El jueves a las 16.45, cuando un balazo le reventó el pecho, la vida del cabo
primero Marcos Zanuttini valía nada más que 9,80 pesos, según la cotización de bolsillo que percibe
un vigilante por cada hora adicional que hace con la finalidad de engordar su sueldo. Zanuttini
tenía 31 años y diez al servicio de la fuerza. Trabajaba en el Comando Radioeléctrico de Villa
Gobernador Gálvez y su sueldo arañaba los 2.300 pesos por mes. Por eso, tres veces por semana, en
horario de comercio, hacía un servicio adicional en la financiera Confina situada frente a la Plaza
a la Madre de Villa Gobernador Gálvez, donde fue asesinado. Ayer, 24 horas después de ser baleado,
fue sepultado en el cementerio de esa ciudad en la que había nacido y pasado toda su vida.
La vida de Marcos Zanuttini no escapaba a los parámetros del resto de los miles de policías
santafesinos que deben hacer adicionales para llevar un peso más a su casa. "Para nosotros nos
mataron a un compañero. Conocemos a su mujer y a su pequeña hija de 10 meses", dijo una de las
cajeras de Confina. "El sacó la cara para que no nos pasara nada a nosotros. Esto pudo ser una
carnicería si el no sacaba a los ladrones", aportó otra de las empleadas del local de Presidente
Perón 2159 después de haber asistido al velatorio de Marquitos, como lo llamaban.
"Sabe lo que pasa. Que cuando uno comparte un bizcocho y un mate con otra persona muchas tardes
de la semana, eso lo transforma en alguien cercano. Y cuando pasan este tipo de cosas, te
destruyen", analizó un hombre trajeado que ayer se encontraba quebrado por el dolor en la
financiera y que recordaba a Zanuttini, quien trabajaba en el lugar desde hace un año, como un
hombre "siempre impecablemente uniformado" .
El lugar y el hecho.La financiera tiene su frente vidriado y una sola puerta de
acceso. De frente a la entrada se despliegan las cajas y sobre el ala derecha hay cinco boxes con
escritorios. Todo eso sin ninguna otra medida de seguridad que la presencia de un policía.
Según lo que reconstruyó LaCapital en diálogo con pesquisas y vecinos, todo se desencadenó
pasadas las 16 del jueves cuando dos hombres estacionaron una moto Honda CG150 Fan negra frente a
la puerta de Confina. Primero cruzaron a la plaza y, desde allí, observaron los movimientos de la
financiera. A las 16.45 volvieron a cruzar y uno de los maleantes ingresó al comercio, donde había
dos gerentes y cinco empleados, y se fue encima de Zanuttini mientras su cómplice se quedó en la
vereda.
"Hubo un forcejeo entre el ladrón y el policía y se escucharon dos disparos de diferentes
calibres: una 9 milímetros y uno más chico. Uno dentro de la financiera y otro afuera.", indicó un
vocero policial. En el forcejeo Zanuttini sacó del local al delincuente, pero recibió un balazo
fatal. "El proyectil hizo un desastre. Le ingresó por el pecho y se alojó a la altura de la
cintura", graficó un oficial. El otro impacto le dio en un talón.
El cabo primero alcanzó a salir a la vereda mientras los delincuentes huían. "Vi como uno, que
estaba vestido de gris, sacaba el arma de la cintura y cruzaba la calle. Yo escuché un tiro y me
metí debajo del tablón donde tenía la mercadería", relató una puestera de la plaza. Los dos
delincuentes dejaron la moto en la que llegaron y corrieron hacia las vías cercanas.
La bronca y el dolor. Tras el ataque, el cabo fue trasladado al Centro de
Emergencia y Trauma (CER) del Sanatorio Parque, donde resistió una cirugía de más de tres horas y
falleció al filo de la medianoche. Sus restos fueron velados en una casa mortuoria ubicada a 150
metros de la financiera y a unas siete cuadras de su casa. Fue sepultado con honores por haber
caído en servicio.
"Estoy muy enojada. Si el policía hubiera tenido el chaleco (antibalas) puesto, se hubiera
salvado", reflexionó una vendedora de la zona. Al respecto, un jefe policial indicó que Zanuttini
tenía asignado un chaleco antibalas y que no lo llevaba puesto. "Muchos de los vecinos pueden
consignar que el cabo iba a Confina con el chaleco", relató el vocero. La Plaza a la Madre es un
lugar emblemático de Villa Gobernador Gálvez. Está en el cruce de las avenidas San Martín y Juan
Domingo Perón, un lugar que podría graficarse como "pleno centro" de la localidad. Allí, a poco más
de una cuadra de los galpones ferroviarios de Villa Diego, también están los negocios más
representativos y el anfiteatro. En la plaza hay cinco puesteros, un vendedor de pororo y un
carrito de hamburguesas, estos últimos casi frente a Confina.