Lo que consiguió Central frente a Godoy Cruz no fue poco. Pero es apenas un aliciente, una pequeña merma en el dolor por una campaña de mediana intensidad. Es cierto, se cortó con una racha de nueve partidos sin victorias que había puesto a Diego Cocca a caminar por la cornisa, a expensas de un resultado salvador y que lo mantuviera en el cargo y dentro de ese molde de análisis hay poco por objetar. Pero si el estudio se torna fino y minucioso, es difícil no resaltar que de aquí en más Central tiene unas cuantas cuentas pendientes para lograr el salto de calidad que la situación amerita. Puede sonar contradictorio el razonamiento que se haga por estos días teniendo en cuenta las urgencias que tenía el equipo y el resultado que obtuvo. Porque romper con la racha de partidos sin triunfos lo era todo. No fueron palabras tiradas al azar las de Cocca en el estadio Ciudad de La Plata, tras la derrota frente a Estudiantes. De allí la enorme relevancia que tenían los 90 minutos contra el equipo mendocino.
Ahora, creer que la realidad de Central sufrió un giro de 180 grados o que los problemas futbolísticos quedaron definitivamente solucionados por la enorme goleada en el Gigante sería un error tan grande como los problemas que el equipo aún sufre.
Quizá no sea lo más apropiado hablar de las facilidades que encontró Central frente al que es, sin lugar a dudas, uno de los peores equipos de la Superliga (está último con 6 unidades). Así y todo, Central se topó con algunas dificultades que por momentos lo hicieron tambalear o cuanto menos dudar.
La postura futbolística del canalla fue similar a la de muchos otros encuentros. Esta vez tuvo la fortuna de que se encontró con un gol tempranero (encima en contra) y que a los pocos minutos pudo aumentar, producto de otro error (el Morro García la peinó en el córner de Gil) del rival. Está claro que lo que no le corresponde hacerse cargo, pero sí tuvo todas las responsabilidades por no haber podido manejar el trámite de otra forma.
Es que la postura futbolística de Central fue dubitativa como casi siempre, dejando avanzar al rival, cediendo espacios e iniciativa. El termómetro más claro fue el murmullo de parte de los hinchas en esos minutos en los que el equipo retrocedió de manera excesiva y, lo que es peor, con falencias de las que ya había pagado facturas en partidos anteriores.
Es cierto, el delicado momento lo pudo haber llevado a tomar recaudos excesivos. Pero lo más llamativo fueron las formas en las que se dieron algunos de esos comportamientos. Por ejemplo, la línea de cuatro defensores por momentos fue de seis, con Rius y Gamba moviéndose a la par de Molina y Brítez, respectivamente. No está mal que los volantes den una mano en el retroceso o a la hora de marcar, pero dejar a Gamba como lateral izquierdo es una temeridad. Y en esta ocasión a Central le salió mal. Es que por la nula aptitud de un jugador como Gamba para marcar hizo que el lateral del equipo mendocino no encontrara resistencia cuando fue a buscar el pase en cortada de su compañero.
Pero ese es apenas un detalle. Porque Central jamás pudo darse el lujo de dormir el partido cuando estaba dos goles arriba. Ni siquiera cuando Godoy Cruz se quedó con uno menos. Es que a este equipo de Cocca siempre le faltó esa cuota de inteligencia para aletargar el ritmo de juego cuando la situación lo imponía.
Si Central no tuviera problemas futbolísticos no hubiera llegado al límite de la posibilidad de cambiar a su entrenador. Esto sucedió porque, como el pasado sábado, el equipo mostró falencias. Sólo que esta vez acertó en el arco de enfrente, lo que no es poco, y eso de a ratos le dio cierto oxígeno como para no ser víctima de sus propias debilidades.