sabía expresarse, tenía lecturas, le interesaba la literatura, la música, la política. Así era ya a los 13 años, época en que durante los sábados iba a jugar al ajedrez con dos amigos a la Biblioteca Argentina, cuando dejó de jugar a la pelota (era un perro) en el pasaje Espora a la vuelta de su casa, a media cuadra de 9 de Julio al 1600. A la mitad de la secundaria entró en un grupo de teatro del colegio que dirigía la después ministra de Cultura Chiqui González, quizá para canalizar todo ese histrionismo descalibrado y desopilante que mostraría en la Facultad y en la Redacción de Rosario 12, donde tuvo su primer trabajo como periodista rentado.
En Ciencia Política desde 1988 militó en El Payo, una agrupación de izquierda que tenía una publicación donde escribía crónicas sobre la coyuntura de los claustros con acidez escasamente compasiva hacia las agrupaciones rivales, con muchos de cuyos dirigentes terminó amigo. En 1990 participó en un video en VHS que vio toda la Facultad. Su papel allí fue entrevistar a un profesor de una supuesta universidad del futuro. Una imagen suya en un intervalo de filmación ayer circuló abundantemente en redes sociales entre sus contactos rosarinos. Tenía especialmente entre ojos por aquel tiempo a la Franja Morada pero su encono fue efímero: uno de sus mejores amigos fue el actual intendente de Rosario, que militó en esa agrupación desde primer año del Superior, y cuando se mudó a Buenos Aires lo hizo con su novia de entonces, que había sido presidenta del centro de estudiantes de la Facultad de Política por la Franja.
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Gerardo como cronista de un disparatado video de su agrupación universitaria, en la Facultad de Ciencia Política en 1990
Gentileza Hugo Sanguinetti
Ese magnetismo arrebatador no tardó nada en verse en Buenos Aires. Había mostrado un gran talento prematuro como periodista gráfico. Pero al poco tiempo de llegar a terreno porteño mostraría que su dominio central sería la TV. A poco tiempo de estar allá Osvaldo Bazán, que también terminaría en BA, lo fue a visitar. Gerardo por Bazán tenía una admiración que bordeaba la locura. Pero al ver lo que pasaba el que quedó alucinado fue Bazán.
En ese momento Gerardo llevaba un año en Buenos Aires, había ganado rápidamente mucha influencia como productor en Canal 9 y ya despertaba en los demás poderosas identificaciones afectivas . "Era como una celebridad y vi una escena que me pareció delirante", contaba Osvaldo por entonces. "Gerardo andaba por los pasillos del canal y todo el mundo quería hablar con él. En eso un hombre grande, maquillado, casi se arrodilla y le dice con tono de ruego: por favor concedéme un momento para hablar. Era Roberto Galán".
Después lo conocido por todos. Había llegado a Buenos Aires, todavía viviendo en Rosario, a hacer un programa de verano con Raúl Becerra y Jorge Manzur. De allí su chispa mental y la velocidad de su genio le fueron abriendo puertas. Conoció a Pablo Codevila y así llegó a trabajar con Nicolás Repetto y a ser el artífice de Sábado Bus. Entrevistó a todos los músicos, a todos los actores, a todos los humoristas como se contó en estos días en notas de a miles.
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Pablo Feldman, Gabriel Penise, Gerardo y Carlos del Frade, cuando hacían un recordado programa en LT8 en 1994.
Gentileza Carlos del Frade
Y siempre volvía y hablaba y sentía a Rosario. La ciudad donde una vez encaró a Fontanarrosa en El Cairo con una carpeta de escritos que le valió la recomendación de entrar a Rosario/12 en 1990. Una de sus primeras y potentes crónicas allí fue sobre una brutal redada policial en un boliche gay _así se los llamaba_ que estaba en un sótano de 1º de Mayo y Pellegrini. Más tarde también en Rosario con Pablo Feldman, Gabriel Penise y Carlos del Frade hicieron en 1994 "Columnas de Medianoche", un recordado programa en LT8 que ganó el Martín Fierro.
No era nada inusual encontrarlo en Rosario un fin de semana en un bar, en un recital o en el cine. Y Rosario traqueteaba en sus últimos recuerdos. En los últimos días, cuando su memoria prodigiosa se iba apagando, le comentó a un amigo sobre un disco de Carlos Vandera y Adrián Abonizio. Y refirió sobre un partido de Central, siempre Central, cuya bandera envolvió su féretro.
Un tipo que habló siempre hasta por los codos con las ocurrencias más sagaces eligió para su propio final cancelar todo anuncio. Le contó a los más íntimos lo que le pasaba. Varios eran de Rosario. Pero desde hace tiempo venía remarcando la importancia de aprovechar el tiempo. Que había encontrado el modo de hacerlo con Pedro y Elena, sus dos hijos, y que eso lo hacía feliz. En los meses del final su mensaje fue abrir el corazón para disfrutar lo que tenemos. Hasta el último instante, él lo hizo.