A los 17 años, Gustavo Fontán (Banfield, 1960) comenzó a hacer fotografía.
Estudió con Juan Travnik y armó su laboratorio. Poco después se volcó a la escritura, estudió
Letras y publicó libros. "En un momento —dice— se dio la necesidad de unir aquel primer
interés por la fotografía y las palabras, había imágenes impedidas de ser depositadas en palabras.
Y a los 29 años empecé a estudiar cine". Sin embargo, la literatura no ha dejado de estar presente
en sus filmes, y en particular en el último, La orilla que se abisma, "un diálogo con la poética de
Juan L. Ortiz y no una película sobre su vida", aclara.
La película se estrenará la semana próxima en Rosario (ver aparte). Fontán ha
realizado, entre otras películas, Canto del cisne (1994), "una especie de poema lírico que toma
algunos motivos de Jacobo Fijman", Marechal, o la batalla de los ángeles (2001), El paisaje
invisible (2003), diálogo con el poeta jujeño Jorge Calvetti, y El árbol (2006).
—¿Cómo surgió el proyecto de trabajar con Juan L. Ortiz?
—Lo leí en mi época de estudiante universitario, y sus poemas me
acompañaron siempre. Son esos autores que te dejan huellas, que provocan un impacto. No había un
proyecto concreto. En una película anterior, El árbol, yo había explorado algunos procedimientos,
como definir una estructura general que dialogara con lo real, definir principios que a su vez
fueran llenados por una observación sobre lo real. Y con la necesidad de profundizar estas
investigaciones, estando en Entre Ríos dando seminarios, un día comenté: "me gustaría hacer una
película sobre Ortiz". Y Luis Cámara, el fotógrafo de la película, y Pablo Feuillade, del Instituto
Audiovisual de Entre Ríos, me dijeron "bueno, ¿cuándo empezamos?". Se dio un proceso natural, por
el apoyo de ellos fundamentalmente. Quedamos en que iba a ser una película personal y no un
documental clásico. El otro proceso que yo había investigado era no filmar todo junto y editar,
sino filmar, editar, pensar; filmar, editar, pensar.
—¿Qué significa "pensar" en ese marco?
—Revisar lo que uno definió como postura previa y redefinirlo sobre
material concreto. Con el fotógrafo, con el equipo, uno va pensando cómo profundizar ese material,
cómo resolver el guión en el montaje; y por otro lado rodar elementos que falten en la primera
estructura. Esas etapas de escritura de guión, montaje y realización van de manera simultánea.
—¿Qué entendés por una película personal?
—No tomar al autor para hacer una cosa referencial sino para establecer un
diálogo desde otro lenguaje que es el cine. Mis películas no son documentales en un sentido
estricto, quizás la de Calvetti un poco más, porque estaba vivo Calvetti, pero también es un
recorte preciso. Y La orilla... surge como un diálogo con la poética de Juan L. No es una película
sobre Juan L. La propuesta era generar una película que tomara algunos sus principios estéticos y
generar un relato en base a ellos. Es una película donde no hay referencia ni explicaciones, sino
que funciona como un largo poema.
—¿Tiene imágenes de Ortiz?
—Aparecen algunas imágenes de archivo pero no están utilizadas en su valor
referencial. En principio pensábamos que teníamos que hacer una película autónoma; no hay una voz
en off, no hay datos, la película simplemente es un recorrido por el paisaje, por el río, de
acuerdo a algunos procedimientos estéticos que nosotros descubríamos en Ortiz.
—¿Cuáles procedimientos, por ejemplo?
—En principio leímos mucho toda su obra, y al final de la película aparece
su propia voz diciendo un fragmento del poema "Villaguay". Nos apoyamos mucho en algunos
testimonios que dio en reportajes. Por ejemplo, él dice: "se trata de cierto sentido brumoso que
disuelve el contorno de las cosas para hacer sentir la unidad viviente". Tomábamos eso para pensar
su mirada sobre el paisaje. Algo que a mí me resultó muy atractivo es que él no se va nunca de
Entre Ríos y arma su obra como un larguísimo poema donde los elementos referenciales son más o
menos los mismos, pero siempre transformándolos en otra cosa, con la convicción de que lo que tenía
ante los ojos era inagotable. Eso me llamó la atención, cómo se puede mirar algo y que la mirada lo
vaya renovando en su signifcado.
—Una gran cuestión del cine.
—Efectivamente. Había allí algo que al cine le venía muy cómodo para
pensar. Cómo establecer una mirada sobre el río y construir un relato desde esa mirada: ese era
nuestro desafío. Una mirada sobre el río que no fuera referencia, que no dijera "este es el río,
esta es la casa de Juan L.", como un recorrido por esos lugares intentando capturar algo que los
trasciende. En "Villaguay", él dice: "ahí está el color, más allá del color". El elemento
referencial es constantemente trascendido y modificado. El espectador deberá ver la película desde
un lugar contemplativo, no buscando datos sobre qué escribió o dónde vivió Juan L. La mayor
honestidad con respecto a la literatura es entender que no la puedo transcribir, sino que debo
inventar una cosa nueva. Por eso hablo de diálogo. La mayor fidelidad con el poema es dejarlo como
tal. El poema no necesita de imágenes. Lo que uno puede hacer es un nuevo poema, que siga los
caminos de aquel poema que lo impactó.