Esto es Central, un equipo serio, con desafíos y aspiraciones tomados de la mano. Central es, hoy más que nunca, un equipo que convence, al que no lo condicionó ni siquiera el momento de angustia por lo sucedido con Russo. Central va, incluso, con el aura de Miguel. Abriendo la boca, sonriendo y, a esta altura, mostrando los dientes más que nunca en ese protagonismo al que no se resigna. El triunfo trabajado por 1-0 frente a Platense fue otro paso enorme, uno más en esa seguidilla de buenos resultados para empezar a asegurar el pasaje a octavos de final y entrelazar los dedos con el primer puesto en la acumulada.
Central tenía la mesa tendida para sumar su cuarto triunfo consecutivo. Frente al rival contra el que el Central de Russo logró el título hace menos de dos años. Y después de una previa cargada de emoción y mucha angustia, el Canalla hizo lo que debía. Entre el aura de Miguel y el presente futbolístico, otra sonrisa para apuntalar, otro triunfo para soñar.
Un Central que entró anestesiado
Totalmente anestesiado entró Central al partido, como conmovido por el homenaje a Russo. Calentar motores fue toda una odisea y de hecho nunca lo pudo hacer en un primer tiempo que fue sencillamente para el bostezo. Platense propuso lo suyo, con asfixia en la salida y eso fue un problema para el Canalla. La pelota no salía limpia y al juego en tres cuartos era imposible darle vida.
A Malcorra le costaba por el centro, Di María no sobresalía, Veliz se diluía entre los centrales y desde las bandas el aporte era escaso. Por eso Platense se sentía más cómodo con el trámite, aun sin generar demasiado, porque lo único que tuvo fue un remate muy desviado de Picco. Pero Central tenía lo suyo.
Campaz
Jaminton Campaz sortea la resistencia del rival. De un desborde suyo vino el gol de Central.
Marcelo Bustamante / La Capital
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Apenas un centro de Di María que Losas envió al córner cuando Campaz se relamía, otra arremetida de Campaz que le dio como pudo y Veliz no llegó a conectar, y sobre el final nuevamente el colombiano, sólo que esta vez no fue ni centro ni tiro al arco.
La sensación más fuerte era que Central necesitaba que el primer tiempo terminara cuanto antes, que debía meterse al vestuario para apretar la tecla reset, porque en la forma en la que lo estaba haciendo no caminaba.
A reciclarse en el complemento
Vaya si le vino bien ese descanso para entender que algo de lo que le hacía falta al equipo era mayor decisión. Y con esa decisión fue a buscarlo de arranque en el complemento. Lo demostró Campaz en ese forcejeo con su marcador, al que le ganó, y el envío del centro a la cabeza de Enzo Giménez, el testazo del paraguayo al corazón del área y la aparición de un Véliz que estaba perfectamente ubicado, donde lo pedía la jugada.
Delirio en el Gigante e inicio de otro partido, uno que Central tenía que empezar a jugar más con la cabeza que con otra cosa. Igual a Central le siguió costando. Porque el juego nunca fluyó. Todo eran arrestos individuales, de uno, de otro, de quien sea, pero arrestos individuales al fin. Como lo hizo Di María con ese pase de cachetada para Campaz para que el colombiano la metiera hacia atrás para Enzo Giménez. El remate dio en un rival y se fue al córner.
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Un Central más incómodo
Central debía defender mejor con la pelota, pero no lo hizo frente a un Platense que con todas sus debilidades lo fue arrinconando y poniéndolo incómodo. Un disparo defectuoso de Saborido heló la sangre de todos. Claro, si Veliz antes hubiese empujado al gol el centro de Campaz ya no había historia, pero la diferencia era mínima.
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Holan demoró los cambios, Central sufrió el final y tras algún que otro cierre oportuno de Komar se terminó de construir un triunfo más, uno de los tantos que metió este equipo y que lo tienen envalentonado.
El Central de Holan es dueño de todos los méritos, pero en un día especial, el aura de Russo pareció decir presente. Para sonreír y soñar más que nunca. En busca de mayor protagonismo el Canalla metió un triunfo y la madre. Todos se fueron con la sonrisa de Miguel.