Nada de la demencial violencia expuesta este miércoles a la tarde en las tres cuadras de calle Cullen entre Juan B. Justo y Martínez Estrada puede sorprender. Y mucho menos al vecino de esa zona cada vez más empobrecida y olvidada de la ciudad, que ve como se acerca la muerte en motos y escucha las detonaciones. El miércoles, poco después de las 17, dos muchachos en una Honda Twister 250 roja y negra comenzaron a disparar como jugando al tiro al blanco. En Cullen al 1200 bis hirieron a Karen Alejandra C., de 28 años, con dos balazos en las piernas; y a Celeste P., de 15 años, con un roce de bala en el pecho. Cuando llegaron a la altura del 1500 bis se toparon con Gustavo Ramón Villalba Sosa, un ciudadano paraguayo de 23 años que circulaba en su moto con el casco puesto y dispuesto a hacer unos mandados. Al cruzarlo le dispararon al menos seis veces y la mataron. “Venían disparando como en un juego. Le gustabas y te disparaban. Nosotros íbamos a hacer los mandados y quedamos regaladas. Faltaba poco para que los pibes salieran de la escuela Ortolani (la Nº 1319 cuyo frente está por Génova al 6400). Fue terrible pero pudo ser peor”, explicó una de las vecinas sobrevivientes del ataque.
Parte de lo que sucede en este sector de Empalme Graneros está en las estadísticas. Desde el principio de la pandemia de Covid 19 el 18 de marzo de 2020 hasta el presente, en un rectángulo delimitado por Cullen, Ottone, Juan B. Justo y Sorrento (es decir 7 cuadras por 5 aproximadamente) se produjeron 18 asesinatos con arma de fuego. Doce de ellos en los últimos 17 meses. Villalba Sosa cayó herido de muerte a metros del lugar en el que fueran asesinados Iván Guido Barrios, de 36 años, la madrugada del jueves 1º de septiembre de 2022, y Claudio Gabriel Isla, de 21, la noche del miércoles 15 de febrero pasado.
“Hasta hace una semana el barrio estaba mal, pero no tan mal porque estaban los gendarmes. Y con ellos la calle estaba más tranquila. Se fueron y volvió el desmadre”, explicó una joven vecina de la zona. Cullen al 1500 bis está separada por unos 500 metros lineales de Cabal al 1300 bis, el lugar donde la madrugada del domingo 5 de marzo pasado asesinaron a balazos a Máximo Jerez, de 11 años, y hirieron a tres de sus primitos, dos de ellos de 13 años y una nena de 2 años. El crimen de la comunidad Qom generó una rebelión vecinal que terminó con varios puntos de venta de droga destruidos y algunas casas dañadas. Una de ellas la de “Los salteños”, cuyas ruinas continúan a la vista. La muerte del nene Qom expuso la feroz pelea por el territorio del narcomenudeo entre Los Salteños y las huestes del "Araña" Ibañez.
¿En ese enfrentamiento puede estar la génesis del ataque armado que le costó la vida a Villalba Sosa la tarde del miércoles? En el barrio nadie se anima a afirmarlo pero tampoco a descartarlo. “Lo peor de todo es que no sabemos por dónde viene. No hubo avisos ni amenazas como dijeron en la tele”, afirmó una vecina. “Este era un lindo barrio. De gente laburante. Vecinos que se compraron el terrenito, o se buscaron uno, y como pudieron se hicieron la casita. Con ladrillos huecos, con chapas, como pudieron se rebuscaron una casa. Pero el barrio cambió. La falopa lo cambió. El barrio está manejado por los transas y sus soldaditos. Te pueden matara a la noche, o a la mañana temprano, o a la hora de la siesta, o cuando haces los mandados. Este es un barrio en el que te pueden matar. Y así que futuro le dejamos a nuestros hijos. La nada misma”, indicó un vecino de la cuadra.
