"Era una fuente, muy conocida en los medios, la veíamos mucho", recuerda hoy un redactor todavía vigente. Otra periodista, que entonces trabajaba en el diario El Ciudadano, conserva la imagen de cuando Cabrera visitó la redacción pocos días antes de que la asesinaran. "Era la mañana de un día de semana, nos enteramos de que la habían matado y no lo podíamos creer", cuenta quien aquella mañana cubrió la noticia para La Capital.
"Asesinaron a Sandra Cabrera, líder del gremio de meretrices de Rosario", se tituló el artículo de la edición impresa del 28 de enero de 2004. Así comenzaba: "A cuatro días de haber presentado una gravísima denuncia en Tribunales contra policías rosarinos por extorsión, Sandra Cabrera, la titular del gremio que nuclea a las trabajadoras sexuales, apareció asesinada. La mataron de un disparo en la nuca frente a un domicilio de Iriondo al 600, a media cuadra del Patio de la Madera y a dos de donde vivía. Una transeúnte la encontró con un balazo en el cráneo y con los pantalones bajos, a mitad de las piernas. Había un envoltorio de preservativo tirado a su lado. La escena sugería que había tenido un encuentro sexual antes de ser baleada".
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Foto: Sebastián Suarez Meccia
Los peritajes lograron describir la mecánica del asesinato. El homicida se ubicó por detrás de Cabrera, la sujetó con la mano izquierda y con la derecha le disparó a muy corta distancia, casi con el arma apoyada en la nuca, por donde entró la bala calibre 32 que le provocó la muerte al instante.
Los especialistas definieron al asesino como un experto que además conocía a la víctima. Así está explicado en el expediente: "Se plantea la posibilidad de un matador que ha elegido circunstancias de tiempo y lugar, ha dado muerte en el momento propicio de menor resistencia de la víctima, ha sostenido el cadáver para que no golpee con brusquedad al caer y se ha retirado sin dejar indicios de presencia. La hipótesis habla de un perfil profesional del victimario con conocimiento en la zona, de los hábitos de la víctima y de la tarea a realizar. Asimismo debe considerarse la prolijidad de sus movimientos. Esta consideración ofrece la alternativa probable de que el victimario haya conocido a la víctima en ocasión de un encuentro previo provocado precisamente para lograr datos de hábitos y circunstancia en los que la víctima se movía”.
Una referente
Sandra Cabrera tenía 33 años. Había nacido en 1970 en San Juan y llegado a Rosario a comienzos de la década del 90. Para entonces ya ejercía la prostitución y en la ciudad, después de trabajar en distintas zonas, se afirmó en las inmediaciones de la terminal de ómnibus. Tenía domicilio en San Lorenzo al 3200 y solía parar por las noches en la misma calle pero al 3500, a la altura de la cortada Quintanilla. De ahí que conocía a la mujer que atendió el kiosco de la esquina de Cafferata, una de las últimas personas que la vio con vida y yéndose con quien luego sería el único imputado en la causa.
Para comienzos de la década del 2000 Cabrera se había posicionado como una referente del gremio de las trabajadoras sexuales. En ese marco fue que entre 1999 y 2002 había realizado, según consta en la causa judicial, al menos 10 denuncias contra distintas áreas de la policía por agresiones, amenazas y coimas sufridas por ella o sus compañeras. En septiembre de 2003 había apuntado a la División de Moralidad Pública de la policía provincial por recibir coimas de parte de prostíbulos a fin de que retiraran de la calle a trabajadoras sexuales que pudieran significar una competencia. Como consecuencia fueron desplazados el jefe Javier Pinatti y el subjefe Walter Miranda, y luego del crimen toda la división fue desmantelada.
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Archivo La Capital
La última presentación había sido días antes de que la asesinaran, cuando acompañó a otra trabajadora sexual a la Fiscalía Nº 1 a realizar una denuncia también contra Moralidad Pública. Esta mujer contó que la habían detenido en San Lorenzo y Alsina, aún cuando había pagado la coima a un policía para que la dejaran trabajar, y que una vez demorada la amenazaron con que no se vinculara con Ammar. Por ese motivo, luego del crimen de Cabrera, el juez de Instrucción Carlos Carbone, a cargo de la investigación, ordenó la captura de aquel policía aunque no quedó vinculado al homicidio.
Por esas denuncias la hipótesis más firme sobre el asesinato apuntó a la policía. Pero se barajaron otras. Por un lado la posibilidad de un conflicto con un proxeneta a raíz de problemas relacionados a la prostitución. Pero también apareció un trasfondo vinculado al comercio de drogas, con sustento para los investigadores en supuestos testimonios de vecinos.
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Estos aspectos fueron abordados con mucha cautela por los encargados de la pesquisa. "No queremos dar a pensar que estamos investigando a la víctima", dijo un funcionario judicial a La Capital en aquel entonces. "Para aproximarnos al autor de un homicidio, del que desconocemos todo, es imprescindible buscar alguna huella en los elementos que sí conocemos. Uno de ellos es la víctima. No se indaga en la vida de la víctima por una cuestión morbosa o para objetarla moralmente. Lo que se busca es saber sobre sus relaciones en general. En especial las conflictivas, porque aquí hay un conflicto y de lo que se trata es saber quién y por qué pudo tener intenciones de matarla", había explicado.
