La familia Garcilazo era feliz; cinco hermanos criados por un padre y entre ellos Ivana, la mujer de 32 años e hincha de Rosario Central que murió el sábado 30 de septiembre cuando volvía a su casa, luego del partido clásico de su equipo y Newell”s Old Boys en el Gigante de Arroyito. Regresaba con Daniel, su pareja, por el camino habitual a su casa cuando fueron atacados por al menos tres personas que estaban en la ochava de Lagos y Montevideo arrojando piedras. Pasadas las 19.30 en la zona no había control policial, pero si fanáticos leprosos. Una baldosa, como un rayo fatal, dio en la cabeza de Ivana, que cayó pesadamente y murió sobre el asfalto. “Era una mujer, luchadora, un ángel. Tengo muchas preguntas pero quiero una sola respuesta, saber que llegó —al cielo, paraíso, a un lugar de paz— y que está bien, quiero comunicarme con ella, que me mande una señal”, no se cansa de repetir Daniel, su novio.
La familia ya constituyó querella y los representa el estudio del penalista Marcos Cella. “Fue un homicidio por odio, premeditado y alevoso. Hay importantes avances en la investigación con registros filmados y testigos que aportaron datos y si esto no es suficiente se harán públicas las imágenes y se pedirá colaboración a la población”, dijo el letrado.
El hecho se conoció así. Daniel e Ivana volvían a su casa en dos motos y fueron atacados por tres personas. Una piedra dio en la cabeza de Ivana. Cuando ella cayó Daniel se detuvo y uno de los agresores se le tiró encima, Daniel pudo alejarlo con una linga y el agresor y los otros dos corrieron por Montevideo, el muchacho intentó levantar a Ivana mientras se acercaron otras personas: “Una mujer le tomó el pulso, otra le tocó la espalda para ver si respiraba, yo la acariciaba y le preguntaba cosas. Ya no respondía”, dijo Daniel.
En la zona Daniel no vio policías, ni ninguna fuerza federal, aparentemente los hombres destacados para el operativo del clásico estaban en otro lado. Ovidio Lagos, según dijo Cella, “no fue corredor seguro y se sabe que quienes viven en el sur, como Ivana y su familia, que son de Tablada, toman por Lagos para volver desde el norte”. Daniel no vio a sus atacantes y en ningún momento tocó bocina ni insultó a nadie. “Eran muchos autos y motos los que iban por Lagos, yo nunca me pelee por fútbol con nadie, es más, dos muy amigos míos son leprosos y más que los chistes de cuando se gana el clásico no hacemos. Con Ivana no pasamos por el lugar para provocar a nadie ni cosas así,ella era una luchadora y la mataron por nada”, aseguró Daniel.
La familia Garcilazo era feliz. Silvina, una de las cuatro hermanas, cuenta que Ivana “unía la familia, ella era lucha y solidaridad, amiga de sus amigos y compañera de quien la necesitara. Si tenías un problema ella estaba ahí. Nos puso a todas listas para a ir a manifestaciones contra los femicidios, pelear por la causa feminista, así es que íbamos a todas las marchas. La próxima marcha era ayer, la del Orgullo. No militaba en ningún partido, pero no le gustaban las cosas que estaban mal, si ella estuviera en nuestra situación saldría a «quemar todo amigo», como decía siempre”. Y recordó: “En la familia hubo una situación de abuso a una niña y ella fue la que nos apuntaló en ese momento horrible”.
La familia es de trabajo y pelea por el día a día. Ivana asistió hasta quinto año y luego de recibirse tuvo mil trabajos: “Siempre pensaba en la plata, en el futuro”. Silvina recuerda que “hizo muchos cursos y ahora quería hacer uno de estética, yo tengo un local de uñas, pero ella tenía otro trabajo en un supermercado y estaba cómoda. Me decía: «daría cualquier cosa para ser como vos, independiente y manejar los horarios», cuando yo estaba mal con el negocio o con problemas, ella era la que me levantaba”.
La pasión por Rosario Central empezó de adolescente. “Iba siempre a la cancha, viajó a Mendoza, a Córdoba y a Jujuy a ver partidos y era fanática”, cuentan sus hermanas. El club la recordó en el partido con Huracán que se disputó el viernes por la noche en el Gigante.
