La caída por penales ante Chile en la final de la Copa América Centenario y la renuncia de Lionel Messi a la selección dejaron secuelas que aturden la realidad del fútbol argentino. Esparcieron una espesa estela que socava las bases de un funcionamiento institucional que se redujo a un estado de conmoción permanente, jaqueado por egoísmos, críticas y frustraciones. No surgen signos confiables de reanimación. De cara al inminente inicio de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro sólo se perciben golpes, negativas y un angustiante halo de desprotección, que colocan al equipo nacional y a Gerardo Martino en un inquietante laberinto de cuestionamientos.
La severa crisis que atraviesa la Asociación del Fútbol Argentino, sin estructura de gobierno, bajo la sombra de la intervención externa y con falta de recursos económicos, deja al staff que conduce al conjunto albiceleste sin una mínima cobertura. Esta situación de incomprensible soledad y desamparo, de ausencia de apoyo y de interlocutores, hoy afecta la previa de una competición muy importante, que lejos de poder convertirse en un revulsivo para la tremenda cachetada que significó el traspié en el partido decisivo en Estados Unidos, se está viviendo como una enorme carga extra de tensión.
Desde ese agitado escenario, con la AFA devastada y con los dirigentes cambiando perversamente figuritas para la creación de la superliga mientras el fútbol argentino pasea sus miserias, sus preocupantes vacíos y su falta de atención entre sus propios escombros; con la salida de Messi que actúa como un poderoso imán que apura análisis y replanteos; con las selecciones juveniles desmanteladas; y con la negativa de muchos clubes que no ceden jugadores para Río, el Tata Martino debe afrontar su momento más difícil al frente de la selección.
Por este doloroso nivel de desorganización, impropio de una potencia de este deporte, y con el próximo arribo de una comisión normalizadora que despierta una gran cantidad de interrogantes y especulaciones, el equipo nacional comenzará la preparación para los Juegos Olímpicos una semana después de lo previsto. Los trabajos iniciarán el 11 de julio debido a las recurrentes complicaciones para poder armar la lista de convocados, de la que fueron confirmados muy pocos jugadores, ya sea por lesiones o por negativas de clubes.
Hasta ahora, sólo fueron ratificados Gerónimo Rulli (Real Sociedad), Jonathan Silva (Sporting de Lisboa), José Luis Gómez (Lanús), Mauricio Martínez (Unión), Giovani Lo Celso (Central), Leandro Paredes (Empoli), Cristian Espinoza (Huracán) y Angel Correa (Atlético de Madrid).
Por su parte, Juventus anunció que no entregará a Paulo Dybala. Everton de Inglaterra tampoco lo hará con Ramiro Funes Mori. Lyon de Francia no liberará a Emanuel Mammana. Boca recién le permitirá viajar a Cristian Pavón una vez que finalice su paso en la Libertadores. Y River pidió que no citen al arquero Augusto Batalla.
En tanto, Pablo Moyano, hijo del presidente Hugo Moyano, confirmó ayer que Independiente no cederá a los jugadores convocados para disputar los Juegos Olímpicos. Integraban la lista de preselección el defensor Víctor Cuesta, el mediocampista Emiliano Rigoni y el delantero Martín Benítez.
Ahora, se sumaron a la convocatoria el tucumano Joaquín Correa (ex Estudiantes y actualmente en Sampdoria), y Luciano Vietto (Atlético de Madrid). Asimismo, el entrenador citó al arquero Axel Werner, de Atlético de Rafaela, para cubrir la negativa de Batalla.
En los próximos días, Martino tendrá que completar los lugares que restan para los Juegos, donde Argentina enfrentará a Portugal el 4 de agosto, a Argelia el 7, y a Honduras el 10.
Si bien los directivos de la AFA hicieron trascender que a Martino "no se le pasa por la cabeza renunciar", los que conocen de cerca al Tata saben que este tipo de contextos le generan una gran irritación. Lo empujan hasta las contradicciones. Así, con ese palpable grado de incomodidad, sin respaldo dirigencial, sin el aura de Messi como factor de empuje, y con la pesada mochila de una nueva final perdida, el técnico albiceleste deberá encarar el desafío olímpico, un reto por demás de complicado que expone los costados más oscuros del fútbol argentino.