La experiencia es uno de los bienes más preciados de los que puede hacer gala cualquier persona. Es que a partir de cosas ya vividas se pueden solidificar ideas, posiciones y actitudes. De la misma forma corregir rumbos para no caer en esto de tropezar una vez más con la misma piedra. No hay algo en particular que Central haya vivido en las finales pasadas y consecutivas de Copa Argentina para garantizarse un mejor resultado en esta que se avecina. De hecho cada historia fue particular y tuvo sus ribetes. En una (ante Huracán, en 2015) pareció estar más cerca, en otra (Boca, 2015) fue víctima de una pésima noche de Diego Ceballos, cuyo accionar en el arbitraje jugó un papel preponderante. Pero las dos tuvieron un punto en común: la derrota. Una por penales, la otra dentro de los 90 minutos. Pero derrotas al fin. Y contra eso se irá mañana, cuando en el estadio Mario Kempes tenga frente a frente al equipo de Coudet y al golpeado River, que dirige Marcelo Gallardo. Una historia más. La tercera de manera consecutiva. La que nadie en Arroyito pretende dejar pasar. ¿Será la vencida?
El 26 de noviembre de 2014 Central se presentaba en San Juan con un anhelo enorme por cumplir. El equipo del por entonces técnico canalla Miguel Angel Russo se jugaba una parada importantísima, que funcionaba como accesorio al tremendo esfuerzo que se estaba llevando a cabo por redondear un buen promedio luego de aquellos tres largos años de martirio en la B Nacional. Muy pocos lo daban como candidato en el inicio de la competencia, pero con el correr de los partidos fue trazando un recorrido firme en cuanto a resultados.
En el camino habían quedado Juventud Unida de San Luis (3-1), Tigre (1-0), River (1-1, ganó 5-4 por penales) y Argentinos juniors (5-0). No habían sido tiempos de tránsito sencillo. Es que en el medio hubo elecciones en el club, en el que se impuso la actual comisión directiva. Desde lo futbolístico a Central no le sobraba nada. Pero no era menos que nadie tampoco. Mucho menos en la final, contra un equipo que militaba en la B Nacional y que de la misma forma depositaba esfuerzos en lograr el ascenso a la máxima categoría. Sin dudas fue como punto. Tan confiados estaban todos que lo que una de las cosas que más se recuerda de ese día fueron las declaraciones del actual presidente Raúl Broglia hablando de cómo iban a ser los festejos que nada tuvo que ver con lo que después sucedería, pero que sirve para graficar el semblante que existía. No obstante, hay quienes comentan que hubo un cierto desenfoque por parte del plantel después de una discusión con un directivo en particular que, dicen, no quiso respetar los premios que el grupo había acordado con la dirigencia anterior. Fue el día anterior al viaje a San Juan en la sede de calle Mitre.
Russo guardó todo en aquel recordado partido contra Olimpo en Bahía Blanca, en el que jugaron muchos chicos de las inferiores. Sólo el Loco Abreu llegó en medio de una lesión muscular, que a la larga no fue impedimento para que ingresara en el complemento. Estuvo más estático de lo habitual aunque convirtió su penal con la categoría que lo caracteriza.
Fue el primer gran porrazo canalla en la Copa Argentina. Porque después de tener la definición por penales prácticamente servida en bandeja llegaron los yerros de Caranta y Ferrari primero y Encina después para echar por tierra esa ilusión de reencontrarse con un título. Fue el final del ciclo de Russo, ya que el próximo partido, ante Racing (0-3) en el torneo por el torneo local dirigió Hugo Galloni. El fue quien cerró con Banfield (3-2 de visitante), el día que Ferrari sufrió la primera ruptura del tendón de Aquiles.
Pocos días después se decretó el arribo de Eduardo Coudet a Central y con él llegaron buenos rendimientos y también resultados, incluida la Copa Argentina, torneo en el que dio cuenta primero de Deportivo Riestra (3-1) y después de River (2-0), Ferro (0-0, 5-3 por penales), Estudiantes (2-1) y Racing (1-0). Al mismo tiempo el equipo jugaba sus chances por el título en el torneo local, pero el Chacho entendió que contra Banfield lo mejor era preservar jugadores. Allí en el sur bonaerense se desvanecieron por completo las aspiraciones y no quedó otra que enfocarse decididamente en la Copa Argentina. A la final con Boca (tres días antes venía de coronarse campeón en el campeonato doméstico) sólo Lo Celso fue baja por lesión. El resto, el equipo base que por ese entonces el mundo del fútbol elogiaba. Las responsabilidades y las posibilidades en este caso eran repartidas. Había dos grandes equipos frente a frente.
Qué decir del resto. Con esos buenos equipos en cancha, el hombre de la noche fue el árbitro. Es que Ceballos se encargó de sacar de foco cualquier intentona futbolística de uno y otro para armar un escándalo del que se habló, se habla y se seguirá hablando.
Un gol anulado a Central, un penal para Boca que no fue y un segundo tanto xeneize en off side fueron el marco de una final totalmente desvirtuada, que Boca festejó y que en Central dejó una marca indeleble.
Sirvió a medias la especie de "revancha" que Central pudo tomarse de Boca en esta edición, por los cuartos de final. Pero al equipo canalla no le alcanza con eso. Lo que tiene enfrente es una nueva posibilidad de lograr lo que hace tanto tiempo viene buscando: un título.
No hay nada específico que corrigiendo esta vez se pueda alcanzar el objetivo. Pero las dos experiencias vividas quizás entreguen algún tipo de sabiduría, amén de que los nombres no sean todos los mismos.
Para Central es la tercera chance y espera que sea la vencida. Para Central hay una espina que sacar.
Los dos sobrevivientes
El correr de los años mostró una renovación importante en el plantel, especialmente tras la llegada de Eduardo Coudet. Es que el Chacho intentó darle su impronta al grupo no sólo en cuanto a la forma de juego, sino también en lo que hace a nombres propios. Pese a ellos, hay dos jugadores que se mantuvieron desde aquel equipo de Miguel Angel Russo a este del Chacho: Paulo Ferrari y Damián Musto. Hoy uno (el Loncho) con pocas chances de, el otro con algo más de posibilidades. Lo cierto es que ellos más que nadie querrán que este año el título no se escape.
Musto (llegó a Central de la mano de Russo) es quien más minutos tuvo en cancha en las dos finales, ya que jugó los dos partidos de titular y los 90 minutos. Hoy su situación es un tanto particular. Está en los planes del Chacho pero aún es una incógnita sobre si será de la partida.
Lo de Ferrari (había llegado un año antes, de la mano de Juan Antonio Pizzi) es distinto. Con Huracán fue titular y en la definición por penales tuvo la mala fortuna de fallar desde los doce pasos (también lo hicieron Mauricio Caranta y Hernán Encina). Y el año pasado en Córdoba también tuvo lo suyo, amén de que la gran falla fue del árbitro Diego Ceballos. Es que fue él quien le cometió falta a Gino Peruzzi fuera del área, que desembocó en el yerro del juez. El Loncho ingresó en el complemento tras una lesión de Cristian Villagra.
Para todos será un objetivo a cumplir. Para ellos dos aún más.