"El pasto del vecino siempre es más verde", dice una frase que retrata como pocas la actitud de quienes ven siempre mejor las cosas afuera, en otros países y no en el propio. El rosarino Gabriel Guelman, de 53 años, gerente de una empresa de contenidos lingüísticos y a cargo de varios equipos de traductores en La Haya, Holanda, podría decirse que está en el grupo de quienes no suscriben esa máxima.
Crítico de varias cosas del país, de donde comenzó a emigrar a los 18 años, muy informado de lo que pasa y se discute aquí, dice sin embargo a La Capital: "En Argentina la gestión de la pandemia no fue mala, incluso en algunos aspectos fue mejor que en Holanda", el país futbolísticamente representado por el equipo Naranja al que la selección nacional le ganó la final del Mundial en 1978 y hogar de las argentina más famosa en los Países Bajos: la reina consorte Máxima Zorreguieta.
Para explicar más, Gabriel -siempre haciendo la salvedad que habla desde su experiencia- cuenta que paga por un servicio de salud básico cuatro mil euros al año mientras acá su madre, de 81 años y afiliada a Pami, fue internada por Covid y gozó de "una atención humana y dedicada sin pagar un peso. Veo mejor el sistema de salud en general de Argentina y España, porque es proactivo, previene: el Holandés es reactivo, solo si tenés síntomas te van a ver, no hay chequeos de prevención de cáncer de mamas, los papanicolaos son cada cinco años".
No solo eso: "Me comuniqué por celular con los chicos con los que compartí mi infancia en mi barrio, en los monoblocks de Iriondo y Pellegrini, gente que hace 20 años no veo y que sin preguntar demasiado no dudó en darme una mano con mi mamá que estaba sola en su casa y enferma. Hasta el muchacho de la granjita de abajo, Adrián, a quien no conozco, le llevaba las compras a la casa. Eso es impagable. Son cosas que deberíamos valorar más", rescató casi como invitación a los estrábicos que siempre posan los ojos en la distancia.
argentinos por el mundo01.jpg
"Seguramente los centros de salud de acá son más lindos que los de allá, pero mi experiencia personal y lo que leí de Argentina me dice que los recursos humanos del país son invalorables. Acá no sé qué te tiene que pasar para hacerte una tomografía: me torcí un tobillo y me la tuve que hacer de manera privada", cuenta.
Gabriel llegará en pocas horas a Rosario. Se unirá a su hermano mayor para estar con su mamá, a quien dieron de alta tras varios días de internación en el sanatorio donde justamente él nació en 1968.
Antes de viajar tuvo que hacer trámites para vacunarse porque en Holanda van "lentos" con la inoculación, dijo.
"A mi franja etaria le falta varias semanas todavía, pero por esta situación de emergencia conseguí vacunarme en pocas horas. Estuve por ir a Serbia, donde hay prácticamente un turismo de vacunas como en Miami. Sucede que allí compraron todas las marcas y por mucha posición antivacuna sobraron dosis. Finalmente pude vacunarme en Holanda y estaré pronto allá, donde a pesar de la distancia y el tiempo tengo vínculos para siempre".
Hijo de una pareja que no había terminado su escolaridad, un padre pampeano que trabajó siempre de viajante y según él "nunca pudo progresar demasiado a pesar de su honestidad y esfuerzo", y de una madre santiagüeña y ama de casa, Gabriel se crió en "los monoblocks" frente a donde ahora está el Hospital de Emergencia Clemente Alvarez (Heca), donde vivieron el ídolo canalla Mario Kempes y el remero Alberto Demiddi. Lo llama así, monoblocks a secas, como todos los que nacieron y vivieron allí: para él su infancia y Rosario.
Hincha de Central y desde que vive en el exterior también de Boca, este hombre no cayó en la escuela pública como dijo, poco felizmente, el ex presidente Mauricio Macri. Por el contrario, valora desde Europa ese tránsito que empezó en las escuelas primarias de su barrio (la N° 115, Provincia de Salta, y la N° 83, Juan Arzeno), siguió en el Politécnico, continuó en el traductorado del Instituto Olga Cossetini y terminó en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Todo antes y después de recorrer varios territorios del mundo. "Gracias a la educación pública estoy acá e hice todo lo que quise hacer", confiesa.
El exilio
"Mi exilio, mi línea de escape". Evoca así la etapa de su vida tras el secundario. "Por múltiples causas me fui a Israel, donde estudié cine y televisión. Había vivido hasta los 15 años en la dictadura, en una sociedad represiva y conservadora. Había visto el esfuerzo de mi familia de clase media humilde, que lso distintos vaivenes económicos forzaban a tener que empezar de cero y quise irme, conocer otros horizontes".
