Consumada la contundente derrota sufrida en cancha de Banfield hubo una pregunta recurrente hacia Miguel Angel Russo en la conferencia de prensa y la misma tuvo que ver con el comportamiento bipolar que muestra su equipo, en el que exhibe una cara jugando como local y otra como visitante. Las respuestas de parte del entrenador tuvieron un hilo conductor, referido a las dificultades que ofrece el fútbol argentino y de las que, a su criterio, Central no está exento. Explicaciones al margen, lo que está claro es que bajo estas coordenadas, Central se ve en la obligación de reinventarse de manera constante, sobre todo cuando le toca actuar en el Gigante de Arroyito, que es donde se apuntala lo que todavía sigue siendo una buena campaña. Por eso dentro de algunos días se verá nuevamente en la obligación de salir a reparar en su casa las grietas que expuso fuera de ella, en este caso en cancha de Banfield.
A esta altura ya es demasiado evidente ese comportamiento ambiguo de este Central de Russo que no logra estabilidad fundamentalmente en lo que tiene que ver con los resultados. Porque si bien es cierto que en un determinado momento del torneo logró acomodarse de visitante, el equipo nunca se afianzó.
Después de aquella victoria en el Tomás A. Ducó, ante Huracán, en el empate frente a Newell’s y la igualdad frente a Atlético Tucumán hubo un sentimiento optimista respecto a que la cosa había empezado a cambiar, pero a Central le faltó consistencia.
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Central tiene un comportamiento muy dispar actuando como local y como visitante.
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“De a poco nos vamos acomodando, antes donde íbamos la pasábamos mal, pero ahora este equipo al menos compite”, declaró Russo en más de una ocasión en medio de esa seguidilla de partidos que había entregado algunos buenos indicios. Pero lo cierto es que la consistencia nunca terminó de prender.
A las pruebas hay que remitirse: posterior a eso llegaron la derrota frente a Talleres, el empate contra Vélez y el nuevo traspié, ahora ante el Taladro de Julio César Falcioni.
Central tiene algo a su favor, que no es poco, y tiene que ver con la fortaleza que el equipo adquirió jugando en Arroyito (junto a San Lorenzo es el equipo que nunca perdió en su estadio, con siete triunfos y dos empates). Pero más allá de los números propiamente dichos, lo que hay es una necesidad extrema de hacer que esa localía fuerte no desaparezca.
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En el Gigante, el equipo de Russo levanta mucho el rendimiento. En Arroyito viene de ganarle a Defensa.
Leonardo Vincenti / La Capital
Esto es lo que hace que Central cada 15 días se vea en la extrema necesidad de reparar lo daños que sufre cuando juega fuera de Arroyito. Y lo dicho, hay un análisis que es obligatorio hacerlo y que tiene que ver con la capacidad de prácticamente no dejar escapar puntos de local, pero es indisimulable esa obligación que se le presenta fecha de por medio.
Por eso, lo que venga el sábado contra Instituto, será más de lo mismo, con un equipo al que no le quedará otra que repetir todo lo bueno que viene haciendo jugando en su cancha para lograr que esa permanencia en el tercio superior de la tabla no decaiga.
¿Tiene la capacidad Central de lograr eso? Hasta aquí demostró que sí y lo hizo con creces, por lo que no habría que poner reparos de mayor trascendencia a los normales, pero una vez más la necesidad hará que el margen de error sea pequeño.
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Central fue una sombra y Russo lo sintió de esa manera. El DT dijo que no había excusas y que perdieron bien.
Leonardo Vincenti / La Capital
El análisis más global apunta a que hay una inconsistencia en el juego o, cuanto menos, una irregularidad. El tema es claro: si Central hubiese logrado una mayor regularidad como visitante, tranquilamente podría estar peleando el título, pero esta es la historia que le toca vivir y de la que seguramente no todos reniegan, justamente por esa fortaleza que supo conseguir en los partidos como local.
De lo que no hay dudas es que frente al paso hacia atrás que suele dar cuando viaja, el equipo se ve en la obligación permanente de reinventarse de manera constante. Si hasta el momento esa situación no le generó un dolor de cabeza importante no tiene porqué agarrarse de los pelos, pero nadie podrá desentenderse de esa sensación de corrección permanente.