DMG son las iniciales de este chico que aparece como el tirador al principio y al final de la saga y que es, para los acusadores, quien enlaza dos células implicadas en los ataques. Por un lado un grupo que estaría al mando de Alejandro Isaías “Chucky Monedita” Núñez, preso en Piñero como jefe de una organización del barrio Parque del Mercado, y por otro actores al mando de un preso federal que podría ser el empresario narco Esteban Lindor Alvarado o Claudio “Morocho” Mansilla, jefe de una violenta banda del barrio Santa Lucía.
El adolescentes brindó una declaración informativa —en condiciones cuestionadas por las defensas de los acusados— y tiene tratamiento de testigo protegido. Poco se sabe de su pasado y de su historia: su testimonio sólo repasa, sin valoraciones, lo que ocurrió en esos días que paralizaron la ciudad de Rosario y provocaron paros en los servicio de taxis, de colectivos y del servicio nocturno de surtidores.
El comienzo
DMG contó que por esos días se había puesto de novio con una chica y se había hecho amigo del hermano de ella. Ese fue el punto de partida de su relato. A través de ellos conoció a “Matute”, como le dicen a un adolescente de 16 años que para los fiscales sería quien se ocupó de reclutar la mano de obra entre otros menores de edad a quienes les aportaron las armas y les pagaron entre 200 mil y 400 mil pesos por cada encargo.
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Matute es hermano de Macarena Solange Muñoz, de 28 años y acusada junto a su pareja Gustavo “Gusti” Márquez, de 29, de coordinar los ataques a taxistas y la balacera a la comisaría 15ª. Todo ante supuestas órdenes del preso Alejandro “Chuky Monedita” Núñez y su pareja, Brenda "La Cote" Pared.
Fue Matute, según el chico, quien les presentó a Gusti y Macarena y a los otros adolescentes envueltos en estos hechos: uno de 16 años llamado Michel y otro de 15 del que se conocen sus iniciales, CNT. “Gusti me llamó el día que jugó Central y me mandó a hacer el hecho de Flammarión, el del primer taxista”, contó sobre cómo se gestó el crimen de Héctor Figueroa, de 40 años y padre de dos hijos, baleado la noche del martes 5 cuando Central enfrentaba de local a Vélez.
“Estábamos todos reunidos —contó— en Lamadrid y Presidente Roca, en la casa de Macarena, y me dijeron que tenía que hacer el hecho del taxista en el entretiempo cuando están todos los policías en la cancha. Fuimos con CNT y Michel. Ellos salen en una bici. CNT tenía unas zapatillas blancas DC que una de esas perdió cuando salió apurado del taxi”. Mientras los dos en bici fueron a esperar un taxi en cercanías de Oroño y Uriburu, DMG se quedó esperando en el punto acordado como destino, en Flammarión y Lamadrid, adonde al rato llegó Michel en la bicicleta para avisarle que el coche estaba en camino.
“Cuando llegó el taxi me acerqué a la calle y le tiré al tachero. Tiré como me dijeron. Me acuerdo que estaba un poco hacia adelante, por eso uno de los tiros fue a parar atrás, justo salía CNT y uno de los tiros le dio en la panza. Le habían dado una carta que tenía que dejar pero salió apurado. No sé qué decía. Era contra Pullaro y Coccoccioni para que dejen de verduguear a los presos. El arma me la dieron envuelta en un trapo. No sé quién escribió la carta”, precisó el adolescente sobre esa pistola Thunder “medio oxidada” que también se usaría al día siguiente en el crimen del taxista Diego Celentano y en el ataque a balazos comisaría la comisaría 15ª el jueves 7.
Tras los disparos, el chico se quedó merodeando en las vías paralelas a Flammarión hasta que Michel llegó a buscarlo. “Nos metimos corriendo en la casa de una pipera. Macarena se llevó el arma y me dio 4 mil pesos para que me tome un taxi y me fui a la casa de mi novia. CNT andaba con una sola zapatilla porque a la otra la había perdido en el taxi”, contó.