Al primer puerto lo siguieron Inglaterra, Nueva Zelanda, un año en Japón y otro en Estados Unidos. Y volvió a Argentina. Se capitalizó en todo sentido: cursó dos carreras y se puso de novio con Eugenia, su actual pareja, de 40 años y profesora de Pilates, quien no conocía Europa. Se volvió a ir pero esta vez acompañado.
"Encontré trabajo en esta empresa de contenidos lingüísticos en Barcelona, vivimos allí seis años y luego me vine a Holanda y acá estamos desde hace diez años", dice antes de detallar de qué trabaja un gerente que gestiona Proyectos de Contenidos Lingüísticos.
Gabriel%%.jpg
Los polipibes del secundario, lso amigos de la adolescencia de Gabriel Guelman en Rosario.
"Esta es una empresa de traducciones de mucho volumen y muchos idiomas que factura cientos de millones de dólares al año, un pequeño mercado de la industria de la traducción. Traduce todos los ensayos de las empresas de farmacia para vacunas Covid, prospectos de fármacos, las presentaciones autoridades regulatorias, entre otras tantas cosas. Tengo a cargo equipos de traducción en India, Berlín, París y San Pablo", precisa el hombre que cada día sale de su casa, le toman siete minutos en bicicleta llegar a la Estación de Trenes y luego viaja otros 40 minutos hacia su oficina en Utrech, una ciudad medieval, de canales y una universidad prestigiosa.
Vivir bajo el nivel del mar
Para Gabriel, quienes eligen vivir en Holanda dependen del clima, deben familiarizarse con estar bajo el nivel del mar, acostumbrarse a que el alardeo y el lujo no están bien vistos y hablar inglés u aprender holandés, que es "muy difícil", al decir de un tipo que hizo de la traducción su medio de vida.
"Este es un país presbiteriano protestante, donde el valor es el perfil bajo, la modestia. Recién ahora se empiezan a ver coches lujosos, pero tradicionalmente el exceso no se ve bien. Los holandeses son los más irreverentes de la cultura germánica, porque según me dijo una danesa, 'se atreven a cruzar caminando cuando el semáforo de peatones aún está en rojo', eso se ve como 're loco'. Son una potencia en ingeniería: controlan el agua que los rodea, de hecho mi casa está sobre pilotes. Regulan con diques y canales y tienen un clima muy adverso: lluvias, caen piedras frecuentemente y los vientos soplan a cien kilómetros por hora".
Un país donde hay reyes, aunque según él se la respeta más a Máxima, "una figura fresca", que al rey. Y a la familia real se la controla mucho. "Estaban construyéndose una mansión en Mozambique. Eso se publicó y tuvieron que detener el proyecto. Se querían ir a Grecia en pleno confinamiento y no fueron: se los marca de cerca".
Es que la pandemia en Holanda se llevó puestos trágicamente a varios habitantes en la primera ola y la segunda fue también "brava", dijo Gabriel.
"Estuvimos cinco meses adentro: desde diciembre a mayo, y también se dieron discusiones porque abrían supermercados y bares de venta de alcohol y marihuana pero no las bibliotecas y gimnasios. Gestionar la pandemia veo que fue difícil para todos, fue todo nuevo, y gestionar es eso, tomar decisiones ante los problemas. Y tendría en cuenta que al menos en Argentina se dio ayuda a empresas, comercios y trabajadores. Acá recibieron ayuda estatal las grandes corporaciones como Shell y Exon y no la gente de clase media con negocios a la calle. Un ministro llegó a decir que 'resistirá el que pueda', como poniendo el eje en la meritocracia", analizó.
Hay algo importante que rescata de Holanda, el país que eligió para vivir en este momento de su vida. "Acá se valora el consenso. Todo debe arreglarse discutiendo, debatiendo. Por ejemplo, en Argentina se expresa una falacia que dice que si se aplican derechos laborales las inversiones no vienen. Acá son muy proteccionistas, nadie echa a nadie porque sí, el Estado te exige que el conflicto lo arregles con consenso y charla y me parece que en Argentina eso no sucede. Acá quien no piensa como vos no es tu enemigo, solo es alguien que piensa diferente. Es mi experiencia personal", repite para resaltar que lejos está de querer adueñarse de la verdad y que lo que más quiere, en las próximas horas, en pisar nuevamente Rosario.