Dicen que la última imagen es la cuenta. Vale el triunfo de Central anoche en el Gigante de Arroyito para rebatir esa teoría. En este caso, fue la primera imagen la que contó. La que edificó en un primer tiempo de igual a igual en el que sacó bien la diferencia. Después, con uno más todo el complemento y pese a haber sacado la segunda ventaja, que en cualquier circunstancia resulta lapidaria, un desconocido Estudiantes lo terminó arrinconando contra Ledesma y casi se lo empata. Fue 2 a 1, al cabo. Y estuvo bien.
Buena determinación canalla, buen orden, como tanto le gusta pregonar a Bauza, para imponerse sobre un rival tibio, carente de calidad, movilidad y juego. Porque Central fundamentalmente no le dejó armar circulación a Estudiantes y usó esta vez las bandas con más fluidez para arrimar peligro, a falta de un creativo que arme desde el medio.
Más allá de que Carrizo intentó hacerlo moviéndose hacia el centro cuando subía Alfonso Parot (muchas veces, por cierto), o que Leo Gil intentaba ponerse el traje de Ortigoza tratando de darla redonda unos metros más atrás a lo que acostumbra, el equipo del Patón más bien se arremangó para hacerse del control. Aprovechando, eso sí, un mediocampo pincha irresoluto, hasta sin convicción, que la perdía fácil, que le costaba una enormidad progresar por las bandas y que sólo inquietó cuando se la tiraban al entusiasta Albertengo y la torpeza de los centrales canallas generaba faltas siempre peligrosas cerca de Ledesma.
Pero, ¡ojo! Fue también por el mérito auriazul de hacerse presente en las divididas. De hecho, así llegó al gol, cuando Gonzalo Bettini fue a peleársela a Lucas Rodríguez sobre la puerta del área por su banda, la robó y asistió con furia a Fernando Zampedri, para que el goleador del semestre canalla no perdonara.
De igual modo, Iván Gómez se excedió sobre Leo Gil en otra dividida a los 34 y seis minutos después sobre Washington Camacho. Dos amarillas, expulsión y camino expedito para el reencuentro al fin con la victoria para Central. Pero ¡cómo debió sufrirlo!
No hubo lujos. Este equipo no está para eso. Pero sí oportunidades para liquidarlo. Varias de cabeza, como las de Camacho (44), Ruben (48) o Zampedri (54). También dudas, porque nunca un gol de ventaja es diferencia tranquilizadora, menos en este Central que no dio garantías ni mucho menos en la Superliga. La prueba de los minutos consumiéndose sin liquidarlo, la de la los tiros libres rivales siempre peligrosos generados sin ton ni son (Noguera tuvo el empate a los 76), no permitieron el rélax hasta el final.
Ni siquiera después del segundo gol, el de Camacho (79), tras el centro de Parot, que parecía liquidar todo. Porque enseguida vino la pifia del recién ingresado Elías Gómez, el descuento de Albertengo (86), al toque casi un gol en contra de Camacho y el sufrimiento hasta el último instante.
Central edificó el triunfo de igual a igual en el primer tiempo y con uno más en el complemento lo terminó defendiendo con angustia. Ni más ni menos que lo que fue el equipo de Bauza en todo el semestre. Un subibaja que al menos anoche lo dejó en la parte de arriba. Por cómo venía en la Superliga, y más allá de la Copa Argentina, esta vez más no podía pedirse.