Ángel Di María vino para potenciar a Central y, a su manera y en la medida que puede, cumple al pie de la letra. La lectura es sencilla, la enorme mayoría de los goles del Canalla en el torneo son de su autoría. En este Gigante de Arroyito repleto y en modo hervidero, Fideo volvió a hacer de las suyas.
Como lo hizo un par de semanas atrás, en esa épica definición en el clásico. Ahora volvió a adueñarse de la pelota parada, pero la magia apareció por otro lado, por la vía de un córner. ¿Tan preciso fue a la cabeza de un compañero? Nada que ver. Fue directamente al arco. Impresionante sablazo, con comba de Angelito para convertir un gol que formará parte de la historia. Con ese gol olímpico Central alcanzó el empate.
Dicen que los grandes, los distintos, tienen eso, destellos de calidad, y Di María expone esa verdad cada vez que se le presenta una ocasión. Antes de que el Canalla quedara en desventaja, Fideo ya era el que más buscaba, el que más la pedía, el que más la trasladaba, el que levantaba la bandera de la rebeldía. Y con Boca arriba en el marcador fue quien tomó la pelota para ejecutar uno de los varios córners que tuvo el equipo de Holan.
Una caricia extrema, una comba perfecta, una parábola indescifrable, un zapatazo letal.
Embed - https://publish.x.com/oembed?url=https://x.com/TNTSportsAR/status/1967331757016932381&partner=&hide_thread=false
El arquero Brey quedó a mitad de camino, atónito, sin poder encontrar respuesta mientras Fideo ya apretaba los puños allá en el vértice de la popular de Regatas con la platea del río. Esos puños apretados fueron la antesala del “Fideeeo, Fideeeo” que, otra vez, atronó en el Gigante.
>>Leer más: Central, rendido a los pies de Russo
Antes Fideo rompió el clásico
Y cómo no iba a suceder eso si todos los presentes en el Gigante (también aquellos que lo siguieron por TV) recordaron lo que este genio de la redonda había hecho algunos días atrás, nada menos que en un clásico, definiendo la historia en favor del Canalla.
Un granito de arena más de este experimentado jugador que volvió convencido de que tenía mucho para dar todavía. Lo está demostrando.
Y como campeón que es no le pesó en absoluto sacarse la camiseta al término del primer tiempo y regalársela a Lautaro Blanco (otro canalla acérrimo), quien seguramente se la pidió.
La camiseta que une y la que se intercambia
Algo similar hizo cuando el partido llegó a su fin, aunque con su gran amigo y excompañero de selección Leandro Paredes. Sí, ese mismo que en el primer tiempo le metió una murra de aquellas y que lo dejó tendido en el piso. Pero esto es fútbol.
>>Leer más: A Central le alcanzó solo para mantener a raya a Boca
Y ahí bien vale la pena hacer un punto, porque la presencia de Paredes tampoco pasó inadvertida. Quienes tuvieron la fortuna de verlo en persona en el Gigante habrán apreciado la simpleza que tiene para hacer simple el fútbol. Las jugó todas redondas. Otro distinto.
Pero quedó claro, el toque de distinción no fue de otro jugador más que de este Angelito Di María que juega, que corre, que se pelea, que se exige y que, fundamentalmente, mete un miedo terrible en los rivales cuando se para frente a una pelota. ¡Gritalo, Angelito!