Lucas Bernardi podrá decir que le dio el pase gol a Ignacio Scocco. Tal como Héctor Enrique a Diego Maradona en aquel gol inolvidable del 10 a Inglaterra en el Mundial de México 1986. Seguro que las comparaciones son siempre exageradas, pero había que estar anoche en el Coloso para no rendirse a los pies del impresionante Nacho tras la faena del tercer grito leproso, el segundo de su cosecha personal y el que decretó el 3 a 1 final ante Deportivo Lara. A los 88’, el artillero rojinegro controló la pelota en su propio campo y a puro talento comenzó a pintar una jugada colosal. Con la cabeza levantada y apelando a gestos técnicos de crack, apiló a cuatro adversarios, los dejó desparramados y ante el achique del arquero no perdonó. Clavó un golazo tremendo, seguramente el más vistoso de todos los que hizo con la camiseta que ama. Fue la frutilla del postre de una tremenda producción del equipo. Encima, después Olimpia venció a Universidad de Chile y el jueves fue redondo para Newell’s, que tiene prácticamente un pie en los octavos de final de la Copa Libertadores y sólo una fatalidad deportiva podría dejarlo eliminado (ver página 4).
Los adjetivos para Scocco parecen no alcanzar nunca. Porque hace goles de media distancia, cabeza, chilena, penal, volea, y ayer se disfrazó de clásico número diez para inventar una corrida a pura velocidad y precisión que hizo estallar al Coloso, a sus compañeros y hasta al Tata Martino, quien se agarró la cabeza como diciendo: “Qué hizo este muchacho”. La enorme jugada de Nacho fue el punto culminante de una noche en la que el equipo rojinegro supo armar una gran performance futbolística.
A esta altura no es exagerado decir que Newell’s tiene varias razones futbolísticas para dar pelea en la Copa. Que tiene individualidades de experiencia con Maxi Rodríguez, Gabriel Heinze y Lucas Bernardi. Que cuenta con un DT de lujo como Gerardo Martino. Pero no es un pecado afirmar que el máximo argumento de los rojinegros para ilusionarse con dar batalla en la Copa hasta las últimas consecuencias se llama Ignacio Scocco, quien parece no tener techo.
En el final del primer tiempo Nacho ya había hecho un gol de enorme factura. Dominando la pelota en el área, bancando el asedio del rival y tocando con categoría por encima del arquero para el transitorio 2-0. Pablo Pérez había abierto la cuenta.
Pero cuando los venezolanos encontraron el 1-2 llegó la jugada inolvidable del tercero. Esa que con el paso de los años quedará en la memoria colectiva y los simpatizantes leprosos dirán: “Yo estuve en el Coloso cuando Nacho arrancó desde más atrás de la mitad de la cancha, pasó a cuatro rivales de Lara y clavó un golazo”.
La emoción embargó al estadio y cuando llegó el pitazo final y retumbaban los fuegos artificiales en el cielo, el grito contundente de los hinchas afloró de manera automática desde los cuatro costados: “Para Nacho... la selección”, fue la mejor muestra de cariño y reverencia para un 9, que jugó de 10, y no se cansa de regalar alegrías y llenar los ojos de fútbol.