“Es un material muy especial, y como se estaba editando muy poco en Buenos Aires quise salir de ese circuito de la mano de una editorial mendocina a cargo de dos educadoras y escritoras que tienen otra manera de encarar la literatura”, destaca Roldán, quien hoy a las 16 presenta este material en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, en el stand de la Biblioteca del Congreso de la Nación.
Con “Cuentos que sopla el viento”, un proyecto que creó en el año 2009 a partir del nombre de uno de sus libros, Laura Roldán recorre el país y le gusta aclarar que lo hace de Ushuaia a La Quiaca. Luego de dos años de pandemia, retomó las charlas en universidades, profesorados, ferias y presentaciones. “Me gusta mucho más el intercambio y poder hablar sobre todo para quienes estamos haciendo material bilingüe”, destaca en referencia a varias traducciones que está realizando en lenguas originarias. Un sueño cumplido que emprendió hace un tiempo junto a una comunidad indígena.
“Lamentablemente las escuelas interculturales no disponen de libros bilingüe. En una biblioteca situada en plena selva misionera hacemos materiales propios y en este momento se está traduciendo una leyenda”, remarca. También comenta que en la provincia de Chaco tres cuentos de su padre tendrán una versión en qom a través de la fundación Napalpí, que trabaja en la defensa de los pueblos originarios, y otra en wichí a cargo de un equipo de docentes del Sauzalito, en El Impenetrable.
En esta comunicación que mantiene a la distancia para seguir adelante con este proyecto, la escritora asume que no le gusta la virtualidad. Una modalidad que sí adoptó su madre Laura, de 85 años, durante la pandemia, y que con la misma pasión continúa al día de hoy produciendo y reeditando material.
Tradición oral y escrita
Cada vez que a Laura Roldán le preguntan sobre su niñez, que podría haber sido especial por crecer en una casa de escritores, cuenta que en su familia ocurría lo mismo que en cualquier otra que fuera amante de la lectura. “Laura Devetach y Gustavo Roldán fueron mamá y papá, algo completamente normal para mí hermano y para mí, por supuesto conscientes además que ese era su trabajo. Recuerdo que los veíamos escribiendo en una Remington que ya tiene cien años y las teclas muy gastadas”, relata la escritora todavía enamorada de algunas historias que escuchaba de chica como Las aventuras de Tom Sawyer o las de Huckleberry Finn, de Mark Twain.
Durante los encuentros que Roldán mantiene con lectores en diferentes ciudades del país, siempre aparece la inquietud y sorpresa de parte de los niños al comprobar que sus padres en reiteradas ocasiones la convirtieron en protagonista de las historias. Algo que no puede explicar pero que siempre cita emocionada. “La pulga preguntona es un libro que me dedica mi padre porque así era yo de chica: pulga y preguntona; o en Cola de flor, escrito por mi madre, uno de los personajes se llama Laurita y lleva un paraguas rojo, del mismo color que el mío cuando de niña salía a saltar charcos por el barrio”.
—¿Qué lugar ocupaba la narración oral en la familia Roldán-Devetach donde los abuelos también eran grandes cuentacuentos?
—Esta costumbre era muy importante y en especial para mí. No es casual que hoy me encuentre trabajando en la traducción de materiales junto a comunidades indígenas. Mi abuela paterna era del Chaco salteño y la familia de mi madre de Resistencia, zonas con mucha oralidad, algo que como hijos disfrutamos plenamente. Nos criamos con el cuento todas las noches a los pies de la cama, incluso llegué a escuchar algunos cuentos de mi abuela Elodia, esos que le contaba a mi padre, historias que no estaban en los libros, todo era tradición oral. La oralidad me marcó muchísimo y cuando descubrí que me gustaba escribir se me ocurrió hacer un libro con esos cuentos que me contaban de chica que fueron a parar a distintas publicaciones, y a una en especial que se llama Zapallo en flor, dedicado a esta tradición familiar y que incluye recetas de las abuelas. También La chuña y el zorro y otros cuentos, La isla del disparo y Cuentos que sopla el viento.
—Todos en la familia transitaron el camino de la literatura infantil.
