La confirmación de un escenario de segunda vuelta entre Sergio Massa y Javier Milei pone en discurso que en el sistema electoral argentino la política sigue manteniendo supremacía. Un candidato que hizo una campaña eficiente desde una coyuntura de rédito casi imposible, con 140% de inflación interanual y el dólar a 1000 pesos, resultó el más votado. La oposición partida entre dos aspirantes liberales en lo económico pero conservadores en lo político dividieron adherentes en su confrontación. Uno de ellos, Javier Milei, llegaba como la novedad disruptiva, con el distintivo de seducir a vastos sectores agobiados y con bronca, pero también de causar temor en franjas que hasta podían compartir con él cierto ideario. Su opción se quedó con el segundo lugar. Relegó al tercer puesto a Patricia Bullrich que se queda afuera de todo lo que desata una batalla frontal por los votos de este espacio. ¿A quién irán los votos de Juntos por el Cambio (JxC)?
Antes de entrar en el análisis de los contendientes en el balotaje algo evidente a partir de esta elección es la reconfiguración de la política argentina. Algo que empieza a nacer pone a morir a hacedores de la historia de las últimas dos décadas. Al ser marginado de la segunda vuelta JxC sufrirá un éxodo seguro de sus partes constitutivas. Sectores importantes de un partido de origen popular como el radicalismo no encontrarán motivos para irse con Milei pero tampoco para permanecer en alianza con actores en retroceso como Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta o María Eugenia Vidal.
Pero ese rediseño también deja al kirchnerismo sacudido por un cataclismo. No solamente porque Massa queda como indiscutido hombre fuerte del peronismo. También porque la victoria concluyente de un Axel Kicillof distanciado en el último año de Máximo Kirchner coloca al reelecto gobernador bonarense, como dueño indiscutible de cuatro millones de votos, en una posición de liderazgo. Cristina Kirchner no perderá reconocimiento y adhesión en el justicialismo, como lo tuvo del propio Kicillof en su discurso triunfal. Seguramente sí su condición de gran electora.
Massa resulta el más votado con el 36% de los sufragios en una elección fuertemente plegada en tercios. ¿A qué se atribuyen esas adhesiones? Reconocer que ahí está el voto peronista histórico es indispensable pero no alcanza. Como aquél Néstor Kirchner que llegó a la presidencia en 2003 la fortaleza del actual ministro de Economía está en aglutinar a todos los sectores del PJ y ser competitivo en un electorado de perfil desarrollista, e incluso liberal, que no se identifica como peronista.
Esa ventaja comparativa de Massa se asienta también en tenerlo enfrente a Milei y todos los fantasmas que despierta. Y pese a ser el candidato de un oficialismo completamente golpeado por la coyuntura, con un presidente forzado a esconderse por estrategia electoral, no es que la gestión a la que representa no tenga nada que mostrar. Aunque los salarios privados retrocedieron a niveles previos al kirchnerismo y la informalidad laboral es alta, en Argentina la tasa de desempleo está en sus mínimos históricos, la capacidad instalada ociosa de la industria se redujo y hubo 45 meses de crecimiento consecutivo del sector manufacturero. Hay una inflación desatada y los sectores de ingresos fijos la sufren como nadie. Pero los registros industriales y de empleo mencionados no pueden ser ostentados como logro por otras gestiones.
El desempeño de Milei en esta primera vuelta transparenta que no añadió votos a los que obtuvo hace dos meses en las primarias. Con sus apelaciones enérgicas, con una excentricidad carismática y una expresividad callejera tuvo como principal activo una conexión innegable con un vasto sector transversal con el que, prestar atención aquí, la democracia está en franca deuda. En especial tocó una fibra muy sensible cuando aludió a un abismo entre lo que llamó "la casta política" y los ciudadanos de a pie. Con esos enunciados reconocibles gestó una alianza entre un liberalismo ultraortodoxo con franjas de ultraderecha en el campo de la seguridad, que tiene a su baluarte a su compañera de fórmula Victoria Villarruel.
Eso le alcanzó para arrancarle muchas de sus consignas a Bullrich pero también a estratos del peronismo castigados por la inseguridad y por aflicciones económicas. Aunque al mismo tiempo esa oralidad desaforada fue iluminando a su figura con alarma y estupor. La apología de la dictadura o de la libre portación de armas, la objeción a la gratuidad de salud y educación, la pedofilia como metáfora de la acción estatal, el rechazo ofensivo a la noción de justicia social como "aberración" y la estupefacción ante su figura de prestigiosos medios de prensa internacionales como The Economist matizaron su popularidad con advertencias sobre su perfil inclinado a los desbordes emocionales y a los conceptos errados. Un recién llegado que traía consignas del establishment le dio miedo al establishment.
No obstante todos esos atributos la ralearon a Bullrich que con 23% quedó a siete puntos de Milei y fuera de la contienda del 19 de noviembre. Gran incógnita sobre el porvenir de JxC. Porque no solamente lo que soldaba a sus aliados, la grieta contra el kirchnerismo, perdió razón de ser. Justamente porque la fisonomía política de un pragmático como Massa convida a socios vitales de Cambiemos a integrarse. En primer lugar los radicales con sus gobernadores electos como Maximiliano Pullaro en Santa Fe, Carlos Sadir en Jujuy, Gustavo Valdés en Corrientes y Leandro Zdero en Chaco que parecen tener a priori menos en común con Milei, que dijo detestar a Raúl Alfonsín, que con el más votado de este domingo. Y además porque el expresidente y figura consular de JxC, Mauricio Macri, si persiste en política arrastrará casi con certeza hacia el libertario. Hay que ver si los radicales, con su fuerte cortejo de gobernadores e intendentes electos, encuentran motivación para ir hacia ese lado.
Pero una cosa es a dónde van los dirigentes y otra a dónde los votantes. Eso fue claro en los ejercicios de seducción que en su primer discurso como adversarios lanzaron Milei y Massa. El primero haciendo hincapié en la necesidad de "ponerle un ataúd a la corrupción kirchnerista", pronunciando la palabra "juntos" más de una decena de veces y asegurando con potencia que no venía a quitar derechos sino privilegios indignos. El segundo mostrando serenidad, hablando de conformar un gobierno de unidad nacional y con los mejores hombres más allá de los partidos "juntos abrazando al otro aunque piense distinto".
La contienda no está definida. Pero este domingo un significado poderoso de la votación fue un reconocimiento de los valores que rechazan la intolerancia, el insulto iracundo y la confrontación más exaltada como forma de gestionar lo estatal. En eso la política, tal lo dicho en la primera línea, mantiene su supremacía. El de este domingo es un capítulo elocuente de una elección que consta de varios episodios. Para conclusiones definitivas falta un paso.