Nació en Rosario en 1961, se formó como fotógrafo en el taller de Gustavo
Frittegotto y ha realizado muestras en la ciudad, Buenos Aires y Miami. Pero quizá el dato más
importante de su biografía, al menos para el trabajo que viene realizando desde hace siete años,
proviene de su infancia. Cuando era chico, Nicolás Buraczok solía recorrer el viejo puerto de
Rosario. "Mi viejo trabajaba en los embarcaderos, en la construcción de barcos
—cuenta—. Con mi hermano íbamos a buscarlo a la salida, por la cortada Mangrullo. Y
después nos llevaba a caminar por Saladillo. El paseo terminaba en una despensa del barrio, donde
pedía una grapa para él y coca cola para nosotros".
En 2001 Buraczok volvió al viejo puerto y desde entonces no
ha dejado de recorrerlo con su cámara de fotos. "Trabajo con una cámara manual común de los años
60, la cuadrada, que tiene el fotómetro incluido y donde ves la imagen desde arriba. Para hacer
fotografía no es necesario tener una gran cámara, dicen que hasta podés usar una Kodak fiesta". El
resultado es la Serie del Paraná, una obra que documenta el proceso de transformación de la zona
vecina al río, "ante el temor de que se pierdan los antiguos edificios y objetos del puerto" y al
mismo con una mirada donde pueden advertirse una estética y una petición de principio: "la
fotografía directa, pura".
Su formación dio un salto cuando empezó a asistir al taller
de Gustavo Frittegotto. "En 2001 empecé a estudiar con él todo lo que es laboratorio. Me interesaba
sobre todo conocer ese proceso de la fotografía, el del revelado y copiado en papel. A partir de
ahí empecé a hacer fotos de algo que me interesaba, que yo también descubría, cuando tiran abajo
los silos de Oroño a Balcarce. Me empiezan a llamar la atención las estructuras, los objetos
portuarios".
Un trabajo inusual no sólo por sus resultados, sino por sus
métodos. Buraczok hizo una investigación de campo paciente, minuciosa. "Me he encontrado con cosas
maravillosas: escaleras que no se sabía donde terminaban, cadenas que salían de la nada, túneles
abandonados. A veces no era fácil meterse. Nunca tuve problemas con la gente que vivía en las
barrancas. He hecho fotografía de esas familias, que en los 90 vinieron del norte en busca de
trabajo, en condiciones muy precarias. Nunca me acerqué en forma agresiva con la cámara".
Su acercamiento fue también cauteloso con el mismo paisaje
que se revelaba ante su mirada. "No es que voy con la cámara y saco fotos —explica—.
Hago un trabajo previo de inspección de luz. Muchas veces llevo la fotografía al dibujo, antes de
hacerla, porque también busco darle importancia a los lugares de sombra, para darle a la imagen lo
que yo siento. Boceto en mi casa, imagino la foto a partir de lo que veo y después voy con la
cámara. Hay veces que voy solamente a mirar. Por ahí veo niebla y digo: «ojalá que mañana también
haya esta niebla»".
¿Se recupera o se pierde espacio ante el río?, se pregunta
el fotógrafo. Toma un viejo ejemplar de La Capital y lee un titular: "El ancho de la avenida de la
Costa se reduce al llegar a la cerealera". Se enoja: "Sí, se reduce: si no, hay que tirarla abajo.
Me empezó a dar una especie de miedo sobre la pérdida de cosas del puerto. En el caso del silo
Davis, tengo muchas fotos hasta llegar a su estado actual. ¿Por qué pintarlo, por qué no recuperar
el color original y hacer un proceso interno de mantenimiento y conservar esa estructura? No digo
conservar estas cosas como reliquias, porque ya no son funcionales, tal vez. Pero habría que
reflexionar sobre los modos de la transformación urbana, sobre nuestra historia, nuestra identidad
como ciudad, como puerto. Por ejemplo, en el caso del Macro o del Alto Rosario, más allá de que se
puede conversar mucho sobre cómo fueron rescatados esos lugares, reflexionar sobre cómo están
funcionando. Deberían estar los elementos que les dieron origen, eso me parece importante. Y
reflexionar sobre el espacio que perdemos donde aparecen torres y barrios residenciales. Intento
acercarme a esas cuestiones con la fotografía".
En el tiempo que ha transcurrido, muchos de los silos del
antiguo puerto fueron desmontados, las grúas que maniobraban en los muelles desaparecieron, los
túneles quedaron tapados, la mayoría de los objetos y estructuras del puerto fueron desguazadas o
están rotas, las plataformas donde jugaban los hijos de los pescadores ya no existen. Pero ese
mundo permanece intacto en las fotografías de Nicolás Buraczok, bajo una luz que parece imposible
de capturar y sin embargo quedó plasmada en la imagen.
El reconocimiento a Frittegotto está muy presente. "Gustavo es un formador
muy importante, me enseñó muchísimo —dice Nicolás—. Por ejemplo, que un trabajo es algo
que tenés que sentir. No es decir: «voy a sacar diez fotos y ya terminé con el puerto». No, hace
siete años que estoy haciendo fotos del puerto, y voy a seguir".