Siendo un preadolescente, y por impulso de unos amigos más grandes que ya eran DJ conocidos (nombra especialmente a Juan Carlos Roca, su maestro), el pequeño Mancinelli hizo girar algunos vinilos en una fiesta de Carnaval del club de su barrio, Parque Field. Le pusieron unos auriculares más grandes que toda su cabeza y fue la primera vez que estuvo ante un público que se movía en la pista con su propuesta. "La verdad es que estar ahí, ver lo que pasaba con la música me hizo inmensamente feliz", rememora, con emoción.
Si bien se puede decir que esa noche fue el debut popular no oficial de Manchi (como le dicen desde la primaria), él ya había experimentado, siendo aún más chico, la sensación de subir el volumen y generar esa energía en los otros.
La primera experiencia concreta, la que de alguna manera inició su camino, fue en realidad un tiempo antes, cuando desarmó el combinado de sus padres, ese que tenía una bandeja y una radio, y lo unió con el tocadiscos winco que tenía en su cuarto. Un vecino carpintero le dio una mano "y esa fue la primera vez que me sentí disc Jockey".
Marzo de 2023
La noche está preciosa. La ola de calor no se detiene pero ahí, en la arena y frente al río, en el club Bancarios, en una nueva edición de las famosas fiestas que lo tienen de protagonista a Mancinelli, el cambio climático no se siente.
Solo hay lugar para el encuentro, la buena onda, las ganas de bailar.
Un montón de gente de 30, 40, 50 años y más también, disfruta como cuando eran adolescentes. Muchos recuerdan aquellos Pata Pata que Mancinelli había ofrecido a los rosarinos.
Suena La Pachanga. En el estribillo, cuando él baja el sonido por completo, todos cantan mirándolo, con los celulares y los brazos en alto. El "Dale, Pelado, no pares nunca más" se escucha más vivo que nunca...
"¡Qué historia la de ese tema! Resulta que los chicos de Vilma Palma, en esa época tocaban en Mengano. Andábamos por finales de los 90. En las radios, cuando una banda o solista pedía que les pasen los demos casi nadie lo hacía, o te cobraban. Yo estaba en la radio y a ellos les difundía sus canciones sin problemas, sin que pusieran un peso. Como insistían en pagarme, entonces les dije: ¿Por qué no me hacen un jingle para una de las fiestas que estoy produciendo? Bueno, ese jingle decía: Pasame más Pepsi se vino el Pata Pata, Dale Pelado no pares nunca más. Yo lo pasaba y la gente se volvía loca, lo repetía, pegó muchísimo. Con el tiempo terminó siendo el hitazo La Pachanga. Así que yo soy ese, el Pelado de una canción que recorre el mundo, al que le piden que no pare nunca más".
La pregunta que sigue es casi obvia, ¿por qué Pelado si el Mancinelli actual tiene pelo? "Me queda poco, en realidad", dice con una sonrisa inmensa. Entonces cuenta que un pibe que lo ayudaba a armar los equipos para pasar música se había ido a la Marina y volvió completamente rapado. "El Pelado era él, pero Gachy Santone, Carlitos Sforza, Carlitos Bertoglio, Claudio Leyría y otros que estaban en el programa de radio en la 97 Especial (ahora FM Vida), me empezaron a decir así a mí. Al punto que Gachy, que era una estrella de la radiofonía y yo tenía el gustazo de trabajar con ella, presenta mi bloque y dice al aire, con una carcajada: Señoras y señores el Pelado Mancinelli. Y bueno, quedó".
Tantos caminos
Después de años de pasar música, de que lo llamaran de acá y de allá, seguía soñando con hacer fiestas multitudinarias.
Un día, de esos en los que los que discutió con su padre vaya a saber por qué, se apoyó en una de las barandas que daban al río en el Club Remeros Alberdi. “Estaba enojado y me fui por ahí a pensar. La noche me devolvió una imagen que no voy a olvidar: una chica y un chico, en bermudas, él en musculosa, ella con un top, muy típico de los rosarinos y la playa, que estaban bailando en la arena. Escuchaban música en un aparato portátil, yo veía la lucecita roja del equipo, a lo lejos. En ese momento la luna salió con toda su fuerza, hermosa. Y me quedé conmovido mirando esa foto. Cuando llegué a mi casa les dije a mis viejos: voy a hacer una fiesta en a orillas del río”.
