Este escenario, aún vigente, aporta más preguntas que respuestas. ¿Cómo fue que la rebeldía viró hacia la derecha?, ¿Cómo comprender que muchos chicos y chicas expresen discursos autoritarios, incluso negacionistas del pasado reciente?, ¿se trata de un fenómeno que expresa las deudas de la democracia?, ¿Qué rol jugó y juega el sistema educativo al respecto?. Para arrojar luz sobre tantos interrogantes, La Capital dialogó con José Goicoechea, profesor de historia y formador de docentes, quien reflexionó sobre el tema.
El la charla, Goicoechea repasó su trayectoria en las aulas y puso el foco en las transformaciones generacionales y de contextos, como puntos de partida para aportar algunas respuestas. Habló de las decepciones, de las promesas incumplidas y las deudas de la democracia. Analizó la tiranía del presente y definió al individualismo como mecanismo de supervivencia de muchos jóvenes frente a una realidad que los arrasa. Pero sobre todo, reflexionó sobre el rol de la escuela y el compromiso que debe asumir en la tarea de cultivar la democracia.
A lo largo de tu extensa trayectoria docente, ¿pudiste percibir este avance de las ideología de derecha en las juventudes?
Si, pude verlo. En las nuevas generaciones pasa que cuando uno se sienta, cuenta y narra, a los pibes ya les empieza a doler la cabeza, porque los códigos de mi lenguaje y mi forma de narrar no son los mismos que los de ellos. A estos chicos, como sujetos históricos de esta época, les cuesta sintonizar con la experiencia de quienes salieron por la conquista de derechos, y yo vengo de la generación de Malvinas. En este sentido, hay una pérdida en la narrativa, hoy a los pibes les cuesta religar con el pasado, viven en un presente con un tiempo inmediato del Instagram, de la hiperinformación y la hiperindividualidad. A veces se sorprenden cuando alguien les sabe narrar una historia y se empiezan a enganchar, y cuando aprenden sobre el pasado, lo ven con una decepción muy grande. Nosotros narramos decepciones, nosotros estamos enojados con el sistema porque vemos que no dio respuestas y no permitió esa idea de progreso indefinido. Entonces los pibes dicen ¿de qué nos están hablando los docentes?. Hay un quiebre de sentido, ante las promesas de las izquierdas de establecer condiciones de igualdad, de que es posible una comunidad de vínculos solidaria. Estas ideas se empiezan a quebrar, porque en realidad lo que están viendo es un salvajismo brutal, un sálvese quien pueda.
¿Podemos decir que esta derechización de las juventudes responde deudas que la democracia no ha saldado?
Totalmente, me hace recordar a cuando Alfonsín decía que con la democracia se come se cura y se educa, y de esa primavera democrática que era un florecimiento en mis 18, con ganas de estudiar, leer e investigar. Creo que ese ciclo se fue agotando por las decepciones, y también porque el sistema capitalista no está concebido para las necesidades humanas y ese es un problema global. Le ponemos todas las fichas a la democracia porque obvio que es el mejor sistema, pero también las democracias son una construcción histórica, y negar la herencia histórica que obstaculiza esa democratización hace que repitamos viejos errores y no sepamos abordarlos. Inclusive al calor de los cambios, como los tecnológicos, se percibe el efecto de aquello que todavía no hemos resuelto más lo nuevo que se viene. Frente a esta vorágine, me da la sensación de que nuestros pibes responden con mecanismos de supervivencia y adaptación. Si se hacen cada vez más cuestionadas las formas de convivencia y solidaridad, entonces respondo en función de imperativos personales e individuales, el egoísmo consumista del propio sistema, también respalda el vivir y el sobrevivir como condición. En este marco, la escuela pasó a ser una institución del siglo XIX que no ha podido adaptarse a las necesidades y demandas de las juventudes. Las currículas siguen siendo enciclopedistas y las maneras de evaluar no se condicen con las prácticas que los jóvenes necesitan en esta nueva sociedad. Entonces los pibes piensan en sus posibilidades de mejorar el propio emprendimiento personal, independientemente de si tienen o no título secundario, porque ya no les importa tenerlo.
Allende decía que “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”, ¿Es un fenómeno contranatura, qué mirada tenés al respecto?
Pasa que ahora la derecha le ha disputado la rebeldía a la izquierda. La izquierda ha quedado anquilosada en una lectura teórica, es como el intelectual envasado al vacío, la retórica de la izquierda ha quedado encerrada en sus propios principios y en una narrativa que no se consustancia con las posibilidades de una realidad que te pasa por encima. Entonces los pibes dicen: “profe usted es muy idealista”. Ahí se genera una contradicción fuerte, porque ¿Cómo es que llegamos a pensar que la derecha se ha transformado en revolucionaria?. Me resuenan algunos autores que dicen que la transgresión ha cambiado de bando. En este momento el de derecha se arroga decir las cosas “como son” en nombre del pueblo, mientras que la izquierda representa solo la expresión de un sector minoritario. El tema es que esta extrema derecha va contra el Estado, contra lo que nadie discutía porque es impensable una sociedad sin Estado, pero hoy hay un individualismo tal que se pone en tela de juicio al mismo Estado.
¿Y con él, todo concepto de lo colectivo?