Laura es la hermana mayor: “Cuando nos quedamos solos con mi papá —la madre de los chicos tomó otros rumbos— yo tenía quince años y medio y me hice cargo, Ivana tenía siete y la llevaba a la escuela y venía conmigo y mis amigas a todos lados. Entre los hermanos sabíamos que el primero que llegaba a casa tenía que limpiar, o hacer la comida, y todos lo hacíamos, hasta Ivana. De chiquita se chupaba el dedo y cuando le decíamos chupetona se enojaba. Creo que esa costumbre de chuparse el dedo no la perdió nunca. A veces , ya de grande, se sentaba sola en algún lugar de la casa y lo hacía, era una costumbre”.
Esa infancia la pasaron en una casa de Castagnino y Rauch, en Parque Casas, y allí vivieron todos, incluso Daniel, que ya vivía con Ivana, hasta el 2021. “En medio de la pandemia se le ocurrió hacer una olla popular y asistieron muchos vecinos de Parque Casas para comer, estaba difícil la cosa, la instalamos en la casa familiar. Después se puso a vender pan casero y cocinaba para vender comida, viandas. Era una luchadora total”. Trabajó en los últimos tiempos en una concesionaria de autos y en la cadetería Pedidos ya. Hace cinco meses ingresó al supermercado Coto, en principio como repositora y hacía dos meses lo hacía en el área digital. “Era emprendedora y siempre iba para adelante”, contaron en su familia.
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Raúl, el padre, habla de su hija Ivana y una triste sonrisa le toma la cara: “Me festejaba los cumpleaños, me hacía los trámites, era la alegría. Yo soy medio tronco para internet, las claves, los cajeros; y ella me hacía todo eso. Los chicos se quedaron conmigo cuando faltó la madre y siempre nos fuimos arreglando y peleándola. Me acuerdo cuando ella trabajaba en la cadetería Pedidos Ya y un muchacho tuvo un problema y estuvo tres meses sin trabajar: Ivana hizo rifas, colectas, estuvo ahí con él siempre, ella era así. Por eso a su velorio vino tanta gente”.
Los familiares de Ivana se reunieron con el intendente Pablo Javkin y les quedó el registro de que “es un buen hombre, muy humano”. Daniel agregó: “Lo vi muy conmovido”. Otra reunión tuvieron con el ministro de Seguridad provincial, Claudio Brilloni, quien “se puso a disposición para lo que necesitáramos”, sintetizaron.
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Para Daniel, novio de Ivana, lo que pasó es más que una pesadilla. “No quiero hablar del hecho, sólo sé que fuimos por el camino que siempre hacíamos, que no me pelee con nadie ni gritamos nada, ni tocamos bocina. Iban muchos autos y lo que menos esperás es que te tiren un piedrazo”. A ratos recuerda como se conocieron con Ivana: “Trabajábamos en el mismo lugar un tiempo y la primera vez que le di un beso sentí algo que no puedo encontrar las palabras. Después nos fuimos a vivir juntos. Habíamos pensado tener hijos este año, ella decía que se estaba poniendo grande”.
Daniel se calla y con una sonrisa cuenta: “Yo era de Central pero no fanático, ella si, por ella me hice socio y por eso íbamos siempre a la cancha. Al velorio fueron Gonzalo Belloso (presidente de Rosario Central), la esposa (Carolina Cristinziano, vicepresidenta del mismo club) y se ofrecieron para lo que haga falta. Al cuerpo lo cremaron y tiramos las cenizas en el Gigante. En el partido del viernes los jugadores salieron con un crespón en el brazo, ella se habría sentido feliz por eso”.
En lo que hace a lo judicial los hechos son claros, sólo falta que avance la investigación y en cuanto a eso el abogado Cella confía en varias alternativas. “Están las cámaras, unas 14 en la zona, y si no se exhibirán las imágenes para que la gente aporte lo que sabe. Necesitamos una respuesta urgente”.
El viernes familiares y amigos de Ivana ingresaron al Gigante un rato antes del partido con Huracán. Portaban fotos de Ivana, dieron la vuelta olímpica mientras los hinchas aplaudían. Los ojos de todos estaban húmedos, los gestos duros. Emoción y dolor para despedir a Ivana en el lugar que quedaron sus cenizas y su pasión. Tal vez la familia nunca recupere la felicidad.