Es la última vista al celular, esa tecnología que se nos adhirió a la vida cotidiana como el aire mismo. Una última ojeada y a dejarlo antes de ir a dormir. Y el mensaje que llegó del Negro, amigo y compañero con todas las letras, me conmovió. Es una foto que veo primero antes del texto que se intuye, el que me provoca una tristeza infinita. Murió a los 78 años el Gordo Palma, el querido Ricardo Palma.
No se puede decir que fuimos amigos en el sentido estricto de la palabra, si amigo es estar siempre, en las buenas y en las malas, pero sobre todo en las malas, que las pasó y en grande. No, otros han merecido esa calificación, como el Topo Del Ré, su preparador físico por años. Nosotros, e incluyo al Gordo Faletto y a Javier Parenti, apenas fuimos los privilegiados que tuvimos la enorme fortuna de conocerlo. Los que sintieron ese cálido abrazo, esa sincera predisposición a abrirnos las puertas de su trabajo, de su corazón, cuando los tres coincidíamos en empezar a desandar nuestros primeros años en el periodismo y de deportes, en La Capital.
Aquellos a los que primero nos encomendaron la tarea de cubrir los partidos del ascenso rosarino. Argentino, claro. Central Córdoba, por supuesto. Y fueron en esos años que su generosidad nos abrió la puerta. Atendiendo nuestros llamados, abriéndonos el acceso al vestuario después de los partidos, compartiendo luego viajes y largas sobremesas.
Siempre hablando de fútbol, por supuesto, pero también de cuestiones personales, de la vida diaria, laboral y hasta sentimental, a las que él siempre prestaba el oído atento. Para dar un sano consejo o para una chanza que siempre encontraba en el Topo al fiel cómplice.
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Otros tiempos, de códigos que no necesitaban ni remarcarse sobre preservar la intimidad del plantel. Si más de una vez nos ofreció hasta volver en el micro con la delegación de sus viajes por toda la Argentina, en la época gloriosa charrúa, la última, en el viejo Nacional B. Aquella de la que se hizo cargo en la mala (una de las tantas) y casi casi la transforma en un histórico ascenso a primera, con el Gringo Ciattaglia en el arco, el Chueco Alarcón que recién emergía y luego se fue a River, la Bruja Radice claro y tantos más.
Tanto fue el afecto construido en esos inolvidables años, siempre respetando cada uno su lugar, que más de una vez el asado fue la excusa para reunirnos, siempre el Topo haciendo de impecable anfitrión generalmente en el club Echesortu, y siempre la misma sensación de vivir un momento de disfrute pleno, de comodidad absoluta. Hasta nos abrió la puerta de su casa, en la que siempre se refugiaba en familia.
Siempre con Central Córdoba como tema central, aunque ya no lo estuviera dirigiendo, siempre con la misma pasión por el fútbol, sobre todo el rosarino y Central especialmente, y la dirección técnica de la que tan detallista era. Siempre fue un lujo escucharlo, siempre se aprendía.
De jugador se dijo que fue un volante talentoso, como técnico sí disfruté adolescente aquel Córdoba del fabuloso Trinche del ascenso del 82 que condujo, y aquél que en el 95/96 casi logra el milagro donde, se insiste, tuvimos la suerte de conocer sus dotes profesionales y ante todo humanas.
Las palabras brotan rápido y se escriben solas. Sentí que debían ser así, en primera persona, subjetivo ciento por ciento dejando a un lado la buena praxis periodística, pecando de no ser más puntilloso en lo objetivo, su recorrido, sus logros y las huellas que dejó en cada lugar que pasó desde que debutó con los cortos en Central a punto de cumplir 19 años.
Es la 1.13 de este viernes 12. Me acabo de enterar que se fue Ricardo, el querido Gordo Palma. Me invade una enorme tristeza, inolvidables recuerdos y, sobre todo, un enorme gracias por tanto.