A diez años de las elecciones en las que el kirchnerismo acuñó la consigna “en la vida hay que elegir”, Cristina anunció este jueves en La Plata su elección respecto a dos puntos clave de la futura campaña: el relato y el adversario.
Por Mariano D'Arrigo
A diez años de las elecciones en las que el kirchnerismo acuñó la consigna “en la vida hay que elegir”, Cristina anunció este jueves en La Plata su elección respecto a dos puntos clave de la futura campaña: el relato y el adversario.
En el centro de un sistema político resquebrajado y frente a una tribuna que no se cansa de corear el mantra de “Cristina presidenta”, la vice bajó un mensaje de marcado tono opositor.
Lejos de ser una novedad, desde el “funcionarios que no funcionan”, también en su ciudad natal, Cristina viene desmarcándose de un gobierno que surgió de un tuit suyo en mayo de 2019 y se prepara para terminar de pasar a la oposición en diciembre.
El objetivo es conservar la fortaleza bonaerense y retener la mayor cantidad posible de legisladores para tratar de vetar las reformas que intentarán —con diferentes niveles de profundidad, velocidad y acuerdo político— prácticamente todos los que intentan suceder a Alberto Fernández.
Al igual que en sus últimas intervenciones públicas, la Cristina que asegura que ya dio todo lo que tenía para dar parece pedirles que agarren la pala a aquellos dirigentes que se dedicaron a consumir su capital político, más que a reponerlo. O, incluso, a crear uno propio.
Por momentos, el acto en el Teatro Argentina parecía menos un acto peronista que una ceremonia típica de los viejos regímenes de la Europa del Este de la segunda posguerra, con los integrantes de la nomenklatura vitoreando al líder. Por convicción o por conveniencia.
“Algunos compañeros se hicieron cristinistas para que ella piense y labure por ellos, no van a aceptar que los haga pensar y laburar”, desliza un dirigente peronista que va y viene entre Buenos Aires y Santa Fe.
Al menos, esta vez evitó el fuego amigo. “No pegó demasiado hacia adentro y disciplinó a los propios un poco”, valora un referente lejano al núcleo cristinista.
Con la vara por el piso, el tono del discurso de CFK trajo un mínimo de alivio al Frente de Todos (menos Alberto) en una de sus peores semanas en casi cuatro años de gobierno.
En una corrida cambiaria que trajo de vuelta el fantasma del colapso inminente, Cristina se aferra más que nunca a Massa y depende, para lamento suyo, de las decisiones de un Estados Unidos que no hace beneficencia y sigue con atención los movimientos de China en áreas críticas como defensa y energía.
Anclada en el recuerdo de los años dorados del kirchnerismo y la crítica a un presente al que no le encuentra salida, Cristina no logra siquiera borronear una imagen de futuro.
Sobre esa frustración se monta Javier Milei, el rival por el que se inclinó la dos veces presidenta. Tal vez con la lectura de que el voto de Juntos por el Cambio es más sólido y el del diputado de La Libertad Avanza más volátil y se nutre de electores recuperables por el peronismo, Cristina centró su conferencia en la catástrofe que generó el crac de la convertibilidad —que aplaudió todo el peronismo hasta bien avanzados los noventa—, y la pulverización de los salarios que implicaría la dolarización, que suena como canto de sirenas para las mayorías que ven cómo sus ingresos se deshacen frente a la disparada de los precios.
Hoy, la pulseada entre Cristina y Milei parece por el segundo y el tercer puesto. Pero un escenario tan aleatorio, y que depende del humor de una sociedad que acumula una década de decepciones, enciende alertas en el PRO. Esta semana, Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y el resto de la mesa chica del partido se reunieron para dar una señal de unidad, mientras crece en las encuestas el profeta del libre mercado que sirvió para desplazar hacia la derecha el centro de gravedad del debate público y hoy se convierte en una amenaza.
A prudente distancia de la escena nacional, en Santa Fe sigue una ronda frenética de conversaciones, negociaciones y ofrecimientos. Cantantes, ex futbolistas y periodistas aparecen en una lista casi lisérgica.
Con la crisis de representación a flor de piel, y ausentes por razones biológicas los grandes electores, los armadores apelan a figuras conocidas para refrescar la oferta, mientras completan el bordado territorial y el financiamiento de la campaña.
Después de un largo proceso de deliberación, Carolina Losada anunciará a comienzos de la semana que irá por la Gobernación. Además de fortalecer la estructura, el desafío para la senadora es modular un discurso para conectar con los votantes: Pullaro actuará el papel de sheriff y Clara García tratará de encarnar la versión progresista de la alianza que se presentó este martes en Cayastá.
“Va a ser pasado versus futuro”, dicen desde la mesa chica del PRO santafesino, donde dan por hecho que Federico Angelini será el precandidato a vice de Losada. Además de terminar de sellar el acuerdo nacional con el bullrichismo, sería una incorporación clave pensando en la gestión. Dotada de jugosos recursos, la presidencia del Senado es un lugar neurálgico para garantizar la gobernabilidad y el trámite legislativo en los años por venir, que serán difíciles.
En los últimos días circula el rumor de que Losada podría lanzarse el mismo lunes, en el marco del mensaje del gobernador Omar Perotti ante la Legislatura, en el inicio del período de sesiones ordinarias. Una jugada disruptiva, pero no exenta de riesgos políticos.
“Sería desubicado y extemporáneo”, advierte un perottista paladar negro. En la Casa Gris no quieren anticipar el contenido del discurso del gobernador, que hará un repaso de la gestión, y reconocen que tendrá un sabor especial. “Tiene un valor distinto, va a ser el último, al menos de este período. Uno nunca sabe”, deslizan.
Con Losada candidata para el sillón del brigadier Estanislao López, se confirma por defecto que Pablo Javkin irá por la reelección. El plan original era al revés: primero el intendente iba a anunciar que buscaba un nuevo mandato —para que no proyectar la idea de que no le alcanzó para dar el salto y que Rosario es un plan B— y luego se lanzaba la senadora nacional.
En este marco, Javkin quiere ser el candidato único del sector conducido por la troika que completan Angelini y Julián Galdeano, al tiempo persisten interrogantes sobre los otros casilleros.
Siempre en la interna de Unidos, el candidato socialista, Enrique Estévez, salió a raspar a Javkin, y Pullaro tiene a Gabriel Chumpitaz como opción, mientras suena un posible entendimiento con Miguel Tessandori, en el marco de un acuerdo más amplio.
El ex ministro de Seguridad también sondea para el Concejo a Federico Lifschitz. El hijo del fallecido ex intendente y ex gobernador lanzó una campaña fuerte, tanto en términos discursivos como logísticos. “Somos amigos”, dicen con una sonrisa desde el entorno de Pullaro.
“No hay nada nuevo en el horizonte y no hay plazos”, aseguran en el peronismo. Vencido el deadline que se había puesto Marcelo Lewandowski para decidir, el senador nacional acompañó en Buenos Aires a sesenta presidentes comunales de localidades afectadas por la sequía y parece más cerca del tablero provincial.
Con una matriz de costo-beneficio diferente a la de los políticos de carrera, quienes vienen del sector privado suelen impacientar a quienes esperan definiciones. Como dice un dirigente opositor encargado del armado: “Los outsiders son especiales, un político de raza ve una candidatura ejecutiva con posibilidades y no toca el piso”.