Por Carina Bazzoni
Leonardo Vincenti
Sin actividad. El área gastronómica de la zona de Illia y España inauguró pocos días antes de la cuarentena.
La última semana de febrero, hubo fiesta en el Complejo Cultural del Tango. La empresa Pasión por las Brasas, de la que el chef Damián Delorenzi es la cara visible, inauguró el bar Barrio y el restaurante Damale, recuperando un espacio concesionado por el municipio que llevaba tiempo cerrado. Pero la alegría fue efímera: dos semanas después, el aislamiento obligatorio impuesto para prevenir el crecimiento de los contagios de coronavirus vació las calles de la ciudad. Apenas estrenados, ambos emprendimientos apagaron sus cocinas y todavía permanecen así.
Las mesas tendidas en la vereda de Wheelwright y España, donde se puede aprovechar el sol del mediodía, no son las únicas que se extrañan de la costa central rosarina, sobre todo por estos días de pandemia en que las salidas al aire libre son las más recomendadas y los parques se llenan de gente. A lo largo de todo el corredor ribereño que empieza en el parque Urquiza y termina en la zona de La Florida, existen veinte locales gastronómicos que el municipio autoriza explotar a privados y, de ellos, la mitad permanecen cerrados pese a que esta semana se cumplirá un mes del decreto que autorizó la apertura de bares y restaurantes en Rosario.
Según explican los empresarios del rubro, las concesiones municipales no escapan al sacudón que sufrió la gastronomía durante los 80 largos días del confinamiento. Sin embargo, que estos locales permanezcan cerrados tiene otro condimento ya que en muchos casos brindan servicios imprescindibles para quienes usan los parques: como la seguridad y el mantenimiento de baños públicos.
Quienes salen a caminar o trotar por el parque Urquiza a diario lo tienen bien claro. De los tres bares que hace años se instalaron allí apenas funciona uno: el bar Vieja Estación, abierto en 2009 cuando el edificio de la antigua Estación Ferroviaria Santafesina se abrió como centro cultural, alojando entre otros al Centro Audiovisual Rosario (CAR). De acuerdo a información del municipio, la concesión del bar y sandwichería figura desde 2016 a nombre de Mónica Bottaro y está próxima a vencer.
A metros de allí, el bar del Anfiteatro Municipal continúa vallado. El local se concesionó en julio del año pasado a una sociedad encabezada por Edgardo Santana. Unos meses después comenzaron las obras de remodelación del espacio que se proyectaban terminar esta primavera. Pandemia mediante, los plazos seguro serán más largos.
El local gastronómico de avenida Libertad y Necochea, Queens Deck, también sigue cerrado. La firma Cuatromasuno se hizo cargo de su explotación por diez años, con opción a extenderla otros dos más, en junio de 2013. Las complicaciones que atraviesa la firma, que debió cerrar otros emprendimientos, no da muchas certezas sobre la continuidad del emprendimiento. Sin embargo, desde el municipio afirmaron que el lugar se está reconvirtiendo y adaptando a los protocolos para prevenir contagios de Covid-19.
Con balcón al río
La provincia autorizó la apertura de bares y restaurantes en Rosario desde el pasado 8 de junio. Por esa fecha, según estimaron desde la Asociación Hotelero Gastronómica, alrededor de la mitad de los mil locales habilitados por el municipio ya habían presentado su protocolo para comenzar la actividad y adaptado su funcionamiento a las exigencias para evitar contactos: menos comensales, mesas más separadas y horarios acotados, entre otros.
El bar del parque nacional a la Bandera fue uno de los primeros en abrir sus puertas cuando se autorizó la actividad. El Vip, más conocido como el bar de la familia Messi, se adjudicó a fin de 2009 a la sociedad formada por Alberto Ombrella y Jorge Messi. La concesión, que puede prorrogarse por dos años más, venció el año pasado pero la pandemia suspendió todos los trámites municipales y estiró esos plazos.
En la zona del parque España, también los bares levantaron sus persianas. Sobre la barranca, Quillagua —el bar que tomó su nombre prestado de un pueblo chileno del desierto de Atacama, conocido como uno de las localidades más secas del planeta— esta trabajando todos los días. Quitapena y El Charladero arrancaron los fines de semana.
Los los tres, forman la concesión conocida como parque España Norte; un predio comprendido entre las calles Wheelwright, Entre Ríos, Corrientes y la barranca sobre el río Paraná que pertenecía al Ente Nacional de Administración de Bienes Ferroviarios (Enabief) y fue transferido al municipio en el 99. El concesionario de los locales, la firma Coyde, está en juicio con el municipio que hace años le demanda la restitución del predio.
En el parque de las colectividades, el restaurante Don Ferro volvió a abrir hace unas semanas. La concesión forma parte del complejo Puerto España, que suma un salón de fiestas, un bar un gimnasio y el estacionamiento. La concesión, a nombre de Pedro Ritagliati y Sergio González, venció en junio de 2018. El municipio puso en marcha una nueva licitación que tuvo dos oferentes, pero aún sigue en trámite.
Ritagliati y González también explotan el bar Río Mío, en el parque de las Colectividades, a la altura de calle Dorrego, que también está abierto. No pasa lo mismo con el restó que se encuentra al pie del Museo de Arte Contemporáneo (Macro). La explotación del bar, conocido como de los silos Davis, se otorgó en 2004 a la firma Pro Linse. El contrato vencía a los diez años, pero se extendió hasta octubre del año pasado.
Otro emprendimiento que se mantiene cerrado es el bar de Oroño y avenida López, conocido como Station. La crisis sanitaria encontró al bar en medio de un largo proceso licitatorio que dio lugar a la polémica cuando cuando un grupo de inversores locales buscaron instalar una franquicia de la tradicional marca Hard Rock. El municipio rechazó la oferta y volvió a licitar el emprendimiento, el trámite se encuentra en proceso.
En la zona de la Rambla Catalunya hay cinco bares que este verano encontraron nuevos dueños, después de que se decidiera dar de baja el contrato con el concesionario anterior, en medio de una batalla judicial desatada a partir de denuncias sobre robo de energía del alumbrado público. Los bares de playa Patagonia y Paradiso son los únicos que volvieron a encontrarse con sus clientes. Caracolas espera hacerlo durante la primavera. El bar Mordisco recién se adjudicó en enero y la cuarentena lo agarró sobre el fin de las obras de remodelación y el trámite de habilitación.
Sin interesados
Después de dos licitaciones, el restaurante Señor Arenero no pudo encontrar interesados en reflotar el negocio y se convirtió en central de operaciones para guardavidas y personal de servicio de las playas.
El bar de Costa Alta tiene una situación similar. La concesión se encuentra venció y la nueva licitación se encontraba en proceso al comienzo de la pandemia.