Claudio Alejandro Román escuchó los tiros contra la chapa y se dio cuenta de que pegaban en el portón de su casa del barrio Empalme Graneros, de la que había salido minutos antes y donde estaban su pareja y su hijo de un año. Desesperado, volvió sobre sus pasos e increpó a los tiradores, a quienes sus vecinos identificaron como unos cobradores de préstamos informales. La respuesta fueron dos tiros a la cabeza y al pecho que el hombre de 40 años pagó con su vida. Unos días después se entregó uno de los sospechosos y ahora una fiscal pidió que lo condenen a 20 años de prisión por el crimen, que se desató tras una discusión porque la víctima pidió que le prestaran dinero.
La acusación contra el colombiano Cristian Camilo Ghiraldo Ramírez fue presentada este viernes a la mañana por la fiscal Gisela Paolicelli en una audiencia para preparar el juicio por el crimen, cometido hace dos años. El detenido, de 28 años, fue acusado como coautor de un homicidio agravado por el uso de un arma de uso civil, además de unas amenazas previas a la víctima por las que también fue acusada Damaris Daiana Benítez, de 23 años. Para ella la fiscal solicitó 2 años de prisión condicional.
El juez Nicolás Foppiani escuchó el planteo y admitió la acusación. Luego dispuso un cuarto intermedio para continuar con la segunda parte del trámite, en la cual se presentarán las pruebas que las partes pretenden discutir en el debate.
De origen chaqueño y padre de niño de 1 año, Claudio Román se había afincado en una humilde vivienda en la zona de Olavarrría al 1500 bis, en el barrio Empalme Graneros. Vivía con su pareja y su hijo en un pasillo que se abre como prolongación de la calle María de Los Ángeles, a unos 200 metros del asentamiento Los Pumitas. En esa zona, los pasillos son anchos y funcionan como calles que permiten el paso de un auto.
En un contexto de pobreza estructural, las casas humildes de material conviven allí con las de chapa, madera y cartón, entre las zanjas, conexiones de agua potable clandestinas y ramilletes de cables colgados del tendido eléctrico.
Como la gran mayoría de los vecinos del barrio, Román trabajaba cartoneando. Según quienes lo conocían era ajeno a las violentas disputas por narcomenudeo que los aquejaban entonces y que recrudecieron este año, con varias víctimas de asesinatos en la zona. Todos lo conocían por su sobrenombre: “Cabito”.
“No sé qué les pasó a estos tipos. Nosotros no tenemos problemas ni deudas con nadie. Y vinieron y nos balearon el portón. Cuando Claudio vio eso corrió para recriminarles lo que habían hecho y le dispararon. Le pegaron en la cabeza y el pecho. Dicen que le pegaron con una calibre 11.25”, explicó entonces a este diario Aylén, la compañera de Román y madre de su hijo de poco más de un año.
Román murió poco después de haber ingresado al Hospital Alberdi. Lo balearon al cruzarse con dos recaudadores de cobros de usureros barriales el viernes 27 de noviembre de 2020. El incidente comenzó alrededor de las 18.30 de aquel día. De acuerdo con la investigación fiscal, en base a dichos de testigos y allegados a la víctima, a esa hora Daiana Benítez llegó en moto con su hermano a efectuar una cobranza en un quiosco de la cuadra.
Román estaba en la vereda y les dijo: “Eh, amigo. ¿Me prestás 10 mil pesos?”, a lo que según la acusación Benítez le contestó de mala gana: “No, no te conozco”. Román insistió, se generó un entredicho entre ambos que Daiana cerró diciendo “ahora viene mi marido y te va a cagar a tiros”.
>>Leer más: Se entregó un hombre buscado por el homicidio de un vecino de Empalme Graneros
Al rato, Cabito salió de su casa para comprar una cerveza en otro quiosco, a la vuela de su casa. Aylén, su pareja, terminó de cambiar al pequeño hijo de ambos y salió detrás de él. Pero un olvido la detuvo en el portón de ingreso, un trozo de chapón atado con alambres, y regresó a la vivienda. Entretanto Román llegó hasta el quiosco y en ese lugar volvió a tener una discusión con el hermano de Benítez, quien le arrojó una piedra.
Cabito se quedó charlando con vecinos y conocidos en la boca del pasillo, sobre Olavarría, cuando dos hombres en una Honda Tornado blanca se estacionaron a metros del portón de su casa y dispararon contra el chapón. Los que estaban sentados frente a sus casas salieron corriendo. Eran las 18.45.
Cuando Román escuchó el primer disparo giró sobre su eje y comenzó a correr hacia su casa. Al acercarse, constató que los disparos estaban dirigidos a su portón. Cuando llegó y les recriminó a los tiradores lo que estaban haciendo, fue recibido con un disparo a la cabeza y otro al pecho. De acuerdo con la acusación, fue Ghiraldo —cuñado de Benítez— quien realizó los disparos. Los testigos dijeron que el único motivo fue el pedido de dinero por parte de la víctima.
Los atacantes giraron en U y escaparon por otro pasillo que corre paralelo a Olavarría, conectado con Garzón. Román cayó inerte frente a un quiosco lindero a su casa. Un vecino lo levantó y lo llevó en su auto hasta el hospital donde murió.
“Claudio salió y se fue a la esquina. Yo iba detrás de él, pero me olvidé algo y me volví para la casa. Si me quedaba un minuto más en el portón de entrada me matan a mí y al nene. Porque yo le tenía en brazos. Cuando escuché los balazos salí corriendo y a Claudio un vecino ya se lo llevaba en un auto”, explicó Aylén.
Cuatro días más tarde Ghiraldo se entregó acompañado por su abogado en la sede de la Agencia de Investigación Criminal. En la antesala del juicio, su defensa plantea que los motociclistas llevaban cascos y eso desvirtúa la sindicación de los allegados a la víctima y resalta el entorno conflictivo en el cual sucedió el crimen.