Se puede ganar, empatar o perder. Es posible jugar bien, regular o mal. Lo inaceptable es tener un rendimiento con la alarmante pobreza futbolística que ayer tuvo Central. Es que sólo siendo un mamarracho como equipo y con individualidades que cometen errores de principiantes se explica que un rival ya descendido como Arsenal se floree y hasta festeje un triunfo histórico antes de dedicarse a competir en la B Nacional. El canalla fue una sombra, un fiasco en todas las líneas y ante la primera adversidad, que fue el gol desafortunado de Ferrari en contra, se metió solito en una arena movediza de la que jamás pudo salir. Fue un 4 a 0 tremendo, durísimo y traumático por donde se lo mire. Pero lo peor de todo es que el resultado se ajustó sin exageraciones a lo que pasó en la cancha. Hubo un equipo que se animó a jugar y otro que está envuelto en una crisis severa. Por eso, sobran los motivos que explican lo que ocurrió en el mediodía jorobado de Sarandí.
El primer tiempo fue el reflejo de que siempre se puede estar peor, tanto en lo anímico como en lo futbolístico. Porque hace una semana el verdugo fue Defensa y Justicia, que es un equipo serio y sabe a lo que juega (1-3), pero ayer el oponente fue el descendido Arsenal, que está desandando sus últimos pasos en la máxima categoría. Ese adversario que ya no juega por nada le clavó tres pepas al canalla y lo humilló en los 45 iniciales.
Es cierto que en el principio de la etapa el equipo de José Chamot buscó ser prolijo y hasta estuvo cerca de ponerse en ventaja. Porque fallaron chances mano a mano Joaquín Pereyra y Hernán Da Campo. Y la más clara la tuvo Zampedri, tras una buena habilitación de Herrera. El ex Atlético Tucumán enfiló hacia el arco, eludió al arquero, pero cuando iba a definir le pellizcó la pelota el defensor. La jugada reflejó la falta de confianza notable que martiriza a todo Central.
Fue en los últimos quince minutos cuando se desencadenó la debacle absoluta. Tras la arremetida de Lomónaco, la pelota pegó involuntariamente en Ferrari y se clavó arriba en el arco de Ledesma. Enseguida vino el planchazo de Martínez a Antilef y la roja directa para Caramelo. Imprudencia total en un momento complejo.
Trascartón, Arsenal volvió a mover la pelota arriba y la terminó empujando Lomónaco abajo del arco. Otra vez la defensa dormida y con movimientos fallidos. Y cuando parecía que era demasiado, llegó otro sopapo del Arse. Salida rápida del local y Antilef, otra vez entrando como Pancho por su casa, conectó en soledad en la boca del arco. Papelón y al vestuario.
En el complemento, Chamot buscó reagrupar la tropa, más para tratar de cortar la sangría en el fondo que para ir por la heroica arriba. Tobio entró para rearmar la línea de cuatro y Lovera irrumpió en busca de desborde por la derecha. Pero el canalla siguió fracturado y cada vez le quedó más lejos el arco de enfrente.
Arsenal siguió ganando las divididas y jugando con el aplomo que le garantizaba el resultado abultado. Encima se lesionó Tobio y el ingreso de Gil no fue efectivo ni para la pelota quieta.
Para colmo llegó el cuarto del Arse. El movedizo Purita rompió la línea de la defensa con un pique al vacío y tocó por debajo de la salida de Ledesma. Goleada inapelable.
Central fue un alma en pena en Sarandí, con ningún jugador que al menos haya tenido un rendimiento discreto o que se salve del purgatorio. Fue un aplazo general. Una actuación decepcionante. Una tarde que no se puede repetir.