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Una vez terminado el partido le pagaron 300 mil pesos. El buzo que llevaba puesto CNT estaba roto con dos agujeritos de bala y una mancha de sangre, “así que lo quemaron”. Cuando lo detuvieron en un pasillo de Anchorena al 1500, de hecho, el chico se reponía de un roce de bala en el abdomen. “A la tarde siguiente lo invité a comer a Michel al shopping con esa plata”, completó.
Según ese testimonio, la orden de esos asesinatos fue emitida por Chucky a través de su pareja, quien lo visitó en prisión entre febrero en abril, y a quien se referían como “La Doña”, porque “están verdugueando a los presos y no les dejan pasar comida. Arriba de todo está Alvarado pero en esto no se mete. El que organiza todo es Chucky, el que recibe las órdenes es Gusti y la que maneja la plata es Macarena”.
El segundo
“Al día siguiente se hizo el otro hecho”, dijo el adolescente en referencia al crimen de Celentano, ejecutado cerca de la medianoche del miércoles 6. Al salir del shopping Alto Rosario, contó, se juntaron en la casa de su novia con los otros adolescentes y Michel comenzó a recibir mensajes de Gusti indicándole que “había un trabajo”.
“No eran ni las 8 de la noche. Gusti lo llama a Michel y nos vamos todos a Lamadrid al fondo. En esa casa estaba CNT y llegó uno que le dicen Duraznito (otro adolescente a disposición de un juzgado de Menores) y trajo el arma. La misma que había usado el día anterior yo”.
“Michel llamó un taxi —siguió— con el teléfono que les prestó el marido de la hermana y me quedé esperando. CNT y Michel volvieron enseguida corriendo y se reían porque a Michel se le cayó una zapatilla. La perdió cuando se bajó del taxi. La otra la tiró en un descampado enfrente de la casa y se fue a la casa de Durazno a devolver el arma”. Al seguir con su relato el adolescente dio referencias del pago a los otros chicos y contó que al día siguiente, el jueves 7, fue otra vez a comer al shopping. “Estaban Matute, CNT y Michel. Se compraron zapatillas”.
Esa noche sería atacada con seis tiros desde una moto la comisaría de Sarmiento y Ameghino. Esto dijo DMG al respecto: “Sé que la doña (por Pared) le había pedido a Gusti que balearan unos colectivos. Pero cuando Gusti habla con la doña ella le dice que no porque ya lo había organizado con gente del Santa Lucía. Ese mismo día le dice que baleen un camión de basura. Una comisaría o una farmacia. Gusti mandó a uno que le dicen Colo y a Matute con una moto roja secuestrada al otro día en un allanamiento. Le dieron 10 mil pesos”.
Los laburos de "Franco"
El mismo día, a las 18.45, el colectivero Marcos Daloia, de 39 años, era baleado en Mendoza y Guatemala por un gatillero que se subió al trole de la línea K en Mendoza y Guatemala, le efectuó dos disparos a la cabeza y escapó en una moto. El chofer murió tres días después, el domingo 10). Un día antes se había producido el atentado a un colectivo de la línea 122 roja. En ese caso los tiros desde una moto que se ubicó a la par atravesaron la carrocería pero no alcanzaron a herir al chofer porque se les trabó el arma.
“Esos laburos los organizó Franco”, dijo el chico en referencia al acusado Axel Uriel Rodríguez, que usa ese otro nombre en su perfil de Instagram. “Estaba con tobillera en el Santa Lucía, en calle Misiones, porque tenía dos muertos”, dijo sobre este joven que cumplía en prisión domiciliaria una condena por un homicidio cometido cuando era menor.
Otro hombre al que apodan “Chucky Grande” para diferenciarlo de Monedita Núñez, y que se encuentra prófugo, sería quien manejó la moto en los dos ataques a colectivos llevando como acompañante a un chico que “debe tener 16 o 17 años. Usan menores para cometer los hechos”, dijo, también en relación a sí mismo, el gatillero adolescente.
