Olavarría al 1500 bis, en barrio Empalme Graneros, es una postal del desamparo más descarnado. Lo único que se presenta como de avanzada es un endeble mejorado de pavimento, que cada tanto fue calado para que pasaran las conexiones clandestinas de agua potable, y el centro de salud provincial Nº 94. Y a unos 200 metros está el predio de Los Pumitas, asentamiento reconocido gracias a la labor de la fallecida hermana Jordán y su gente. En esa tierra olvidada, el viernes a la tardecita ocurrió un nuevo homicidio en la ciudad. Fue asesinado a sangre fría Claudio Alejandro Román, de 40 años. Vecinos y familiares coinciden de que fue ultimado a manos de dos ciudadanos colombianos que trabajan de cobradores de incobrables. Gatilleros que trabajan para prestamistas de la misma nacionalidad. “No se qué les pasó a estos tipos. Nosotros no tenemos problemas ni deudas con nadie. Y vinieron y nos balearon el portón. Cuando Claudio vio eso corrió para recriminarles lo que habían hecho y le dispararon. Le pegaron en la cabeza y el pecho. Dicen que le pegaron con una calibre 11.25 (45)”, explicó Aylén, la compañera de Román y madre de su hijo de poco más de un año. Román murió poco después de haber ingresado al hospital Alberdi.
Para los vecinos de Empalme quienes habitan en Olavarría al 1500 bis viven “al fondo” de la barriada. Un sector donde conviven casas humildes de material con viviendas de chapa, madera y cartón. Autos viejos, motos y bicicletas con vehículos de alta gama que llegan a las inmediaciones para comprar droga. Todo enmarcado por zanjas pestilentes, conexiones de agua potable clandestinas, ramilletes de cables colgados del tendido eléctrico. A escasos 200 metros lineales de allí pasa el arroyo Ludueña por debajo del puente de calle Sorrento. Lo que más abunda en el lugar es la pobreza estructural. Se nota que hace mucho tiempo que la mano de obra política no se pega una vuelta para hacer menos miserable la vida de los vecinos de la zona.
La gran mayoría del barrio trabaja cartoneando, como lo hacía Claudio Román, al que todos conocían como “Cabito”. Chaqueño de origen, el hombre se afincó en una humilde vivienda ubicada en un pasillo que se abre como prolongación de la calle María de Los Ángeles. A esa altura de Olavarría, los pasillos cobran vida y se transforman en calles angostas o senderos anchos _por los que mínimamente paso un auto_ y que conectan las calles principales. Las que están bautizadas con nombres.
Zona roja. Vivir “al fondo” tiene como advertencia inmediata el peligro y el “ojo dónde se mete” como advertencia. Olavarría al 1500 bis es uno de los puntos en rojos en un mapa donde las bandas armadas matan o intimidan para conquistar o mantener sus espacios. Lugares donde si se quiere sobrevivir ante un mensaje mafioso escrito con plomo hay que saber decodificar rápidamente porque de ellos depende la vida. Sin embargo a Cabito Román no lo mató una contienda ligada a la narcocriminalidad sino el haberse cruzado con dos recaudadores de cobros de usureros barriales.
Según se pudo reconstruir, el viernes poco antes de las 18.30, Cabito salió de su casa para comprar una cerveza. Caminó unos 50 metros hasta la boca del pasillo, sobre Olavarría, y ahí se quedó charlando con vecinos y familiares. A esa hora la humedad hacia que el calor fuera pegajoso. Aylén, su pareja , terminó de cambiar al pequeño hijo de ambos y salió detrás de su pareja. Un olvido la detuvo en el portón de ingreso a su vivienda, un trozo de chapón atado con alambres. Tras un par de minutos la mujer volvió sobre sus pasos y cuando entró a su casa escuchó una serie de detonaciones. Dos hombres en una moto, para los vecinos una Honda Tornado blanca, se estacionaron a metros del portón y dispararon contra el chapón. Las detonaciones generaron una estampida entre los vecinos que estaban sentados en la puerta de sus casas.
000HOMICIDIOS-10.jpg
"Cabito" Román fue asesinado en un pasillo que se abre a la altura de Olavarría al 1500 Bis, en Empalme Graneros.
Foto Celina Mutti Lovera
“Eran dos colombianos que estaban haciendo cobranzas. Siempre andan por acá. Acá los colombianos prestan plata. Vos vas y le pedís. Después se la devolvés con los intereses que ellos dicen. Y sino loe devolvés la plata, pasan cosas como estas”, explicó un vecino. "Son conocidos. Siempre andan por acá cobrando", agregó.
Cuando Cabito escuchó el primer disparo giró sobre su eje y comenzó a correr. Más se acercaba y más caía en cuentas que era el portón de su casa. Todo se precipitó. Cuando Cabito llegó a ponerse cara a cara con los colombianos fue recibido con dos plomazos en el cuerpo. Uno en la cabeza y otro en el pecho. Los colombianos, como los describieron los vecinos, giraron en “U” y fugaron por otro pasillo que corre paralelo a Olavarría y que tiene conexión con Garzón. Cayó inerte frente a un quiosco lindero a su casa. Un vecino lo levantó y lo llevó en su auto hasta el Hospital Alberdi. Entró a la guardia pero los médicos nada pudieron hacer por él.
“Claudio salió y se fue a la esquina. Yo iba detrás de él, pero me olvidé algo y me volví para la casa. Si me quedaba un minuto más en el portón de entrada me matan a mi y al nene. Porque yo le tenía en brazos. Cuando escuché los balazos salí corriendo y a Claudio un vecino ya se lo llevaba en un auto”, explicó Aylén. En el lugar no se secuestraron vainas servidas.
La investigación del asesinato de Cabito Román quedó en manos de la fiscal Gisela Paolicelli, quien comisionó a efectivos de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) para que trabajaran sobre el territorio buscando recabar testimonios. En el la escena del crimen y sus inmediaciones no se hallan cámaras de videovigilancia públicas o privadas. La fiscal ordenó que al cuerpo de Román se le efectué autopsia que, entre otras cosas, develará que tipo de calibre utilizado por los matadores.