Uruguay corrió la misma suerte que Argentina. Hasta sufrió peor en el resultado que el equipo dirigido por Jorge Sampaoli. No sólo no le pudo marcar un gol, sino que Francia pareció ganárselo al trotecito, pero volviendo a mostrar cuál es el camino que eligió en este Mundial. Para todos aquellos que no creen que con el desenfado y la desfachatez siempre es más fácil conseguir los objetivos, los franceses contestaron que ellos son semifinalistas de Rusia 2018 cargándose en fila a dos campeones del mundo como Argentina y Uruguay. Fue 2 a 0 y hasta pudo haber un gol más de diferencia, aunque los números otra vez desmintieron la superioridad francesa. Como la semana pasada ante Argentina, no necesitó del auxilio de un partido imperial para quedarse con la última palabra. Francia le aplicó a un bravo como Uruguay la ley del que mejor juega. Le bajó el martillo con la misma rotundidad con que se lo hizo a Argentina. Y eso que el equipo de Deschamps no se preocupa demasiado por andar rompiendo corazones ni seduciendo a las multitudes en la cancha. No es de los que se desvelen por las cuestiones estéticas, más allá de algún firulete de Mbappé. Ayer contra Uruguay no se distrajo nunca. Siempre impuso condiciones convencido de lo que es capaz de hacer y eso que Uruguay estaba haciendo bastante bien su trabajo. Porque siempre trató de no perder la cordura táctica y con eso le alcanzaba para hacerlo retroceder a Francia. Para mantenerlo a distancia y a resguardo de las aceleraciones de Mbappé y las filtraciones de Griezmann. En realidad, para decirlo de otra manera. El equipo del Maestro Tabárez hasta ese momento había detectado que debía proponer todo lo contrario a lo que había mostrado Argentina ante este mismo rival la semana pasada por los octavos de final. Claro que para que ese andamiaje no se retorciera, Uruguay necesitaba que los jugadores se sintieran convencidos de lo que estaban haciendo. Francia controlaba la pelota y Uruguay los espacios. Y, de vez en cuando, Bentancur se imponía ante Kante, Tolisso y Pogba. Mbappé, la pesadilla de la selección argentina, gravitaba poco porque estaba obligado a arrancar muy desde atrás y sin la pelota dominada. Eso se ajustaba a los planes originarios de Uruguay. Teléfono para Mascherano, Banega, Tagliafico, Rojo, Otamendi y todos los que estuvieron involucrados de algún modo en el penal que le terminó cometiendo Rojo a Mbappé en el nacimiento del derrumbe argentino en Rusia. Pero el fútbol siempre se guarda alguna puñalada trapera para mostrar algún ribete paradojal. Son esas situaciones que te agarran por la espalda y no te dejan reaccionar. Fue lo que le pasó a Uruguay. Toda una extrañeza que el equipo de Tabárez se desacomodara en la pelota parada, sobre todo teniendo a dos leones como Godín y Giménez, que cuando ven que algo anda por los aires suele terminar en las tribunas.