Faltaban cinco minutos para las 9 de ayer cuando Germán G., un repartidor de pan
de 33 años, esperaba a bordo de su Renault Kangoo que el dueño de una granja del barrio Bella Vista
Oeste abriera el local. Debía entregarle el pedido de pan del día. En ese momento, un muchacho
abrió sorpresivamente la puerta del vehículo, forcejeó con él y le robó el teléfono celular. Casi
al mismo tiempo, otro joven armado le asestó un culatazo en la cabeza, le pidió el dinero y gatilló
el revólver que portaba. Pero el arma se trabó y no salió ningún proyectil. Entonces Germán pudo
sacar un revólver que escondía abajo de su asiento y abrió fuego contra los agresores. Los dos
jóvenes asaltantes murieron en el acto. Y el panadero fue a la comisaría 13ª, donde quedó
detenido.
El mediodía de ayer, los vecinos de Riobamba al 4300 todavía estaban
sorprendidos. Sólo recordaban el ruido de las detonaciones que alteraron la tranquila mañana del
domingo y que los obligaron a salir a las veredas para ver qué había pasado. Así distinguieron los
cuerpos sin vida de dos muchachos, a unos diez metros del cruce con calle Lima. Uno de los
cadáveres estaba tirado en la vereda, frente a la granja en la cual Germán debía entregar el pan.
El otro yacía sobre la zanja, a escasos metros del primero.
Un rato antes, según le dijo Germán a la policía, los chicos habían intentado
robarle. El hombre los enfrentó y los mató. Asustado, volvió a su casa y desde allí se contactó con
el jefe de la seccional 13ª para contarle el episodio que había protagonizado. También le anunció
que se presentaría en esa comisaría, adonde un rato después llegó acompañado por un abogado y quedó
detenido.
Germán es propietario junto con su padre de una panadería ubicada en el barrio
Bella Vista. Mientras su progenitor atiende el comercio, él realiza el reparto en granjas y
almacenes de la zona. En eso estaba ayer poco antes de las 9 de la mañana cuando todo se
desencadenó.
Espera alterada. Germán llegó a bordo de su Kangoo blanca hasta el local de
Riobamba al 4300. Como el dueño del negocio todavía no había abierto, decidió esperarlo en el
vehículo. A esa hora las calles estaban desoladas y no se veía gente caminando por las veredas
arboladas. Fue en ese momento que irrumpió en escena un adolescente vestido con un buzo con capucha
y un gorrito negro.
"El pibe abrió la puerta, forcejeó con el comerciante y le sacó el celular",
contó una fuente policial reportando el testimonio de Germán. Casi al mismo tiempo apareció otro
joven con un revólver 32 largo. Este chico, más esmirriado que su cómplice, actuó con rapidez. Le
asestó un culatazo en la cabeza y le ordenó que le diera la plata mientras lo encañonaba con el
arma. "No tengo dinero", alcanzó a responder el panadero.
Entonces, según testimonió el comerciante, el joven malhechor jaló varias veces
el gatillo del arma, pero de milagro no salió ningún proyectil. Y resignado se trabó en lucha con
el repartidor. En medio de la disputa, Germán G. alcanzó a manotear un revólver calibre 38 largo y
abrió fuego.
Contraataque. Fueron cuatro balazos certeros los que disparó Germán: uno
atravesó la cabeza de uno de los pibes, el otro tiro dio de lleno en el pecho del cómplice y le
perforó el corazón.
Los dos pibes murieron en el acto. Alberto Matías Ascensio, de 19 años, alcanzó
a caminar unos pasos, giró su cuerpo y se desplomó sobre la zanja. Su compinche, Nicolás Morel, de
15, cayó sobre la vereda frente al almacén. Cerca de sus manos la policía halló un revólver calibre
32 plateado y el teléfono celular robado a Germán.
Cuando el repartidor llegó a su casa, desde donde registró la denuncia, se
percató de que no tenía la billetera en la que llevaba mil pesos. "El repartidor presume que, en el
forcejeo con los ladrones, se le cayó al suelo y alguien se la llevó", explicó el portavoz
policial.
A esa hora, ya varios vecinos y familiares de los adolescentes fallecidos se
habían congregado en el lugar donde trabajaban la policía y el Sies en el levantamiento de los
cadáveres. Mientras tanto la granja de Riobamba al 4300 seguía cerrada. Su dueño, un rato más
tarde, le diría a LaCapital: "No sé lo que pasó. Cuando llegué sólo vi varias personas alrededor de
los cuerpos".