Franco Cesana nació el 20 de septiembre de 1931 en Bologna, Italia. Cuando tenía
7 años fue expulsado de la escuela pública, debido a las leyes raciales de Mussolini. No entendía
por qué debía dejar a sus amigos sólo porque era judío. Su padre murió en 1939 y con su madre y un
hermano mayor se mudó a Turín. Años después, cuando los alemanes tomaron el control del norte de
Italia, donde Franco vivía, su familia tuvo que esconderse en las montañas para evitar ser
deportada a campos de concentración y muerte. Lelio, su hermano mayor, se unió a los partisanos que
combatían a los nazis. Franco, con sólo doce años, hizo lo mismo. Pero no pudo sobrevivir a la
guerra. Fue muerto por los alemanes en un enfrentamiento durante una misión en las montañas. Su
cuerpo fue entregado a su madre meses después. Franco fue el partisano más joven de toda
Italia.
Esta historia, como miles de otras durante la Segunda Guerra Mundial, están
relatadas en pequeños documentos de identificación, en formato de pasaporte, que se entregan a
quienes visitan el Museo del Holocausto, en Washington DC. Al ingresar al imponente memorial se
escoge al azar uno de estos documentos y se adopta la personalidad de una de las víctimas y su
trágico destino, contado en pocas páginas.
La primera impresión es muy fuerte pero sólo preanuncia lo que se viene. El
museo se levanta como uno de los monumentos nacionales de los Estados Unidos y recuerda a las
millones de víctimas del nazismo: judíos, gitanos, discapacitados mentales y físicos, disidentes
políticos y religiosos cristianos de todas las ciudadanías, polacos, homosexuales, testigos de
jehová, prisioneros de guerra soviéticos, entre otros. El memorial es un gran edificio de varios
pisos que contiene abundante material documental, fílmico y testimonial sobre ese período de la
historia del siglo XX.
La muestra permanente se desarrolla en tres niveles. Se comienza por el
superior, identificado como "El asalto Nazi 1933/39", pero contrariamente a lo que se puede suponer
sobre un desarrollo cronológico de los sucesos, la exhibición comienza por el fin de la historia,
con increíbles imágenes de los campos de concentración liberados por las tropas norteamericanas en
1945. En otras salas también se documenta la liberación de otros campos por fuerzas inglesas y
rusas, responsable éstas últimas de haber ingresado a Auschwitz, ícono mundial de la barbarie.
También se recuerdan las palabras del general Dwight D. Eisenhower del 15 de
abril de 1945, tras su visita a Ohrduf, subcampo de Buchenwald y que hoy retoman más significación
que nunca: "Las cosas que observé son imposible de describir. La evidencia visual y los testimonios
sobre las muertes por inanición, crueldad y bestialidad eran abrumadores. Hice esta visita
deliberadamente para estar en condiciones de prestar evidencia de primera mano sobre todas estas
cosas por si alguna vez en el futuro se desarrolla alguna tendencia a decir que esto fue una mera
propaganda".
De vuelta al comienzo, la muestra sigue con dos filmes del asalto nazi al poder
(13 minutos de duración) y su antisemitismo visceral (14 minutos). Lo destacable de las películas
es su excelente calidad e incluso algunos pasajes están en colores. La nitidez de la filmación es
asombrosa.
El segundo piso del museo, "La solución final", es tal vez el más impactante
porque examina con detenimiento el período entre 1940 y 1945 cuando Alemania se expandió por toda
Europa y levantó la mayoría de los campos de la muerte. En un pequeño auditorio de este nivel se
pueden escuchar "Las voces de Auschwitz", testimonios sonoros de los sobrevivientes del
holocausto.
Pero lo que sobresale es el vagón de ferrocarril donde se transportaba a la
gente como ganado hacia los campos de concentración. Se permite ingresar y observar el reducido
espacio en que viajaban días enteros decenas de personas hacinadas sólo con una muy pequeña ventana
en la parte superior del vagón. Fotos estremecedoras, valijas con las que las víctimas llegaban a
los campos, miles de sus zapatos y otros objetos se exhiben en el tránsito de un piso a otro, donde
también se puede visitar el registro de los sobrevivientes, a quienes se invita a documentar sus
historias.
Ya en el piso inferior y último de la muestra, "El capítulo final", se retoma
sobre la victoria aliada ante la Alemania nazi, la búsqueda de justicia para todos los criminales
de guerra y el esfuerzo de los sobrevivientes para comenzar una nueva vida. Un panel especial está
dedicado a las miles de personas a través de Europa que arriesgaron sus vidas para salvar a los
judíos de una muerte segura. Se expone, por ejemplo, uno de los botes con los que en octubre de
1943 los daneses salvaron a 7.000 judíos al transportarlos a Suecia. Algunas de estas historias y
las fotografías de los salvadores muestran una cara no tan conocida de la tragedia. Otra, la lucha
armada de miles de judíos en la resistencia —como el caso de Franco Cesana—, en los
guetos o en los ejércitos aliados también está bien documentado.
La exhibición concluye con una nueva serie de filmaciones, el testimonio de
sobrevivientes, miembros de la resistencia y liberadores, quienes comparten sus experiencias
durante la guerra.
Dónde está
El Museo del Holocausto está ubicado en el 100 de la calle Raoul Wallenberg
Place, SW, Washington DC. Se ubica a corta distancia del la estación de metro Smithsonian (líneas
azul y naranja). Está abierto todos los días de 10.30 a 17.30, menos el Día del Perdón y Navidad.
El ingreso a la muestra permanente es gratuito. Para reservar visitas grupales se requiere
anticiparlas al correo electrónico: [email protected] . El teléfono es 202-488-0400. La página
web del museo es www.ushmm.org.
Los chicos
Los nazis asesinaron a un millón y medio de niños durante la guerra. En la
planta baja del museo se levanta la Pared de Azulejos de los Niños, que los recuerda. Escolares de
todo Estados Unidos pintaron con dibujos unos 3.000 azulejos que forman la pared.
[email protected]