Un año atrás, Cristina oficializó el binomio del Frente de Todos
Video. Un año atrás, Cristina oficializó el binomio del Frente de Todos a través de sus redes sociales.
Hace exactamente un año, Cristina Kirchner hizo una jugada que pateó el tablero político: subió un vídeo a sus redes sociales en el que anunció que se presentaría en las elecciones presidenciales, pero como candidata a vice de Alberto Fernández. En su libro Conducción política, Juan Domingo Perón destaca los pilares de la acción política: información, secreto y sorpresa. CFK aplicó los tres.
Después de anunciada la fórmula, la ex presidenta reconoció que usó la presentación de Sinceramente como un test para Alberto. Sentado en primera fila, lo señaló como responsable del libro. Hubo aplausos. Prueba superada para el ex jefe de Gabinete, que en su largo caminar por el desierto durante una década fue sindicado por el kirchnerismo paladar negro como un hombre del grupo Clarín.
Cuatro días antes de ese sábado 18 de mayo, Cristina participó de la mesa nacional del PJ, donde se "puso a disposición" del armado de un "Frente Patriótico". Alberto aparece en los márgenes de la foto, mezclado entre los dirigentes peronistas. Como en el cuento La Carta Robada, de Edgard Allan Poe, la mejor forma de ocultar algo es ponerlo a la vista de todos.
Lo cierto es que la movida gatilló una reacción en cadena en todo el sistema político. La catarata de adhesiones de los gobernadores reveló que había caído sobre la mesa una pieza clave para armar el rompecabezas de la unidad.
En tanto, Alternativa Federal terminó de disolverse. Los cuatro mosqueteros de un espacio que nunca terminó de pasar de estado líquido a sólido se dispersaron por todo el arco político: Miguel Pichetto en Cambiemos, Juan Manuel Urtubey con Roberto Lavagna y Sergio Massa en el Frente de Todos (FdT). Juan Schiaretti se recluyó en Córdoba.
El macrismo tenía todas las respuestas y le cambiaron las preguntas. Como esos equipos que planean el partido y les hacen un gol a los cinco minutos, Juntos por el Cambio (JXC) estaba preparado para jugar a una sola cosa: antikirchnerismo.
El primer reflejo (desempolvar del archivo los vídeos en los que Fernández fatigaba los sets de televisión para fustigar al kirchnerismo) sólo reforzaba más la movida de CFK, que era una forma implícita de hacer autocrítica.
La diagonal de la ex presidenta resolvía varios problemas a la vez. Por un lado, el "sin Cristina no se puede y con ella sola no alcanza". Por otro lado, encontraba una vía de salida a dos encerronas en las que habían caído los gobiernos progresistas de la región: la sucesión del liderazgo y la ampliación de la base de sustentación política.
En tiempos de grieta y outsiders, el Frente de Todos le ofrecía a la sociedad un candidato moderado, dialoguista, y nacido de las entrañas del sistema político argentino. La candidatura de Fernández quemaba el manual de Marcos Peña y Jaime Durán Barba: la oferta no respondía a ninguna demanda. Nadie pedía, ni siquiera imaginaba, la consigna Alberto presidente. Fue pura invención política.
Era una jugada extremadamente audaz para un peronismo que venía de perder tres elecciones consecutivas. Lo que vino después es conocido: campaña, elecciones, gobierno. Deuda, pandemia, cuarentena.
Como dice el politólogo Pablo Touzon, el Covid-19 le dio a Fernández su misión histórica. De administrador de la unidad peronista a comandante en jefe en la guerra contra el coronavirus. Decisiones a tiempo, consejos de expertos y coordinación política le permiten conservar a dos meses de iniciada la cuarentena elevados niveles de apoyo.
Sin embargo, terminada la pandemia vendrán los tironeos por quiénes pagarán la reconstrucción. Todo con la sombra del default sobre su cabeza. Hace poco, Fernández se definió como reformista. La historia enseña que en tiempos de cambios rápidos los reformistas tienen el papel más difícil: enfrentan la resistencia de los que quieren conservar el statu quo y las presiones de quienes demandan cambios más radicales.
Por Nachi Saieg