La peor cara
Simbólicamente el Estado muestra su peor cara en Empalme Graneros y Ludueña, dos barriadas separadas por una calle que están bajo el fuego de las luchas por el control de la calle desde hace al menos un año y medio. Las seccionales 12ª (Solís y Casilda), 20ª (Carrasco al 5800) y la subcomisaría 24ª (Sabín y Juan José Paso) se encuentran valladas desde el 6 de abril pasado y las tres dependencias policiales recibieron ataques armados. Desde el comienzo del ciclo lectivo al menos las escuelas Ortolani (Génova al 6400), Carlos Pellegrini (Ottone y La República), José Mármol (Larrea al 300 bis) y el complejo Rosa Ziperovich (Sabin al 1100) tuvieron que suspender las clases por mensajes intimidatorios, al menos una vez. Las dos últimas fueron atacadas a balazos al menos una vez.
La distancia que existe sobre Cullen, entre Juan B. Justo y Martínez Estrada. parece mucho más que los 300 metros que delata un mapa electrónico. Sobre el mediodía de este jueves la calle se presentaba desolada. Con menos tránsito que lo habitual. Aunque en el escenario de la pobreza siempre están presentes esos nenes pequeños, de menos de cinco años, que juegan del lado de la calle, al costado de las zanjas pestilentes, a riesgo de que un auto, una moto o una bicicleta no los vea y se conviertan en un título catástrofe de noticiero.
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Foto: ARCHIVO.
Los vecinos contaron que todo comenzó sobre Cullen, unos 30 metros del cruce con Juan B. Justo, alrededor de las 17. La Twister roja y negra se acercó desde Génova. Conductor y acompañante circulaban con gorras con visera. Al llegar al cruce de Juan B. Justo, en una de los vértices de la escuela Ortolani y de la capilla Santiago Apostol, se toparon con Karen, Celeste, otra mujer y dos o tres pibitos que iban a hacer mandados. No dudaron un segundo y les dispararon. Dos de las mujeres resultaron heridas y en el lugar los peritos secuestraron tres vainas servidas calibre 45.
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Transitando por calle Cullen hacia el norte, desde Juan B. Justo catastralmente hablando todo es a ojo, las viviendas cuentan con numeración, pero del 1300 al 1400 bis puede haber más de 200 metros y del 1400 al 1500 bis media docena de casas. Para ubicar al extraño los residentes utilizan al mejor estilo baqueano puntos de referencia. “Seguí hasta el quiosquito pintado de celeste”; “llegate hasta el volquete y ahí seguí preguntando”; “hay un auto estacionado y un montículo de arena tapado con una lona azul”; o directamente "seguí hasta el templo". Y así se va llegando al 1500 bis de Cullen, o Camino al Puente Negro (como se llama a esa altura), a unos 200 metros del cruce con Sorrento. La escenografía está dada por verdaderos enjambres de cables desde el tendido electrico, basura por doquier, el mejorado de las calles estallado y zanjas con aguas pestilentes.
Como si nada
Por ese mismo camino, la Honda Twister con el tirador de acompañante siguió como si nada. Hizo unas tres cuadras hasta que a la altura del templo del “Ministerio Profético Estrella de Belén”, en una calle que la Municipalidad está abriendo en un plan de urbanización de la zona y que sería la prolongación de Martínez de Estrada, se toparon con Villalba Sosa que en moto salía a hacer mandados en su Guerrero 110. Los vecinos contaron que el acompañante de la Twister, que portaba una pistola calibre 45, recargó el arma y cuando tuvo a tiro al motociclista le disparó a sangre fría. En la escena quedaron seis vainas calibre 45. Tras la ejecución, la Twister se perdió por Cullen hacia Sorrento, un punto en el que los vecinos indicaron que, cuando estaban, los gendarmes tenían un retén en el lugar.
La víctima había llegado a Rosario con 14 años. Era albañil y estudiaba para ser maestro mayor de obra. Tenía esposa y una nena de siete meses. Recibió impactos en el cuello, la espalda y el abdomen. Un vecino lo trasladó en un vehículo particular al Hospital Alberdi, donde murió alrededor de las 18. Este jueves a la tarde, la familia de la víctima esperaba la llegada del padre de Villalba Sosa, en viaje desde Paraguay. La investigación del asesinato quedó en manos del fiscal Patricio Saldutti, quien comisionó a efectivos de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) para que trabajaran en territorio a la caza de testimonios y a la búsqueda de cámaras de videovigilancia, que a simple vista no eran localizables.