Había algo de mínima que Central debía cumplir: no perder. En ese sentido, el retorno desde Córdoba puede ser con cierta conformidad, pero frente a su objetivo de máxima, el partido ante Instituto le quedó grande en ese afán de reencontrarse con el triunfo para empezar de una vez por todas a recortar puntos con el último clasificado a la Copa Sudamericana 2025.
Y las necesidades estaban por encima de cualquier cosa, por eso la sensación de frustración en ese paso al frente que se quiso dar y no se pudo. Un empate sin goles en Alta Córdoba que puede ser tomado como siembra y la cosecha, en los próximos partidos, entrega otro rinde.
Salvo en esos primeros dos o tres minutos en los que Central dudó un poquito, lo que vino fue más del Canalla que de Instituto. Con una premisa clara: más situaciones de gol que juego, aunque esas primeras acciones de riesgo llegaron por progresiones con pelota al pie. Por la derecha, con Coronel y Malcorra, fueron apareciendo los huecos para el Canalla, escalando uno u otro a espaldas de Bay.
Campaz estuvo a punto de convertir
Tras una buena conexión entre ambos, Coronel llegó al fondo y el centro bajo encontró a Campaz en el segundo palo, pero al colombiano le quedó para la derecha. Dos minutos más tarde fue Malcorra quien engañó hacia un lado, fue hacia el otro y en el centro apareció Marco Ruben, de cabeza, pero algo exigido.
Allí estaba el negocio de Central, en aceleración en momentos juntos y por el carril derecho. Pero eso no se extendió en el tiempo y la búsqueda comenzó a ser con pelotazos frontales, donde Copetti y Ruben se debatían cuerpo a cuerpo. Malcorra había quedado ya muy aislado sobre la derecha y lo mismo pasaba con Campaz por la otra banda.
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Copetti, en pleno duelo ante Instituto.
Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
Pero Central siguió mostrando un poco más que su rival y las dos que más o menos tuvo fueron de pelota parada: la primera con un cabezazo de Quintana y la segunda de Mallo (Sández no llegó a empujarla en el segundo palo).
Pero ahí se detuvo todo. A Central le alcanzó para controlar la hasta allí liviandad de Instituto y no mucho más. Casi todas las salidas frontales y largas fueron haciendo un equipo previsible, sin juego y con escaso peso.
Los cambios de Lequi
Lequi entendió que el ingreso de Duarte por Campaz podía darle algo más de profundidad al equipo, pero nada más lejos de la realidad. Es que Central siguió sin generar fútbol y mucho menos situaciones de gol. Ese quedo futbolístico hizo que Instituto, con poco, luciera más agresivo, apelando a las salidas rápidas. En la primera de ellas, a los 3 minutos, Fatu Broun le ahogó el grito a Suárez.
No fue escarmiento para un Central que siguió sin reaccionar. Y así, todo comenzó a reducirse a una pelota parada, como esa en la que Mallo metió un cabezazo y Nacho Russo sacó sobre la línea. Cuando podía, respondía, pero los problemas eran evidentes en el equipo de Arroyito. Porque Malcorra ya no pesaba, Copetti corría de un lado para el otro y Ruben sufría la orfandad allá arriba.
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Matías Lequi quiso darle más aire al equipo con el ingreso de Gaspar Duarte por Jaminton Campaz.
Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
Y lo que se hizo fue un partido de ida y vuelta, con muy retrocesos de un lado y del otro, pero con resoluciones pésimas, también de ambos lados.
Instituto tuvo algunas para pegar, como esa acción en la que Franco desairó a Sández y le dio de aire, pero el remate se le fue apenas alto. Y Central, que nunca resignó ir hacia adelante, lo tuvo en los pies de Solari, con ese centro a la entrada de Duarte y Marco Ruben (ninguno de los dos llegó a impactar) que dio en el palo y tras el rebote el balón viajó a las manos del arquero Roffo.
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Y no mucho más en un partido ordinario, de bajo calibre, en el que Central fue de mayor a menor y que no le quedó otra que conformarse con un puntito.