“Este tipo de veranitos suelen terminar de manera invernal”, opina el economista Claudio Lozano sobre el período de estabilidad cambiaria y auge de inversiones financieras que disfrutan el gobierno y la city. El coordinador
El economista y referente de Unidad Popular relativizó la sustentabilidad del veranito financiero y aseguró que la crisis se profundiza y crece la conflictividad. Advirtió sobre los riesgos de un proceso de balcanización del sistema federal y analizó críticamente el rol que están jugando los gobernadores
Por Alvaro Torriglia
“Este tipo de veranitos suelen terminar de manera invernal”, opina el economista Claudio Lozano sobre el período de estabilidad cambiaria y auge de inversiones financieras que disfrutan el gobierno y la city. El coordinador
del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (Ipypp) recuerda el final que han tenido estos esquemas de carry trade en el pasado y no ve un destino diferente para la experiencia actual. Por el contrario, consideró que la caída de la actividad, el ajuste, la desindustrialización, el aumento del desempleo y la pobreza atizan una conflictividad social que ya tiene consecuencias políticas. “Veto tras veto el gobierno va construyendo su propia derrota”, aseguró al tiempo que estimó que el gran desafío es la construcción de una alternativa que permita superar este "fin del ciclo político iniciado en 2001". En esa línea, el también presidente Unidad Popular estuvo en la ciudad para inaugurar un local del espacio Rosario sin miedo, que integra su partido. En ese marco, dialogó sobre la situación económica, la deuda y un proyecto de presupuesto nacional que consideró “invotable”. También advirtió sobre el peligro de la “balcanización” en Argentina. “Se pierde la perspectiva de Nación y se instala una idea de la Argentina como un conjunto de paraísos extractivos que hay que abrir a las corporaciones extranjeras”, señaló. Y opinó sobre el papel que están jugando los gobernadores en ese proceso.
¿Cómo conviven el veranito financiero con la crisis de la economía real?
No es la primera vez que se vive una situación así. Este tipo de veranitos suelen terminar de manera invernal. La calma cambiaria se apoya en un blanqueo sin penalidades, un carril especial para la liquidación de dólares de los exportadores y la posibilidad de tomar créditos en dólares y transformarlos en inversiones en pesos con tasas que les permiten hacer rentas importantes en divisas, hasta el momento en que haya alguna modificación cambiaria. Esta bicicleta típica coexiste con la destrucción de las condiciones de vida de la población, el derrumbe del mercado interno y la caída brutal de la actividad económica, con la excepción del sector exportador extractivo. No hay ninguna señal de recuperación. Las que pudieron haber aparecido en la medición mensual, al otro mes volvieron a caer. Todas las comparaciones interanuales dan negativas, incluso cuando el año anterior no fue bueno. En este contexto no hay ninguna sorpresa en la desaceleración de la suba de precios. En 2020, con pandemia, la inflación anual fue del 36%. Hoy estamos por encima a pesar de que hay niveles de deterioro que en muchos sectores son similares. Hay una creciente desindustrialización y esto se traduce en el cierre de 11.000 empresas y en la existencia de 400.000 desocupados más que el año pasado. El brindis de la bonanza financiera en la Argentina es el brindis del endeudamiento. Es lo que pasó en la dictadura, en los 90, en la experiencia de Macri y es lo que está pasando. Y su final va a ser parecido.
¿Este plan comenzó a encontrar resistencia?
La sociedad argentina reaccionó desde un comienzo. Desde la convocatoria que realizaron las tres centrales sindicales el 24 de enero, se sucedieron la multitudinaria marcha del 8 de marzo, la del 24 de marzo frente un gobierno que reivindica la dictadura, el acto del primero de mayo, la movilización por las universidades el 3 de abril y la marcha a favor de los jubilados, que puso en crisis la complicidad directa del sistema de representación institucional con las decisiones del gobierno. La monumental crisis de representación política fue condición para la emergencia de Milei. Pero ahora este fenómeno se topa con que esa institucionalidad ya no es tan receptiva. ¿Por qué? Porque hubo dos hechos que penetraron con fuerza incluso en su propia base electoral: el veto al aumento de los jubilados primero y al de la universidad después. Aparece un declive importante en la legitimidad de la gestión. La dificultad está en la articulación de un espacio opositor que le dé perspectiva a una alternativa política. Ese es el gran problema. Asistimos al final del ciclo político que empezó en el 2001. Milei ganó por el rechazo general frente al fracaso que tuvieron las coaliciones políticas que gobernaron la Argentina en los últimos dos períodos. Pero veto tras veto el gobierno va construyendo su propia derrota. Lo muestra la rebelión estudiantil y las alianzas parlamentarias mayoritarias que le ponen límites al gobierno, aunque una manga de chantas luego se den vuelta a último momento. Ahora el debate es sobre la construcción de una herramienta que represente el malestar acumulado y creciente. Nosotros vamos camino a una marcha para presentar un millón de firmas en reclamo de una sesión especial en el Congreso para voltear el decreto 70/23, que es una verdadera reforma constitucional de hecho.
Milei dijo que no le importa gobernar sin presupuesto. Y tus últimos informes hicieron foco en que ese proyecto es un dibujo. ¿Creés que su idea es que no salga?
