Cuando Marcelo “Coto” Medrano bajó el jueves pasadas las 23 de su Renault Clío blanco para comprar unos caramelos en la estación de servicios YPF de Eva Perón y avenida San Martín, en Granadero Baigorria, no sabía que su vida estaba en tiempo de descuento. Apenas salió del multishop, vio que detrás de su auto se habían estacionado otro vehículo y una camioneta. Al pisar la vereda le gritaron “alto, policía” y entonces supo que lo iban a matar. Corrió por su vida mientras le disparaban con una pistola calibre 40. Cruzó por la parte trasera de la YPF con el sicario a sus espalda, un hombre que nunca titubeó. En Pueyrredón y Eva Perón, a 50 metros de donde comenzó la persecución, “Coto” cayó de bruces. Y cuando estaba en el suelo, el homicida lo remató disparándole a la cabeza.
El asesinato de “Coto” Medrano quitó de la cancha a un importante jugador sindicado como distribuidor de drogas en la zona norte de la ciudad, a un peso pesado al que no le temblaba la pera para defender su territorio y a un barra brava de Newell’s Old Boys que se paraba en la actual disidencia del paravalanchas. A Medrano lo asesinaron frente a su mujer y su sexto hijo, un pequeño de menos de un año.
A la hora de analizar quien pagó por su muerte se abre un abanico de posibilidades. Tantas como las broncas que supo tener “Coto” en su vida. Algunos miran el conflicto territorial irresuelto en los barrios situados al oeste del bulevar Rondeau, una disputa que se acrecentó tras el asesinato de Emanuel “Ema Pimpi” Sandoval en octubre del año pasado, y las detenciones de Tania Rostro y la banda de “Lichy” Romero. Otros observan el conflicto que se desató con un tal “Dany”, vendedor de drogas en el Cordón Industrial y con quien superponían sus puntos de venta en el mercado. También miran a la barra brava lerposa, donde “Coto” llegó a tener un lugar de prevalencia durante 2016. Y no descartan la dinámica propia de que un nuevo jugador en expansión esté buscando conquistar territorios y mercados narcos. Así, según con quien se analice la muerte de “Coto”, se pueden sumar candidatos a querer eliminarlo.
“Coto” Medrano tenía 44 años y seis hijos. El mayor de ellos está preso en Piñero, luego tuvo otro hijo con una segunda pareja, tres nenas con su tercera mujer y hace poco había sido padre una vez más con su última concubina. Esa relación y el nacimiento del bebé le dio un respiro y aprovechó el distanciamiento social para irse de la ciudad y afincarse en Paraná. Había regresado hace un mes a la ciudad después de ese autoexilio para afincarse en una casa de Liniers al 1800, en Granadero Baigorria, a una 15 cuadras de donde lo asesinaron.
Ayer los pesquisas se preguntaban si había vuelto tras haber cerrado una tregua con un rival directo y fue traicionado. Esa es una posibilidad pensando en que sus allegados indicaron que se sentía amenazado por “Dany”, el transero del Cordón Industrial, y prefirió preservar a su familia y a su pequeño hijo de tres meses buscando refugio en otra provincia. ¿Tuvo algún conflicto en el último tiempo con gente cercana a Ariel “El viejo” Cantero o con el propio ex líder de la banda de Los Monos? Una de las tantas preguntas que se planteaban en la calle y que ahora deberá responder la investigación que conduce el fiscal Ademar Bianchini.
El crimen de Medrano ocurrió en inmediaciones de una concurrida estación de servicios y toda la secuencia fue captada por varias cámaras de videovigilancia. “Coto” llegó en su Renault Clío junto a su última pareja y su pequeño hijo. Alrededor de las 23 estacionó sobre Eva Perón, al costado de la YPF. Entró al multishop, compró dos paquetes de caramelos y salió a encontrarse con su muerte. El sicario que lo asesinó utilizó una pistola calibre 40 y le dejó 15 orificios en el cuerpo entre heridas de entrada y salida. La constancia de que fue rematado en el piso, sobre la vereda de una ferretería, quedó marcada por un balazo en la nuca y otro en el maxilar. Incluso, uno de los proyectiles impactó en los vidrios del multishop de la YPF. La esposa de “Coto” nunca bajó del auto y en la seccional 24ª, tras los trámites de rigor, insólitamente se le liberó el auto y la mujer se fue manejando del lugar.
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“Coto” era un pesado con un prontuario que lo avalaba. En agosto de 2006 cayó preso acusado de balear a un vecino de 18 años en Paunero y Suárez, en el barrio Nuevo Alberdi. En noviembre de 2008 agentes de la ex Dirección de Drogas Peligrosas lo llevaron tras las rejas después de secuestrarle 13 kilos de marihuana compactada, lo que le valió en 2010 una condena a seis años de prisión.
Tras recuperar la libertad, entre 2016 y 2017 su apodo fue escuchado e investigado en el contexto de la sangrienta saga sucesoria en el paravalanchas leproso que incluyó los asesinatos de Matías Hernán “Cuatrero” Franchetti (el 7 de junio 2016 cuando salía por la puerta 6 del Coloso) y Maximiliano “Cabezón” La Rocca (el 27 de junio de 2016). También por entonces mataron al barra Jonathan Rosales, muerto a tiros el 22 de junio de 2016 luego de ser embestido por un auto cuando iba en una moto con su pareja y una bebé de 8 meses. En esa saga también se deben incluir los ataques contra los dirigentes Claudio “Tiki” Martínez y Cristian D’Amico.
El 13 de marzo de 2017 “Coto” fue arrestado por la Policía Federal y en octubre de 2018 fue condenado a dos años de prisión efectiva en un proceso abreviado por abuso, portación ilegítima y tenencia de arma de fuego, encubrimiento y amenazas por tres ataques ocurridos en julio de 2015; una tenencia de una pistola robada en marzo de 2017 y por haber golpeado y amenazado a un hombre en octubre de 2018. A los pocos días de cerrar el abreviado quedó en libertad asistida.
“Coto” supo estar ligado a nombres como Milton José Abelardo Ferreyra, el hijo de “La Tata” Medina, o Vladimir Natalio Medina (asesinado en marzo de 2019 en Maipú al 1100).