El fútbol no está bien. Pero puede empeorar. Porque la corrupción comprobada en las casas rectoras no hizo más que terminar de dinamitar la confianza, ya no sólo en los escritorios, sino también en el campo de juego.Y como el "fútbol es por plata", según la definición de sus protagonistas, con el Fifagate comenzó una lucha por el poder con derivaciones insospechadas. Como las que ya se plantearon con determinación los clubes más poderosos de cada país.
Los clubes hace años que señalan su malestar por la política distributiva de los fondos que ejecutan las distintas federaciones, confederaciones y asociaciones. Y ese malestar se convirtió en acción tras el escándalo de corrupción que quedó al descubierto con la investigación de la Justicia de los Estados Unidos, tras lo que Fifa, Conmebol, Concacaf, Uefa y sus diferentes afiliadas quedaron desacreditadas y varios de sus directivos presos, procesados y encausados.
Ahora los clubes autodenominados grandes van por lo suyo: poder y dinero. Es que ya se sentían perjudicados por no tener una coparticipación acorde a lo que generaban, y comprobaban que muchos fondos quedaban retenidos en las estructuras burocráticas de la Fifa y asociados, por lo que se sienten estafados.
No fue casualidad la intensidad política que le imprimió a sus decisiones la Asociación de Clubes Europeos (ECA), entidad que reúne a los equipos más poderosos del continente y que ayer en París dejaron abierta la puerta para la creación de una Superliga Europea (ver aparte).
Como tampoco fue mera coincidencia la reciente creación de la Liga Sudamericana de Clubes, que a pocos días de su fundación le reclama a la Conmebol una ostensible mejora en las partidas de distribución de la torta financiera generada por derechos televisivos.
Es cierto que debe haber una revisión profunda en cuanto al reparto de los dividendos de televisión, publicidad y marketing, pero también es verdad que esta impronta de los clubes más fuertes en su afán por recibir mayor porcentaje, y así ampliar la brecha con relación a las otras entidades, puede terminar de quebrar definitivamente la ecuación de la competencia, como ya sucede en algunos países europeos, donde los títulos son propiedad de unos pocos.
Ayer en París la ECA celebró una asamblea general en la que exhibió su poder ante las cuestionadas Fifa y Uefa. Los 143 clubes de 53 países del Viejo Continente dieron el presente en el Hotel InterContinental, donde en la agenda de debate se mantuvo la creación de una Superliga Europea, una idea que hizo pública Karl-Heinz Rummenigge, presidente del organismo y jefe de la junta directiva del Bayern Múnich. "No descarto que en el futuro podamos crear una Liga Europea con grandes equipos de Italia, Alemania, Inglaterra, España y Francia", señaló el alemán.
La ECA viene subiendo el tono de sus reclamos. El año pasado, Rummenigge consiguió arrancarle al hoy suspendido presidente de la Uefa, Michel Platini, un aumento en los premios que perciben los clubes por su participación en la Champions League y la Liga Europa, y también dos plazas en el comité ejecutivo del ente rector.
En Sudamérica hay un efecto espejo con lo que ocurre en Europa. Una reunión celebrada el 11 de enero en Montevideo parió la Liga de Clubes como reacción ante una potencial amenaza a las finanzas de las entidades del continente, y el jueves pasado en Buenos Aires, con 36 participantes, comenzó ya a delinear ejes de organización y una serie de exigencias formales para la Conmebol.
Con una organización a cargo de Boca, pero con Daniel Angelici y Rodolfo D'Onofrio como anfitriones, la unión de clubes sudamericanos rechazó la oferta de duplicar los premios de la actual edición de la Copa Libertadores y exigir un esfuerzo económico más por parte de la Confederación Sudamericana.
De los 300.000 dólares que cobraba cada equipo en la fase de grupos, la Conmebol llevó ese número a 600.000, con un desglose de 450.000 de local y 150.000 de viáticos al actuar de visitante. La Liga Sudamericana pide al menos 750.000, además de reconocer el gesto de retirar el 10 por ciento que retenía la Conmebol sobre las entradas vendidas.
En este último cónclave asistieron representantes de Boca, River, San Lorenzo, Independiente y Racing (estaba invitado Estudiantes pero no el resto, entre ellos Central y Newell's); Gremio, Corinthians, Inter, San Pablo, Palmeiras, Flamengo, Atlético Mineiro y Santos (Brasil); Peñarol, Nacional y River (Uruguay); Olimpia, Cerro Porteño, Guaraní y Libertad (Paraguay); The Strongest y Bolivar (Bolivia); Universidad de Chile, Universidad Católica y Colo Colo (Chile); Sporting Cristal y Melgar (Perú); Caracas (Venezuela); Liga de Quito, Barcelona, Emelec e Independiente del Valle (Ecuador); y Deportivo de Cali, América de Cali, Millonarios e Independiente Medellín (Colombia).
La ventaja de la organización de los clubes es intentar lograr un equilibrio económico y de poder con las respectivas confederaciones, pero si no amplían la convocatoria al resto de las entidades se convertirá también en un riesgo, porque se tratará de un grupo de selectos en detrimento de los demás clubes, aquellos a los que no consideran poderosos, y que quedarían rezagados desde lo político y económico, y por añadidura desde lo deportivo.