Eduardo Varela iba en auto a la casa de su hija en Granadero Baigorria cuando se le cruzaron dos jóvenes en bicicleta y los chocó. El jubilado de 73 años bajó enseguida para asistir a uno de los muchachos que se había caído y recibió una feroz golpiza que le costó la vida: el otro ciclista se le abalanzó y lo atacó a golpes y patadas. Murió luego de doce días de agonizar en un hospital con muerte cerebral. Dos años después, el fiscal Patricio Saldutti presentó la acusación contra el acusado del crimen y solicitó que sea condenado a 15 años de prisión como autor de un homicidio simple.
El pedido de pena fue solicitado este jueves en el Centro de Justicia Penal en el comienzo de una audiencia previa al juicio oral por el caso. El juez Nicolás Foppiani aceptó la acusación y en un próximo encuentro se presentarán las pruebas que las partes pretenden discutir en el debate. El acusado es Leandro Nicolás Alegre, para quien el fiscal solicitó 15 años de prisión efectiva. Está en prisión preventiva y el juez dispuso que se mantenga la medida cautelar.
El 12 de septiembre de 2020, Varela iba desde la casa de sus nietos a la de su hija en su Chevrolet Joy por Granadero Baigorria. Al llegar al cruce de Junín y Brown, pasadas las 19, se interpusieron dos jóvenes en bicicleta, el auto los chocó y los dos cayeron al asfalto. El conductor bajó del auto para comprobar cómo estaban y asistir a uno de los ciclistas que había llevado la peor parte y estaba caído en el piso. El muchacho no había sufrido ninguna lesión de importancia, sin embargo los dos ciclistas empezaron a pegarle piñas y patadas y también dañaron el auto a golpes.
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Los vecinos contaron que el hombre no reaccionó al primer golpe pero cuando intentó defenderse uno de los muchachos lo tiró al piso. “Mirá cómo lo dejaste a mi amigo, vos no te merecés seguir vivo, viejo, te tenés que morir. Te tenés que morir”, gritó Alegre, según reconstruyó la investigación fiscal, y le pegó una patada en el rostro que dejó al hombre tendido en el piso, inconsciente.
“Mientras el señor estaba en el piso el que lo chocó le pegaba y el otro se bajó del auto con algo en la mano y también empezó a patearlo”, le dijo entonces un vecino a este diario. Al ver cómo escalaba la violencia, las personas que presenciaron el ataque intercedieron para detener la golpiza y los agresores también se trenzaron a golpes con ellos. En tanto, otros vecinos llamaban desesperados al 911.
Al llegar la policía al lugar los dos atacantes se fueron corriendo, pero los mismos vecinos los persiguieron y los detuvieron a las pocas cuadras, en Suipacha entre Mitre y Berutti. Unos minutos después arribó una ambulancia del Sies. Varela fue internado en el Hospital Eva Perón de esa ciudad y desde allí lo trasladaron al Hospital Italiano de Rosario, donde le diagnosticaron muerte encefálica, fractura de mandíbula y de varias costillas. Tenía sangre en los pulmones y politraumatismos en el rostro. Tras doce días de internación, el 24 de septiembre falleció.
Alegre, que tenía 24 años al ser detenido, y Nicolás Angel A., de 19, fueron imputados en un primer momento por el fiscal de Homicidios Ademar Bianchini como coautores de un intento de homicidio doloso. Tras el fallecimiento de la víctima el encuadre cambió a homicidio. Con el tiempo, A. fue reimputado por lesiones y daño al comprobarse que su intervención en la golpiza fue de menor entidad. Recuperó la libertad, aunque sigue vinculado a la causa. Al igual que Alegre, puede llegar a la instancia de juicio o acordar un abreviado.
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“Nos dijeron que es irreversible, que la muerte cerebral no tiene solución. Esos pibes lo chocaron a él pero no sabemos si fue un accidente o fue intencional”, dijo al día siguiente Patricia, hija de la víctima. “Cuando comenzaron a pegarle —relató— salió de una casa una chica que trabaja en el Sies y lo atendió. Pero mi papá estaba inconsciente y mal herido, no podía hablar ni abrir los ojos. Cuando lo llevaron al Eva Perón tuvo un paro cardiorrespiratorio. Los médicos nos dijeron que además tenía dos o tres costillas rotas. Es que le pegaron muchas patadas en el cuerpo y en la cara. Los pibes son de acá atrás del barrio Industrial, pasando la vía. No entendemos por qué estos muchachos le hicieron esto”.
Eduardo vivía desde hacía años en Granadero Baigorria. Había trabajado como empleado de la provincia y luego dirigió una flota de remises de la ciudad. Al momento del ataque, contó su familia, trabaja sólo con un remís porque quería estar más tranquilo.