El sábado 9 apareció colgando un trapo con un mensaje tumbero en el puente sobre Oroño y avenida Circunvalación. Iba dirigido al gobernador Maximiliano Pullaro y a su ministro de Seguridad y Justicia Pablo Cococcioni y amenazaba con sembrar más muertes inocentes: “Franco mandó a colgar una bandera en zona sur. Quería que la colgaran bien abajo para que la vean de frente pero la colgaron arriba en el puente. El se quejaba de que la colgaron así nomás. No sé quién la colgó, sólo sé que la orden la dio Mansilla”, dijo el testigo en referente a Claudio “Morocho” Mansilla, jefe de una violenta banda narco del Santa Lucía condenado por un doble crimen.
El último
El mismo día, a las 20, sería asesinado Bruno Bussanich, el playero de la estación de servicios Puma de Mendoza al 7600 con dos tiros a la cabeza. Sobre este ataque, DMG contó que esa semana había andado en una moto prestada por el hermano de su novia. El viernes 8 de marzo cruzó a policías del Comando Radioeléctrico que intentaron detenerlo en Alem al 4000. El arrojó la moto, que fue secuestrada, y entró corriendo a un pasillo para evitar que lo apresaran.
El sábado día siguiente recibió un llamado de Macarena diciéndole que Gusti “ya tenía la forma en que le podía pagar la moto”. Lo convocaron al pasillo de calle Anchorena. Allí estaba esperándolo un Uber que los trasladó a una casa de Misiones al 2200 donde lo esperaba “Franco”, quien pagó el viaje.
Una vez adentro, el chico esperó una videollamada que según dijo realizó Morocho desde una cárcel federal con instrucciones para matar a cualquier empleado de la estación; instigación que según los fiscales aún no fue corroborada. “La Doña había arreglado para que Gusti mande a alguien y Gusti me mandó a mí porque le había perdido la moto”.
Una mujer que también se encuentra prófuga en esta causa le alcanzó allí el arma —una pistola Taurus 9 milímetros— y una nota que debía dejar en la escena. “Así como matamos a 200 personas vamos a matar más”, decía el escrito. Un hombre llamado Homero aportó el vehículo, un Fiat Duna que dejó en la esquina, y otro al que le dicen Viejo cargó bidones con combustible y transportó al chico hasta la estación, donde DMG primero afirma haber dudado pero finalmente gatilló contra el trabajador de 23 años en una cabina de cobranzas.
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“Me bajé, caminé, me quedé pensando un ratito si me iba o hacía el hecho. Estaban cargando gasoil. Pensé que podía explotar todo. La nota se me cayó cuando saqué el arma. Fui, tiré y volví al auto. El Viejo estaba esperándome”. Luego de prender fuego el auto en la zona de Furlong y White fueron caminando hasta la casa de Franco, “donde la vía se divide y hace un triángulo en Santa Lucía”, un familiar de éste quemó la ropa y se quedó con las chancletas. DMG se quedó un rato cargando el celular hasta que lo llevaron a una casa abandonada de dos pisos, a una cuadra, donde le dijeron que se aguantara un tiempo.
Después, según contó, se alejó de ese grupo y se empezó a juntar con otros amigos. Pero al poco tiempo empezó a recibir llamados presionándolo para que se entregara y dijera que había cometido los crímenes “con un gatillero y un arma de Brandon Bay”, quien cumple condena como el jefe de la banda de Los Gorditos.
A un mes de la saga lo atraparon. Luego de que una recompensa de 10 millones de pesos animara a hablar a una persona que había escuchado de su responsabilidad por parte de un familiar del adolescente.
La declaración de DMG se leyó la semana pasada en la audiencia del martes, cuando los fiscales imputaron en la trama de ataques a cinco personas que escucharon ese relato conectadas a la sala por videoconferencia desde sus lugares de detención. El chico, no punible por su edad, fue resguardado como testigo protegido fuera de Rosario.