Exacto, la derecha viene a patear el tablero de la corrección política y el intelectualismo. En lo educativo, uno de los puntos es desconocer el valor de la narrativa, hay una vacío narrativo y conceptual. Estamos hiperinformados, asociado a la posibilidad de consumir, los tiempos de la información son los tiempos de la digitalización, los chicos atienden a su presente inmediato como una manera de resistir y sobrevivir, no hay un tiempo para ponernos a pensar.
¿Es una especie de tiranía del presente que menosprecia el pasado?
Totalmente, por eso cuesta tanto enseñar historia. En los últimos años, para enseñar en la secundaria, les decía a los chicos que la historia era fundamental para entender que hacer hoy, que el metro cuadrado de nuestras vidas tenía que ver con el pasado, y lo primero que se me ocurrió fue hacer brújulas ideológicas de la historia argentina para que los adolescentes pudieran ver dónde estaban parados y qué concepción representa esa mirada del mundo. Con esto jugamos mucho, no podemos dejar de enseñar en la escuela categorías como: izquierdas, derechas, centros, extremas. Son conceptos necesarios para saber donde estamos ubicados y entender qué intereses, que supuestos y de donde viene. Y no se puede hacer de otra forma que no sea indagando sobre el pasado, sobre el origen de las instituciones, los partidos políticos y las ideas.
Mucho de lo que los chicos y chicas saben de historia argentina lo aprendieron en la escuela, donde el valor de la democracia y el respeto por los derechos humanos es contemplado en la currícula. ¿Será que urge poner en debate la didáctica de las ciencias sociales?
Si, ¿Sabés porqué?, porque se vincula la didáctica con lo ideológico y se impone la idea de que el historiador adoctrina. Enseñar es hacer a pensar, es reflexionar, reconocer y armar el rompecabezas de posiciones, yo hablo de tomar una posición paradojal. Si bien el docente siempre tiene una posición tomada, porque nunca es neutro, el trabajo didáctico tiene que asociarse con la construcción desde lo diverso, ponernos en el lugar desde el conflicto, la paradoja y el dilema. Cuando yo armo la brújula, no inclino la balanza hacia un solo norte, sino que hablo de varios nortes, de varios sures, de varias izquierdas y derechas. Esa construcción nos la merecemos como docentes, incluso para aprender todo el tiempo, no para enseñar.
Sobre el adoctrinamiento, se pone a la educación argentina permanentemente en tela de juicio, (el presidente llegó a decir que la currícula de los profesorados es de izquierda). ¿Hay una doble vara en este discurso?
Claro, y acá aparece un mecanismo engañoso y el famoso mito de la objetividad, que dice que la derecha no es ideología sino la realidad, entonces todo lo que se contraponga a esa verdad o la ponga en discusión a través de la reflexión, ya es de izquierda. Cuando uno habla de adoctrinamiento es porque se posiciona en un pensamiento único, sea cual sea, de derecha o de izquierda. Adoctrinar es pensarse maniqueamente como el bien. Esa doble vara se ve en el discurso de Milei, que adoctrina todo el tiempo porque se cree depositario de la verdad. Y ahí esta el tema pedagógico fundamental, cuando un joven descreído es invitado y motivado por un docente a cuestionar y pensar, ya están dadas las condiciones para abrir el abanico de la diversidad y construir el rompecabezas ideológico, eso es una educación emancipadora. Cada chico indagará y tomará posición, pero lo hará frente a la diversidad que el docente plantea. Es necesario también que los docentes se animen a aprender, que dejen de reproducir las viejas formulas por miedo o por no querer comprometerse. Hay que despejar los miedos identificando posiciones ideológica políticas. Esta idea de que lo político es mala palabra está asociada solo a lo partidario, y es un problema del sistema educativo.
¿Como si la educación no tuviera que ver con lo político?
Exactamente, yo lo llamo lo político, no la política, porque todo es político, nuestra decisión de no ir al supermercado y comprar en el almacén es una decisión política.
La población argentina parece someterse a una permanente repetición de experiencias vividas (por ejemplo hoy circulan discursos negacionistas). ¿Es necesaria una reforma curricular que ofrezca más contenido sobre la historia reciente?
Ese es un punto clave. El año pasado formé parte del equipo de cambio del diseño curricular de nivel inicial y primario en la provincia de Santa Fe, porque hacía 26 años que Santa Fe no tenía su propia currícula. Un ejemplo a destacar: la currícula tradicional de 7º trataba la antigüedad, Grecia, los egipcios, una currícula vieja y eurocéntrica. No puede ser que los chicos terminen el ciclo de la primaria con una historia antigua y desarraigada. Entonces pensamos que en 7º se recuperen todos los saberes de la escuela primaria, Santa Fe, Argentina, Latinoamérica, y desde la provincia abrir la ventana al mundo, pero no como una mera cronología de hechos. En las currículas es necesario cambiar las periodizaciones históricas clásicas, algunas disociadas de los espacios geográficos, porque de lo contrario estamos perdiendo la posibilidad de involucrarnos y sentirnos parte, de poder analizar mi metro cuadrado y extender ese análisis hacia mi comunidad. Mi consigna es que la historia cobre vida, que el pasado se haga presente, porque puedo ver en el presente como respira el pasado. Más que hablar de historia hay que hablar de historizarnos y geografiarnos. La currícula es una plataforma que nos invita a habitarla y construirla junto a la comunidad de la que formamos parte.