La idea no tardó en hacerse realidad. En poco tiempo, y alentándola desde el programa Solid Rock en el que él era una figura importante, lanzó la propuesta. Mientras todavía estaba en el aire, el entonces dueño de La Favorita, Roberto López Dupuy, lo llamó para decirle que quería ser sponsor. Lo mismo sucedió con Eduardo Levi de Vandalia. “Todo fluía de manera genial”.
El primer Pata Pata fue el 9 e enero de 1988. “Metíamos 3 mil, cuatro mil personas”.
Pero la vida de los DJs, aún los que han tenido o tienen éxito, suele ser errante en cuanto a lo laboral. Dedicación, esfuerzo, creatividad, ingenio, todo puesto al servicio de vivir de lo que aman. Pero no siempre resulta. Más bien, se parece a un sube y baja.
Mancinelli no esquiva durante la entrevista los tiempos difíciles. “Dejé de hacerlos después de un seguidilla de fiestas que salieron mal, por factores externos. Recuerdo un día en el que teníamos todo listo, anticipadas vendidas, habíamos armado todo con mucho esmero, y a la tardecita el intendente de La Florida me avisa que había que suspender porque se venía un frente de tormenta terrible. Yo miraba el cielo y estaba despejado. Pero después llovió a cántaros, se voló todo. Se arruinaron un montón de equipos que no pudimos salvar. Una pérdida económica tremenda. En lo anímico, un bajón de los grandes”.
Levantarse, una y otra vez.
Familia y estilos
Padre de tres hijos, Constanza Belén, Julieta y Edgardo Manuel (“ninguno me salió DJ”, menciona sonriente), le dedica buena parte de la charla a su compañera de vida, Constanza. La chica que era fan de Edgardo. La que no se perdía una fiesta donde el pasara música. Su gran amor.
Se emociona hasta las lágrimas al recordar a sus padres, “dos laburantes incansables”. Luis, que ya no está físicamente, y Alicia, que con 85 años sigue pendiente de todo lo que hace su hijo.
Mancinelli sigue viviendo en el barrio que lo vio crecer ("solo mi primer mes lo viví en Funes, porque mis abuelos eran de allá, una larga historia”), después, Parque Field lo abrazó y recuerda con amor y mucha alegría sus años de escuela primaria, (“era re vago e inquieto, pero el preferido de las seños”), la secundaria en el Cristo Rey.
Y siempre, pero siempre, rodeado de discos, de amigos y amigas con los que se prestaba los vinilos, con los que compartía las novedades, los maxi, los simples.
Esos discos que aún pueblan muchos rincones de su casa, los que en ocasiones sigue llevando a las fiestas para mezclar temas en vivo. Al modo de antes, al modo que adora.
“Admito que no me gustan ni el reggaeton ni la cumbia, pero me he vuelto flexible a ciertas cosas a la hora de poner música. La gente quiere divertirse y a las cuatro de la mañana piden joda, y hoy la joda pasa mucho por ahí, quieren armar el trencito (se ríe). Obviamente quienes me siguen conocen mi estilo, yo soy más tradicional, busco el tema del álbum o del maxi. Si voy a poner INXS lo hago con la versión original. Es como mi sello. ¿Rock nacional? Sí, un montón. Charly, siempre algo de Los Redondos, Soda Stéreo, Los Abuelos.
Mancinelli habla de las noches de Gira Mágica (que organiza Gustavo Lorenzati, y que sigue siendo un lugar esperado para los “cuarentones, cincuentones que les encanta bailar”). De lo que se genera en sus propios emprendimientos, de lo que pasa en los casamientos o cumpleaños (“sigo haciendo sociales, claro”).
En cada evento asegura que vuelve a disfrutar tanto que hasta se transforma su personalidad: del tipo tímido y de perfil súper bajo al hombre que siente el poder de la música en sus manos, en su cuerpo, y que logra trasladarlo a la pista.
El mismo hombre que deja flotando en la charla un deseo: “Ojalá hasta mi último día esté con los auriculares puestos”.