—La literatura no tiene edad. Este cuento, por ejemplo —y señala el libro de su padre— es muy filosófico. Un chico lo entiende de una manera y se divierte muchísimo, y los grandes lo entienden de otra, al igual que muchos de sus libros. Como escritor de poemas, ensayos y cuentos, mi padre empieza a escribir para chicos cuando mi hermano y yo siendo adolescentes le pedimos que escriba esos cuentos tan lindos que nos contaba de niños. Como ya no los recordaba, con un anotador y mate en mano lo ayudamos a registrarlos. El primer libro y uno de los más reconocidos en todo el camino lector de las escuelas es El viaje más largo del mundo, un cuento donde los animales se trasladan a la ciudad porque se enteran que hay cosas maravillosas para vivir mejor que en el monte. En esa época nosotros vivíamos en Córdoba, así que el primer traslado de los animales fue hasta allí. Pero cuando lo escribe nuestra familia ya vivía en Buenos Aires, entonces tuvo que hacer un cambio en la versión y todos van a parar a Buenos Aires, así que ahora viven con mi mamá (risas).
—¿Recuerda algún hecho o momento especial que en su experiencia animó el interés por la escritura?
—En ese momento tuve un gran apoyo pero no sé cuál fue el detonante. Trabajaba en una oficina y necesité empezar a buscar otra cosa que fuera más placentera que cumplir con horarios. Un día me ofrecieron hacer algunos artículos y cuentos en Billiken y de a poquito esa gente que valoraba lo que estaba haciendo me ofreció continuar. Manteniendo mi trabajo anterior, me propuse escribir un libro por año y así empecé a transitar ese caminito, y a disfrutar de algo que me hacía muy feliz.
—¿Cuál es su percepción en torno al hábito de la lectura que tienen hoy niños y niñas?
—En mi recorrido por bibliotecas populares, barrios marginales y escuelas estatales noto que hay necesidad de libros, necesidad de que se les cuente cuentos, y sobre todo que llegue el material a las escuelas de todo el país, de Ushuaia a La Quiaca, de sur a norte y de este a oeste. El tema es la falta de material, y que no en todos lados hay bibliotecas bien surtidas y bien atendidas.
—Pareciera que existen preferencias según la edad de los lectores y en el caso de los adolescentes suelen ser los cuentos fantásticos y de ciencia ficción.
—Hay momentos en que los chicos se relacionan mucho más con los libros de terror. Es una etapa y a veces los padres se asustan con eso, pensando que se quedan encasillados en eso. Otras familias se quejan que su hijo no lee, y solo se interesa por los dinosaurios y las historietas, cuando lo importante es que sí están leyendo y le encanta. Las historietas son un peldaño, hay que darles la oportunidad y dejarlos explorar. Si entran a una librería respetar si se prenden con un libro o cuando algo no les gusta, que puede no ser lo mejor y acorde a su nivel de lectura o no ser lo que quiere el padre o la madre.
—Si tendría que recomendar un libro de Laura Devetach y otro de Gustavo Roldán que no sean los que se están presentando en esta oportunidad, ¿cuáles elegirías?
—Resulta difícil elegir solo uno. De mi padre me encanta Dragón, un libro que no tiene edad, y aunque algunos textos son un poco más complejos, cada uno lo entiende a su manera. De Laura Devetach me quedo con el libro Diablos y mariposas, con una prosa poética bellísima aunque en este momento no se encuentra editado.
Llevar la lectura de norte a sur
Laura Roldán nació en 1961 en la ciudad de Córdoba. Además de ser autora de literatura para chicos, es investigadora y se dedica a la recopilación de coplas, adivinanzas, dichos, y cuentos populares y tradicionales. Coordinó talleres de lectura y escritura para chicos, jóvenes y docentes en distintos ámbitos, y a través del Plan Nacional de Lectura y fue colaboradora de las revistas infantiles Billiken, Humi, Cordones Sueltos, Fauna Argentina y A-Z Diez.
Entre sus escritos, se encuentran numerosas adaptaciones de cuentos tradicionales y recopilaciones de textos de la tradición oral. Recibió, entre otros, los premios Pléyade, Pregonero y Lobo de Mar (Mar del Plata).
En la promoción de la lectura, la escritora continúa visitando escuelas, bibliotecas y ferias del libro. En la actualidad,se dedica también a la investigación en antropología rural con Miguel Angel Palermo como tutor y el primero en realizar una colección completa de cuentos en lenguas originarias.