Memoria para recordar deportistas comprometidos con su actividad y con los demás. Verdad para que sus historias no sean tergiversadas. Justicia para honrarlos y que sean castigados sus victimarios si es que aun no sucedió, a 47 años del comienzo de la dictadura cívico-militar-eclesiástica. En tiempos en los que impera el discurso del odio, la práctica del individualismo y la cultura del consumismo y la frivolidad, una generación que fue diezmada, y cuyas secuelas perduran hasta hoy, vivió para y por lo demás sin especulaciones ni mezquindades, Entre los cuales hubo más de doscientos deportistas. Porque para ellos, la vida era mucho más que embocar en el aro, llegar a la meta, apoyar el balón detrás de la línea del ingoal o meterla en un arco.
La cifra de deportistas víctimas de la represión ilegal se fue incrementando con el paso de los años a medida que fueron saliendo a la luz sus historias. Uno de los últimos registros apareció en la tercera edición del libro Deporte, Desaparecidos y Dictadura, del periodista Gustavo Veiga, de 2019. La publicación no solo actualizó cifras sino que incorporó esas nuevas historias de atletas “militantes”, palabra bastardeada hoy por quienes pretenden una sociedad desmovilizada.
Ideales y convicción. Los motores que movilizaban a Miguel Sánchez, el atleta tucumano que corrió en tres oportunidades la tradicional Maratón de San Silvestre de Brasil. Elvira, su hermana, exdirectora de escuela, lo recordó en una entrevista con Ovación en 2004 y dijo que se enteró de su militancia por “un amigo de Miguel, que se reunían en Villa España (partido de Berazategui) con un grupo de la Juventud Peronista”.
“Amaba la vida. Su pasión era escribir poesía y contar sus vivencias. Era alegre, sensible, solidario, inquieto”, agregó Elvira sobre el atleta, que realizaba trabajos sociales en zonas carenciadas y está desaparecido desde 1978. Su poesía, “Para vos, atleta”, se encuentra en una placa recordatoria junto a la pista de atletismo del Cenard de Buenos Aires.
“Correr es el mejor mensaje que se le puede hacer porque amaba el atletismo”, agregó su hermana. Y vaya que así se le rinde homenaje. El domingo se correrá una vez más “La carrera de Miguel” por las calles porteñas, con salida desde la calle que lleva su nombre en el barrio de Núñez.
Brindarse por los demás sin reparos fue también la forma de actuar en la vida de Adriana Acosta. Siendo pequeña, si veía un chico pobre no dudaba y le regalaba su ropa, según contó muchos años después su madre. Jugadora y capitana de hockey en Lomas Athletic y del seleccionado de Buenos Aires, llegó a ser convocada a la selección argentina para un amistoso contra los Estados Unidos.
Siempre dio todo por los más necesitados y así fue que colaboraba en el Hogar Patiño de Lomas de Zamora. Estudiante de Economía y luego de Medicina en La Plata, militante del Partido Comunista Marxista Leninista, al que adherían principalmente estudiantes universitarios, entre ellos varios de los rugbiers desaparecidos del club La Plata, fue detenida por un grupo de tareas en 1978. Es una de los 30 mil desaparecidos. Desde 2009 lleva su nombre la cancha de hockey del Cenard.
En el cementerio La Piedad de Rosario, el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de Gustavo Bruzzone en 2014. La misma ciudad en la que se había radicado y fue secuestrado en 1977 junto a su novia, que está desaparecida. Nacido en San Javier, era un apasionado del ajedrez y representó a la provincia. Profesor del juego-ciencia en la Escuela General San Martín de Santa Fe, estudió en la Facultad de Ingeniería Química de esa ciudad y militaba en la Juventud Universitaria Peronista. Después de cursar en la Universidad se iba a los barrios de Santa Fe a trabajar y colaborar, como lo hizo con las víctimas de inundaciones, recolectando alimentos.
Delfo Cabrera fue otra víctima de la dictadura y de una Justicia cómplice. El campeón olímpico de maratón en los Juegos Olímpicos de Londres 1948 murió en 1981 en un accidente en la ruta cerca de la localidad de Alberti luego de recibir un homenaje en Lincoln. A los 62 años se interrumpía abruptamente la vida del atleta nacido en Armstrong.
El responsable de su muerte fue un militar, recién enjuiciado con el retorno de la democracia. Cabrera ya había sufrido persecución y proscripción bajo otra dictadura. Tras el golpe militar del 55, se le prohibió correr por su adhesión y el apoyo que recibió del gobierno de Perón. Fue cesanteado como bombero de la Policía Federal. Para subsistir debió trabajar de pincha papeles en el Jardín Botánico de Buenos Aires.
Ellos y tantos otros de los más de 200 deportistas desaparecidos disfrutaron, gozaron, se esforzaron y se brindaron por sus compañeros y los demás en cada una de sus disciplinas. Lo vivieron intensamente, tal cual reprodujeron sus vidas en las calles, en los barrios, en las universidades. Víctimas de un plan para profundizar la desigualdad social, siguen presentes en la memoria, aunque haya algunos que hoy insistan en que se trató de una guerra entre dos bandos o que otros minimicen lo ocurrido y hablen del curro de los derechos humanos.