La luz de más que Central buscaba para distanciarse de la zona que lo martirizó durante tanto tiempo a lo largo del torneo se hizo carne en el final del partido, cuando los hinchas sintieron que ya prácticamente no había tiempo para que Boca pudiera arrebatarle el triunfo. En las tribunas, los teléfonos celulares le daban un poco más de brillo al resonante triunfo canalla. Fue el momento en el que el pibe Marinelli mostró el acto de mayor inteligencia de los últimos minutos, tirándosela larga a Capaldo y obteniendo una pelota parada para poner en el freezer los instantes finales del partido, pero sobre todo para meterle la rúbrica a lo que fue un partidazo con todas las letras en el primer tiempo y a aguantar como se podía el segundo. Siempre ante un Boca inexpresivo, fastidioso, opaco. Central se despidió de la mejor manera del año, con tres puntos que posiblemente hoy no encuentren la dimensión que seguramente dentro de algunos meses se les podrá dar.