Amalgamar táctica y estrategia, generar juego, situaciones de gol, atacar bien y defender en la misma sintonía es todo a lo que puede aspirar un buen equipo. Pero en el medio de todo está la inteligencia, a la que se suele echar mano en momento complicados. A Central anoche le faltó esa cuota de lucidez como para impedir que en el cierre del partido se le escabulleran dos puntos de entre los dedos. ¿Por qué? Porque no supo meterle presencia al juego mientras el resultado le sonreía, porque no supo definirlo cuando se le presentaron las chances y porque algún que otro error muy puntual puede costar caro, que fue lo que sucedió cuando Patricio Cucchi, en lugar de despejar o buscar a un compañero en una salida dentro del todo clara eligió meterse entre dos rivales, la perdió y obligó a la falta de Rabuñal. De allí nació el exquisito tiro libre de Giménez, al que Broun jamás pudo llegar, en lo que fue la última jugada del partido. Acciones que salpican al entrenador, pero que en su mayoría debieran ser resueltas por quienes están dentro del rectángulo de juego.
Dos veces estuvo Central arriba en el marcador y a la vista de los resultados de poco le sirvió. La estocada de Ruben en el final del primer tiempo fue una invitación a jugar el complemento con una única misión: defenderse a partir de la tenencia del balón. Hasta podría haber servido transcurrir unos cuantos minutos con toques de los denominados intrascendentes, siempre y cuando el rival corriera detrás de la pelota. Tan solo seis minutos pudo jugar el canalla con esa ventaja.
Por supuesto que fue positivo el haberse puesto nuevamente arriba en el marcador, pero desde ese momento comenzó a evidenciarse esa falta de ideas claras que hace a la inteligencia. Central ni siquiera supo aprovechar ese buen partido que estaba haciendo Emiliano Vecchio. Porque fue prácticamente el único que entendió cómo jugar cuando el equipo estaba en ventaja.
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Vecchio fue de lo mejor de Central. El 10 levantó su nivel.
Nobleza obliga, Central hizo los méritos como para bajarle la persiana al partido porque en ese terreno sí hizo más o menos bien la tarea. Pero claro, le quedó una cuenta pendiente: la mala definición.
De ahí en más todo se redujo a intentar cerrarse, cuidar el resultado y, aunque de manera inconsciente, jugar más cerca de Broun que de Lehring. El Kily intentó fortalecer esa idea con el ingreso de Rabuñal, pero como siempre le gusta decir al DT “cada error lo pagamos caro”. Cierto. Cucchi, que había ingresado por Ruben para presionar un poco más sobre la salida del rival, la tuvo en los pies, con la posibilidad, con todo el equipo saliendo de su propia área, de meterle un uñazo, pero se metió solito entre dos rivales. Falta de Rabuñal y zapatazo al ángulo. Empate y decepción en un partido en el que a las cosas buenas que se hicieron le faltó el escudo protector de la inteligencia.
Ruben se reencontró con el gol
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Ruben se paró con calma en el penal y definió con clase.
Pocos más de un año después Marco Ruben hizo lo que los hinchas tanto esperaban: un gol, aunque el mismo finalmente no sirvió para que el equipo pudiera sumar de a tres. No obstante, el reencuentro del delantero con el gol fue de lo poco que el canalla rescató en el empate ante Central Córdoba. Con este tanto Marco alcanzó la línea de Edgardo Bauza, en el tercer escalón de los goleadores canallas en el profesionalismo, con 82 gritos. Waldino Aguirre (98) y Mario Kempes (94) se mantienen en lo más alto.
Ruben se hizo cargo del penal que le cometieron a Martínez, a los 44’. Vecchio, que siempre fue el encargado se lo cedió. “Estoy agradecido de que Emiliano me haya dado la posibilidad de patearlo”, dijo el 9 al final del encuentro.
Se paró frente a Mehring, lo miró, se sonrió, pero siempre con mucha calma, para ponerla contra el palo izquierdo del arquero de ferroviario.
Un año y días después (aquel 1-3 ante Colón), Ruben se encontró con el gol. Lo necesitaba.