Salir con la caída del sol, caminar seis cuadras hasta la casa de una amiga y acompañarla por las noches era parte de la rutina de Dora Quiroga. Un punto en ese camino acostumbrado encontró a la mujer de 64 años y madre de seis hijos en medio de un demencial tiroteo la noche del 4 de febrero pasado, cuando al menos tres jóvenes en un auto que seguían a dos en moto causaron su muerte frente a un pasillo de Manantiales al 3700. A las tres horas el Renault Clio en el que iban los atacantes apareció prendido fuego. Casi al mismo tiempo Nicolás Gauna llegaba a un hospital con quemaduras en la cabeza y el torso que sufrió al incendiar el vehículo. Con el correr de los días lo apresaron por el crimen y este jueves aceptó 10 años y 4 meses de condena.
El juez Rodolfo Zvala dictó esa pena para Gauna, de 20 años, al homologar un acuerdo abreviado entre el fiscal Gastón Ávila y la abogada Marta Macat. Como parte del convenio, avalado por familiares de la víctima, el acusado admitió la condena y se hizo cargo de los delitos. Fue sentenciado como coautor de homicidio agravado por el uso de arma de fuego, la portación ilegal de un arma de guerra, daño y encubrimiento. En su favor se consideró su edad, la admisión de responsabilidad y la falta de antecedentes.
La muerte de Quiroga fue, tal como se expresa en la sentencia, resultado de una suerte de “cacería humana” para dar con “Muqueño” y “Cortongui”, dos jóvenes que lograron escapar de los disparos y llegaron a resguardo con las ruedas de las moto destrozadas. Quienes los seguían en el Clío eran Gauna y Juan Manuel Zanier, un muchacho de 25 años al que le decían “El Invalido” o “Bigote”. La madrugada del 30 de septiembre pasado fue asesinado con 32 disparos por un grupo comando que entró al grito de “policía” a su casa de Nuevo Alberdi.
En la investigación del crimen de Quiroga se estableció que aquella noche Zanier buscaba ajusticiar a Muqueño, actualmente preso por robos, por un balazo que en noviembre de 2016 le afectó la médula y lo dejó en silla de ruedas. Tenía entonces 18 años y estaba con su pareja embarazada de su hija, una nena que tenía 4 años cuando lo mataron con inusual derroche de plomo. “Yo lo nombro como Julián, El Bigotudo, así lo conocen en el barrio. Es uno que anda en silla de ruedas que se hace el rengo y es re terrible”, lo definió un testigo de la muerte de la jubilada.
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En medio de esa trama de venganzas cruzadas quedó Dora Ercilia Quiroga, ajena a las broncas que pagó con su vida la noche del 4 de febrero. Jubilada y madre de seis hijos, salía a diario de su casa de Río de Janeiro al 3300 para visitar a una amiga a la que acompañaba por las noches. En el camino compraba algo para prepararle la cena. En eso estaba cuando una bala que no la tenía como blanco le afectó un pulmón y a las 21.15 cayó sin vida en la entrada al pasillo de Manantiales al 3700.
La persecución había arrancado en 27 de Febrero y Lima cuando “Gauna y Zanier junto a una o dos personas más” persiguieron en el Renault Clio a la moto en la que iban Muqueño y Cortongui. En ese lugar hubo una primera descarga de disparos, “sin importar el daño que pudieran ocasionar disparando desde un auto en movimiento”. La descarga de tiros se reanudó frente al pasillo que cruzaba Dora en Manantiales y 24 de Septiembre. Un disparo le entró por la espalda a la altura del omóplato izquierdo. Los vecinos que la vieron caer desplomada al piso no la conocían. Junto al cuerpo que caía vieron pasar a toda velocidad a la moto en fuga, que se escurrió por el pasillo. Una de las hijas de la víctima llegó a socorrerla y notó que le habían robado los aros, una cadenita, una pulsera, la billetera y 500 pesos.
El auto que describieron los testigos apareció quemado horas más tarde en Asunción y Barra. Había sido robado días antes en el barrio República de la Sexta y tenía un balazo en el capó. Con quemaduras graves en el rostro y el pecho, Gauna ingresaba casi en simultáneo al Hospital Carrasco y desde allí era trasladado al Heca, donde obtuvo el alta 23 días después. Pero entonces no se lo consideraba un sospechoso del crimen. Recién fue detenido en marzo en medio de una serie de allanamientos en el barrio Vía Honda y en Avellaneda al 4400. Hubo otro acusado como partícipe a quien se le archivó la causa.
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La clave para llegar a él la aportó la novia de Nelson “Pandu” Aguirre, investigado por narcotráfico y quien cumple condena por el crimen del albañil Javier Barquilla en febrero de 2015 en Villa Banana. “Me presento para aclarar lo sucedido con Dora porque veo que en el diario sale constantemente el nombre de mi pareja Nelson Aguirre, Pandu, y él no tuvo nada que ver. Está detenido en Piñero, no tiene celular, me llama por el teléfono del Servicio Penitenciario”, declaró.
Contó que la noche del hecho, alrededor de las 22, estaba en la puerta de su casa cuando escuchó los disparos y a los tres minutos llegaron Cortongui y Muqueño en una YBR negra con las ruedas pinchadas y un tiro en el tanque. “Julián, el Nico y dos más que no conocemos nos tiraron una banda de tiros”, le dijeron. Reveló que ese ataque con una víctima inocente había sido una venganza por el disparo que dejó en silla de ruedas a Julián. Quien según testimonios por ese entonces ofrecía entre 300 mil y 600 mil pesos por la cabeza de Muqueño. “Pensé que nos mataban _dijo Muqueño al declarar sobre la fatal persecución_. Nosotros aceleramos y al final de las cuadras chocamos. Nos volvemos a levantar. Nos pegaron una banda de tiros”.
Por esas referencias sobre la promesa de pago, Gauna había sido acusado en un primer momento de un homicidio calificado por precio, lo que prevé prisión perpetua. Pero no pudo comprobarse que existiera una recompensa económica por aquel ataque. “Unicamente hemos comprobado que ambos se encontraban a bordo del auto”, dice el acuerdo abreviado. Tampoco se acreditó la existencia de un plan o acuerdo previo entre más de tres personas: se consideró que el ataque pudo resultar de una decisión repentina de Zanier al cruzarse con quien lo había dejado en silla de ruedas.