Si las disputas de poder al interior del Sindicato de Camioneros de la provincia
aparecían para los investigadores judiciales como el detonante del crimen del dirigente Abel
Beroiz, esa línea no hizo más que reforzarse en los últimos días con los reveladores testimonios
que prestaron en Tribunales algunos integrantes del gremio. Esas declaraciones, a seis meses del
homicidio y cuando cuatro personas están detenidas, revelaron que no sólo había empezado a gestarse
un grupo opositor al secretario general sino que su muerte se produjo cuando planeaba desplazar a
uno de sus opositores, Alejandro Lázaro, de la conducción de la filial San Lorenzo.
Eso se desprende de los relatos de sindicalistas que declararon entre el 8 y el
16 de mayo pasados ante el juez de Instrucción Osvaldo Barbero. Mientras se investiga a cuatro
personas como autores, intermediarios o instigadores del homicidio; la consulta judicial a los
gremialistas apuntó a conocer cómo era la composición de fuerzas en el gremio que dirigía
Beroiz.
Las declaraciones de los sindicalistas fortalecieron la principal hipótesis que
guía la investigación desde los días posteriores al 27 de noviembre pasado, cuando Beroiz fue
baleado y apuñalado en el subsuelo del ACA. La presunción judicial es que tras el homicidio se
insinúa una puja de poder. Según constancias de la causa, un grupo liderado por el número dos de
Beroiz, Raúl Alfredo Luna, aspiraba a ocupar su cargo.
"Cuando Luna empezó a desempeñarse en la parte gremial cambió y a partir de 2004
hubo un alejamiento de la figura de Abel. Se había hecho de un grupo de colaboradores que no
respondían a Beroiz y repartían tarjetas a los afiliados. Esto era de público conocimiento y llegó
a oídos de Beroiz, pero nunca se pensó que derivaría en un hecho de esta gravedad", describió uno
de los allegados al gremialista asesinado.
Esas diferencias entre los conductores del sindicato provincial se habrían
expresado en órdenes que Luna impartía en nombre de Beroiz, pero que éste luego no reconocía como
propias. O en un paro que Luna impulsó en la empresa de transportes Dolzani de Reconquista cuando
se inauguraba un camping sindical en Venado Tuerto, lo que disgustó a Beroiz. "Estaba muy enojado
con esa situación", amplió su colaborador. Luna, quien niega haber armado una lista opositora, no
recibió ninguna imputación judicial aunque tras ser mencionado en el expediente pidió licencia
gremial
San Lorenzo, bajo la lupa. Los gremialistas también dieron referencias
explícitas de la rivalidad que se había gestado entre Beroiz y otro de los hombres cercanos a Luna,
Alejandro Lázaro, quien comandaba la seccional San Lorenzo. Según contaron, Lázaro había llegado al
gremio recomendado por Juan Carlos Dell’Arciprete, otro hombre del entorno de Luna detenido
como supuesto instigador (ver aparte). Revelaron que Beroiz desconfiaba del accionar de Lázaro y
consideraba que esa delegación estaba "desprestigiada".
"Se decía que Lázaro estaba derivando casos del gremio a otros abogados, lo cual
no corresponde", dijeron los sindicalistas. Los investigadores presumen que esos juicios laborales
habrían sido desviados a Julio César Jerez, un gestor que trabajaba con estudios jurídicos de
Rosario y que está acusado de contactar a quienes planearon el asesinato con los sicarios.
El recelo de Beroiz hacia ese dirigente se expresó en algunas medidas que adoptó
poco antes de su muerte. En una ocasión, le ordenó a Lázaro que se estableciera en la delegación de
San Jorge durante una semana con la supuesta misión de realizar tareas de control en esa filial.
Pero los allegados a Beroiz aseguran que su verdadera intención era correr momentáneamente a Lázaro
de San Lorenzo para inspeccionar la zona.
Además, le pidió a uno de sus allegados que acompañara a Lázaro a las audiencias
en la Secretaría de Trabajo para observarlo, porque "sospechaba que se manejaba irregularmente en
las inspecciones a las empresas para ver si cumplían con el convenio colectivo".
Al parecer Beroiz quería controlar de cerca a Lázaro y por eso les indicó a dos
abogados del gremio que viajaran dos veces por semana a San Lorenzo a realizar tareas de asesoría
legal, con el propósito no declarado de mantenerlo vigilado. Esa actividad no llegó a realizarse:
el primer día que los asesores irían a San Lorenzo fue el martes que mataron a Beroiz. Cuando Raúl
Luna ocupó el lugar de Beroiz dejó la medida sin efecto.
Según los gremialistas que declararon en la causa, Lázaro estaba en la mira de
Beroiz, quien le renovaba la licencia gremial cada dos meses cuando para el resto de los delegados
el plazo de revisión era de ocho meses.
Pero un último gesto de Beroiz dio cuenta de que los días de Lázaro al frente de
la seccional estaban contados. Según precisaron, el dirigente convocó por escrito a una reunión de
encargados regionales para revisar sus gestiones que "era especialmente para ver cómo se había
manejado Lázaro. Dijo que si comprobaba que Lázaro no había hecho nada o detectaba algo irregular
lo sacaba. Todos sabían que quería sacar a Lázaro". Esa reunión, sin embargo, no llegó a
concretarse. Estaba prevista para el 27 de noviembre, el día que mataron a Beroiz.