El cambio de rumbo futbolístico en Central demandará esfuerzos, de todas las partes, pero sobre todo un rápido reordenamiento en cuanto a perspectivas, en las que quien jugará un papel preponderante será el entrenador Paolo Montero. Se sabe de dónde se viene, pero aún es una incógnita saber hacia dónde se va. Y para ello será necesario que la pelota corra de manera oficial para determinar qué atajos toma el equipo canalla en esto de reposicionarse en un torneo que lo tiene merodeando los últimos puestos. También es parte de la herencia que quedó del ciclo de Eduardo Coudet y que se dio, entre otras cosas, por prestarle una mayor atención en un momento a la Copa Libertadores y en otro a la Copa Argentina.
En medio de esa difícil tarea de lograr que el equipo canalla levante su producción hay un punto a favor de Montero. La posibilidad de tomar un equipo armado, que sufrió por ejemplo las bajas de Giovani Lo Celso y Walter Montoya, es un elemento del cual aferrarse. Porque en esto es imposible dejar de reconocer que hay un entendimiento por parte de los jugadores que pueden facilitarle la labor a cualquier técnico que haya tomado la posta del Chacho Coudet. En este caso el gran desafío recaerá sobre las espaldas del técnico uruguayo.
Y fue el propio Montero, en una de sus primeras conferencias de prensa, quien dio a entender que sería una actitud impropia de su manera de pensar y hasta incongruente cambiar algunas cosas que, considera, se venían haciendo de manera correcta. Sin ir más lejos, a los pocos días de asumir como DT canalla el uruguayo se reunió con Coudet con el objetivo de introducirse aún más en la intimidad del grupo, básicamente en lo que a cuestiones futbolísticas se refiere.
Hay algunas pequeños cosas que a esta altura se presentan como cambios. Al menos como parte de ese ADN futbolístico que Montero pretende inyectarle al equipo. Se intenta ser un equipo más compensado defensivamente. Pero por ahora es simplemente un intento.
Lo del potencial con el que Central ya cuenta no es un dato menor en el aporte para Montero. Es que, se sabe, Colón es otro tipo de plantel, con otros jugadores. Ni mejores ni peores, distintos. Allí el uruguayo tuvo un buen arranque pero con el correr de las fechas el equipo se fue cayendo. Quizá no tanto desde el rendimiento propiamente dicho. Sí en cuanto a los resultados. El Colón de Montero perdió cuatro de los últimos cinco partidos que disputó. Le ganó a Huracán (3-1), pero cayó contra Estudiantes (0-1), Newell's (1-2), Independiente (0-2) y Boca (1-4). Y si se va un poquito más allá en las fechas, fueron seis derrotas en los últimos nueve encuentros. No obstante, esos números no impidieron en absoluto que los dirigentes canallas fueran en su búsqueda, después de haber mantenido una charla a mediados de año, cuando Coudet había dejado la puerta abierta para irse después de la eliminación en cuartos de final de la Copa Libertadores.
El margen de maniobra en relación con la contratación de refuerzos no será muy grande. No hay mucho para traer. Al menos en cantidad. Ya llegó José Leguizamón y, en principio, habrá una vacante más, que todavía no está definida. Igual para Montero no parece ser un problema. Si decidió ponerle punto final a su estadía en Colón para sumarse al proyecto de Central es porque indudablemente vio una posibilidad más que propicia para crecer. En el análisis pormenorizado de la situación debe haber existido una lectura fina de la capacidad futbolística de un equipo y otro.
A excepción de los partidos ante Talleres y Universidad Católica es muy poco lo que se pudo observar de esta nueva versión canalla. Más allá de eso, el método Montero tendrá la necesidad de volcar contenidos lo antes posible y, sobre todo, que los mismos sean internalizados. Aquel flaco antecedente de los últimos partidos disputados con el sabalero debieran cambiar rotundamente para amoldarse a las exigencias que habrá en Arroyito y que no tendrán ningún halo de misterio.