La pista policial
Sobre la línea de un conflicto vinculado al comercio de drogas no hubo mayores avances. El juez Carbone había pedido un relevamiento de los homicidios en la zona relacionados a ese trasfondo, por entonces no tan habitual en la ciudad como comenzaría a ocurrir una década después con la expansión del narcotráfico en la zona. La información brindó un punto en común en esos casos: las víctimas habían sido ejecutadas con mucha saña, incluso hubo ocasiones en las que los cadáveres habían sido mutilados. Algo que contrastaba con lo ocurrido con Cabrera, quien para los especialistas había sido asesinada por una persona conocida y sin que se diera cuenta de que la iban a matar.
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Foto: Sebastián Suarez Meccia
En ese sentido la hipótesis se encaminó definitivamente contra la policía. El entonces secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde, apoyó esa sospecha en una visita a la ciudad al considerar que habían eliminado "un factor que podría poner en peligro los intereses económicos" que Cabrera denunciaba. En la misma línea apuntó la entonces titular nacional de Ammar, Elena Reynaga, que acerca de las otras hipótesis sostuvo: "Se intenta desviar la investigación y no enfrentar lo que hay que enfrentar".
El final de Cabrera cuadraba con las amenazas que había recibido. Una de las que consta en el expediente había sido en octubre de 2003, días después de su denuncia a Moralidad Pública. Llamaron por teléfono a la sede de ATE Rosario, donde Ammar tenía su oficina, y avisaron: "Decile a Sandra que a la piba la va a encontrar muerta antes de mañana". Se referían a Macarena, su hija de 8 años, que meses después cuando su madre fue asesinada estaba en un campamento en Mendoza.
El único procesado
Los avances de la investigación condujeron en menos de un mes a un sospechoso: Diego Víctor Parvluczyk, un agente de Drogas Peligrosas de la Policía Federal con quien Cabrera mantenía un vínculo sentimental. Así lo describieron los testigos a quienes ella misma mantenía al tanto de esa relación. El juez lo iba a citar pero él se presentó espontáneamente y contó que había estado con Cabrera horas antes de que se conociera su muerte y que además era su informante.
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A mediados de 2004 Carbone procesó a Parvluczyk y afirmó que el sospechoso había mentido y armado una coartada en la que se contradijo en sus distintas declaraciones. Lo señaló como único autor del homicidio y descartó las demás hipótesis. El policía estuvo preso hasta noviembre de ese año, cuando la resolución fue analizada por una Cámara Penal que consideró que no había pruebas suficientes para mantener la prisión preventiva. A eso se sumó que en 2005 Carbone fue recusado y la causa quedó a cargo del juez de Instrucción Alfredo Ivaldi Artacho, que en 2007 dictó el sobreseimiento de Parvluczyk.
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Archivo La Capital
En los años siguientes no hubo otras hipótesis ni sospechosos. La causa quedó impune bajo un manto de sospechas que, según fuentes que trabajaron el caso, ubicó un trasfondo con raíz en un conflicto personal entre Parvluczyk y Cabrera pero que escaló hacia una estructura institucional corrompida que tenía que mantenerse oculta. Por eso desde el ámbito de la militancia que impulsó el pedido de justicia, y hasta hoy reclama por el esclarecimiento del asesinato, afirmaban que no se había tratado de un crimen acotado a una cuestión íntima.
20 años después
Sandra Cabrera se convirtió en un emblema de Rosario, no solo por su crimen impune que dejó parcialmente descubierto un entramado de corrupción policial sino también por su militancia gremial. Es decir que su vida trascendió tanto como su asesinato, incluso más, siendo considerada todavía hoy una pionera de la lucha por los derechos de las trabajadoras sexuales.
En ese marco su historia llegará al formato podcast de "true crime" con un trabajo de las periodistas Arlen Buchara, Laura Hintze y la productora Paula Manini. "Nos permite ahondar en profundidad en detalles de esa noche, pero también en la vida de Sandra", contó Buchara a La Capital. "Estuvo bueno poder hablar con familiares, amigas, líderes sindicales y compañeras para pensar dos dimensiones: Sandra como personaje, cómo era ella y cómo la recuerdan, y por otro lado lo que para estas personas significó ese crimen", adelantó.
"El crimen de Sandra tocó muchas fibras por las amenazas que ella venía sufriendo, por el involucramiento y las sospechas sobre la policía, lo que hizo que sea un crimen con mucha resonancia y que sea una figura clave en la historia del sindicalismo argentino y el movimiento de trabajadoras sexuales", analizó la periodista. El podcast se presentará este año con el título "Matar a una puta sindicalista" y en Spotyfy se puede escuchar el trailer.