Es un presupuesto invotable. Claramente quiere que no se lo voten para tener absoluta discrecionalidad. El presupuesto es un canto a la discrecionalidad porque no es un cálculo de recursos y gastos que, como consecuencia, tiene un resultado. En el artículo primero establece un resultado y a partir de ahí autoriza a ajustar todos los gastos en función de ese objetivo. Dicen que solo lo podrían hacer en aquellas partidas que no se actualizan automáticamente pero trascartón suspenden todas aquellas leyes que establecen subas automáticas o pisos mínimos, como la ley de educación, la de movilidad de las asignaciones familiares, la de ciencia y tecnología y la de financiamiento del Fondef. La búsqueda de discrecionalidad aparece con mayor claridad cuando sacan el decreto 846 parar reestructurar deuda sin respetar las condiciones que la ley de administración financiera establece en materia de mejorar montos, plazos o tasa de interés. El presupuesto es un mensaje a los acreedores de que va a hacer el ajuste para pagar y, como no alcanza, hará la negociación que tenga que hacer. Aun cuando implique subir la tasa de interés cinco o seis veces, porque la tasa que paga Argentina hoy es muy baja debido a la negociación que se hizo en la pandemia. El Parlamento debería exigir directamente que Milei retire el presupuesto y mande uno como la gente. Pero no tengo la menor duda de que Milei pretende que no salga, para tener un manejo discrecional. Además subestima la inflación esperada y sobreestima el crecimiento. Esto le permite mostrar en los papeles que las partidas no van a tener el mismo recorte que este año. Pero con números reales, todas caen. Es ajuste sobre ajuste.
¿Esto termina en otra crisis de la deuda?
La deuda es el efecto del proceso de internacionalización que vivió el capitalismo argentino, con la internacionalización de los principales capitales locales y un fuerte proceso extranjerización. Se habla con eufemismos del bimonetarismo pero hay que entender que la subordinación al dólar es el resultado de la extranjerización de la economía argentina. La Argentina no tiene un problema de escasez de divisas, hay u$s 400.000 millones de residentes argentinos en el exterior. El problema es este proceso de acumulación que concentra las divisas que se generan en nuestro país y las termina alojando por fuera del circuito económico local. Si uno no ataca el fenómeno más general, que implica replantear la relación con el FMI, el tema no se va a resolver. Es lo que pasó en el gobierno del Frente de Todos, que terminó entrampado en un acuerdo con el organismo que le hizo imposible cumplir con el mandato que tenía de las urnas. La administración del comercio exterior y de las finanzas ocupan un lugar clave en la discusión del futuro de la Argentina.
¿El Rigi no aportará divisas?
El Rigi no contribuye para nada para resolver el problema de divisas. Profundiza un escenario en el que no hay ni siquiera una perspectiva de Nación sino una idea de la Argentina como un conjunto de paraísos extractivos que hay que abrir a las corporaciones extranjeras, sin pasar por las mínimas regulaciones. Los dólares de inversiones y exportaciones pueden pasar por fuera del mercado único de cambios y, a partir de determinado año, las divisas pueden quedar completamente en el exterior. La idea es que haya una Argentina del litio en el norte, una Argentina del agronegocio en el centro, una Argentina de la minería de la Cordillera, la república de los hidrocarburos en la Patagonia y una apertura del continente antártico al resto de las potencias, para lo cual se avanza en la de Ushuaia asociada con los Estados Unidos.
¿Se reconfigura el mapa federal?
Lo que desaparece es la idea de Nación. De hecho Milei es el resultado de ese proceso de balcanización que vive la Argentina desde Martínez de Hoz para acá pero que tiene un punto muy fuerte en la transferencia del dominio de los recursos naturales a las provincias en la Constitución de 1994. A partir de allí, el vínculo de gobernadores con las grandes corporaciones que operan en su territorio se transformó en determinante. En la elección que gana Milei, veinte provincias tuvieron elecciones anticipadas. En las provincias no se discute el país y cada vez crecen más los partidos provinciales y se van desarmando las experiencias políticas nacionales.
¿Qué papel tienen los gobernadores en esto?
Muchos gobernadores buscan mantener un diálogo con el mismo gobierno que les dice que quieren que sean garantes del ajuste. Ya había dicho que el total del gasto público agregado tenía que representar el 25% del PBI. Y hecho el ajuste de seis puntos en el Estado nacional, lo que falta para llegar a esa cifra es el ajuste del gasto provincial. Y si faltaba algún aviso, en la presentación presupuestaria por televisión, Milei les dijo que tenían que ajustar u$s 60.000 millones. Todos enloquecieron porque eso es prácticamente la totalidad del gasto público de las provincias y varios funcionarios salieron a aclarar que en realidad son sólo u$s 20.000 millones. Los somete a una asfixia financiera por vía de la caída de la recaudación nacional, el corte de la obra pública, la interrupción de fondos para el transporte, el incentivo docente y distintas partidas. Pero muchos siguen buscando un acuerdo, tapándose los ojos respecto de lo que Milei quiere realmente de ellos. Obviamente hay contadas excepciones. Pero no hay que olvidar que 19 gobernadores firmaron el pacto de mayo, que se terminó firmando en julio porque, precisamente, hay resistencia a los planes de Milei.